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cómic

En la esencia del gran relato colonial

El principal representante de la línea clara en el Reino Unido, Garen Ewing, recrea la India de los años veinte en 'Las aventuras de Julius Chancer'

La anglofilia de los belgas siempre ha estado reflejada de forma evidente en la política, las costumbres o el arte de ese país, aunque se pueda comprobar más claramente en el cómic. Basta señalar que la línea clara está repleta de personajes británicos y aventuras en el Reino Unido. Sin embargo, con la obra del historietista Garen Ewing pasa todo lo contrario porque se trata del máximo representante de este estilo en Gran Bretaña.

La publicación del integral que reúne los tres tomos de La orquídea arcoíris por Netcom2 editorial supone una oportunidad para disfrutar de las aventuras de Julius Chancer, un joven arqueólogo que se dispone a buscar la flor que da título al álbum. Con esta excusa se crea una obra ambientada en los años veinte entre Londres y la India británica que recupera el género de aventuras colonial al estilo puramente anglosajón; no en vano Ewing es un escritor e investigador de la Segunda guerra anglo-afgana, ocurrida entre 1878 y 1880, y cuenta con una página web propia dedicada a publicar todos sus descubrimientos. La descripción que realiza de las etnias indostánicas es sorprendente, y entre ellas destaca la de los Kalash, una tribu pakistaní que aparece en el relato corto El hombre que pudo ser rey Rudyard Kipling, aunque las referencias a la novela de aventuras británica remiten más claramente a la obra de H. Rider Haggard.

La orquídea arcoíris es un cómic que recrea las ciudades, las edificaciones, los medios de transporte y las viviendas con una fidelidad digna de un historiador de la época, recordando en este aspecto a las aventuras tanto de Tintín como de Blake y Mortimer. Pero a medida que el lector avanza en la trama se hace evidente la inspiración en la obra de Hergé, con elemento provenientes de los álbumes El templo del sol y Los cigarros del faraón del famoso reportero.

Todas las viñetas están dibujadas siguiendo el trazo reluciente y meticuloso de la escuela franco-belga, aunque dotadas de un colorido algo más complejo, con alguna particularidades como el rasgo específico de los ojos de que los personajes se reducen siempre a un diminuto punto de tinta negra. Un título que gustará a los amantes de un género siempre fascinante y adictivo, que lamentablemente forma parte más bien del pasado.

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