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Entrevista

Eli Cortiñas: "Necesito saberme heterogénea, dispar y me encanta el desafío"

Eli Cortiñas: "Necesito saberme heterogénea, dispar y me encanta el desafío"

Esta extraordinaria creadora, nacida en Las Palmas en 1976 y residente en Alemania desde los diecisiete años, muestra ahora sus vídeos y sus esculturas en la exposición ¿Qué hay de frutas tropicales en tiempos neoliberales? Comisariada por Omar Pascual-Castillo y Alejandro Vitaubet, la exhibición se reparte entre el Centro de Arte La Regenta y la Sala San Antonio Abad-CAAM.

La reutilización, el reciclaje, la apropiación de imágenes preexistentes es un tópico de la cultura visual contemporánea ¿Cómo usa usted este procedimiento para obtener resultados críticos?

Mis comienzos están ligados a la edición de cine documental, que se supone que es la representación de lo real, pero cuando trabajas en la mesa de edición tienes que elegir una posibilidad entre muchas otras. Ya entonces comprendí que todo es material, que no necesitaba destreza camarográfica para crear una obra porque podía usar la inmensa reserva de imágenes que ya existen. Estaba convencida de que el simple hecho de crear una imagen con una cámara, no haría que ésta fuera más "original" que una apropiada, ya que todas las influencias a las que he estado expuesta se manifestarían en cualquier imagen que creara, haciéndola parte de la misma memoria colectiva de la que emerge una imagen apropiada. Además el montaje no es sólo imagen, también es sonido y en todos mis trabajos las imágenes están desprovistas de su sonido original. Para mí el sonido es tan importante como las imágenes.

El mercado y la institución arte son descomunales apropiadores, lo engullen todo, hasta las estrategias críticas de apropiación. ¿Tiene usted nostalgia de los "buenos tiempos" de las vanguardias de los sesenta, cuando se pensaba que tales fortalezas estaban a punto de ser derribadas con la reapropiación crítica?

No, la nostalgia no va conmigo, es algo que no existe en mi vocabulario. Cuando empecé a trabajar, simplemente, eché mano del material con el que había construido mi consciencia cinematográfica. Tuve la suerte de marcharme de casa suficientemente joven para estar con la gente con la que no tenía que estar y aquí, en Las Palmas, gracias a gente del teatro aficionado local pude conocer películas inusuales para mi edad. Con dieciséis años había visto todo de Fellini, Bergman? Mucho cine de autor. Un cine que no comprendí que me había marcado hasta tiempo después.

Cuando usa imágenes de estos autores no lo hace como citas cultas.

No.

Al contrario, los baja del pedestal para rescatar su impulso crítico.

Sí. Hay una parte irreverente. Siento admiración por directores como los que le he nombrado y por otros como Buñuel, Rossellini o Hitchcock, pero lucho para encontrar nuevas capas dentro de la memoria que ellos han construido. No me dedico a ponerles la alfombra roja.

Dice el personaje que pasa por ser su madre en el vídeo 'La que camina' que "no es de artista contemporáneo hablar de sí mismo". Es verdad que el arte contemporáneo, al menos el que opera con la postproducción, apunta a la mostración de los mecanismos del lenguaje y al yo como un efecto ilusorio generado por estos mecanismos. Sin embargo, en algunas de sus obras habla usted de sí misma, de su relación con su madre y de cicatrices mal cerradas. ¿Puede abundar en ello?

En obras como La que camina, Dial M for Mother o Dos o tres cosas que sabía de ella, manipulo el material para dar la impresión de que el artista se esconde detrás de lo que hace y muestro las herramientas que empleo para la manipulación, para dar a entender que yo también estoy dentro. Es verdad que en algunas obras, como Dial M for Mother hay momentos de drama bastante subidos de tono. El diálogo discurre entre la actriz Gena Rowlans y mi madre que está continuamente llamándola por teléfono, asaltándola. Pero en un momento dado ella dice: "Mira, sabes qué, no trabajes tan autobiográficamente, abre la creatividad". Es un momento paródico donde aparezco y me pongo en cuestión. Hasta el momento te estaba haciendo creer que a lo que asistías es a un diálogo entre dos mujeres, madre e hija, una que no tiene cuerpo, la que, mi madre, llama por ese teléfono terrorífico que no para de sonar, y otra con un cuerpo real, Gena Rowlans, tratando de lidiar con esta voz que la persigue. Pero en un momento dado ella le habla al autor, al que está editando, o sea a mí. Y entonces el espectador dice 'Aquí hay alguien moviendo las cuerdas'. No se trata entonces tanto de mostrar mi vida como de llevar al espectador a situaciones que nos conectan de modo universal.

Sus esculturas no tienen el componente de comunicación y parodia de sus obras en vídeo, y si lo tienen es mucho menos evidente. Parecen poesía hermética. ¿Qué nos puede decir sobre ellas?

Intento no quedarme encerrada en mi propio sello, en lo que me hace reconocible para el mercado y las instituciones. Necesito saberme dispar, heterogénea y me encanta el desafío, la lucha interior que me supone hacer esculturas aunque no me he formado para ello. El verdadero montaje es reconocerme como dispar, discontinua.

Parece que apela a la memoria del material, a algo prelingüístico.

Hay una parte dentro de mí que está obsesionada con la comunicación, con el lenguaje, y otra que está en lo contrario, en no dejar entrar, en vetar los caminos y no ponértelo tan fácil. Esta oscilación está también entre mis obras en vídeo y mis esculturas.

¿Hay pasillos, quizá, entre los espacios cerrados en los que siempre discurren sus vídeos y las reverberaciones espaciales de sus esculturas?

Tal vez. Me gusta encerrar al espectador de los vídeos en lugares en los que no se puede orientar topográficamente. En el montaje de las exposiciones que se encuentran en La Regenta y en la galería San Antonio Abad persigo este efecto también. Las dos plantas del centro de arte La Regenta las he concebido, de alguna manera, como el consciente y el inconsciente.

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