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AMALGAMA

Viajar hacia atrás

Nos vemos más cerca de un futuro por ahora de ficción pero que nos provoca propuestas filosóficas que desmontan el mundo neokantiano en el que vivimos

Viajar hacia atrás

En la revista LifeScience de julio de 2015, Tia Ghose ha informado acerca de un experimento mental de viaje en el tiempo hacia atrás. Impostados en el comportamiento de la materia, como dice Ghose, es un lugar común el que, cuando se viaja a velocidades superiores a las de la luz, con efectos en el tiempo, son predecibles ciertos efectos. Esto es una hipótesis que meramente tiene en cuenta los efectos físicos en el universo conocido, y la cual la mayoría de los físicos la dan por imposible con los conocimientos humanos actuales. Ahora bien, para el caso de que se hiciera posible, el físico de la Universidad de Michigan, Robert Nemiroff, señala que al volver atrás en el tiempo con esas velocidades superlumínicas, se generarán dobles que, al ir acercándose el uno al otro, se aniquilarían mutuamente en una especie de accidente intertemporal. La ya ahora mismo vieja teoría de la relatividad de Albert Einstein dispone que nada puede viajar más rápido que la luz en el vacío. Esa es la velocidad límite. Pero si se pudiera hacer, tal y como la matemática permite suponer, la energía sería infinita, y el viaje se podría efectuar al pasado. Ciertamente la paradoja de ir atrás a matar al tatarabuelo produciría que quien va a matarlo ya no existirá en el futuro y un bucle de feedback temporal anularía todo, pero esa hipótesis es en un universo, y ya se desarrollan muchas teorías, basadas en experimentos, que cuentan con multiversos, con lo cual las posibilidades, al menos de hipotetizar, están ahí. Nemiroff propuso un caso en el que una nave sale de la Tierra a 5 veces la velocidad de la luz a un planeta a 10 años luz de distancia y vuelve al mismo sitio. La primera especulación es que dos naves fantasmas han de aparecer de la nada, cinco años después del embarque, al viajar la luz más despacio que la nave en sí misma y haber llegado al lugar de aterrizaje, los terrícolas distinguirían una nave en función de la velocidad de la luz y otra que ha viajado más rápido que la luz. Una nave y su doppelgänger, su doble. Ocho años más tarde podría divisarse una nave en el lugar de aterrizaje, pero otra nave viajando en el tiempo a velocidad lumínica. Cuando se llegue a los diez años, en la vuelta, coincidirían las dos naves y se aniquilarían. Nos preguntamos entonces: ¿Cuál nave espacial sería la verdadera? ¿Funcionaría el fenómeno a través del comportamiento cuántico de las partículas de ambas naves enredadas? Nemiroff cita, al respecto, el caso de viajes más rápidos que la luz en el experimento del rayo láser que va a la Luna desde nuestra mano en la Tierra. Se forman frentes de iluminación que producen paradojas: en el supuesto de que no se bloquee el rayo láser por la atmósfera, las nubes, etcétera, podremos ver el rayo en una parte de la superficie de la Luna y con un movimiento de muñeca hacer que, en menos de una décima de segundo, vaya al otro lado de la Luna, con lo que la velocidad de esa traslación ha sido superior a la de la luz. Por tanto, los experimentos en los extremos de la materia son casi posibles, pero si le añadimos un contexto matemático en zonas de multiverso, ya nos vemos más cerca de un futuro por ahora de ficción pero que nos provoca propuestas filosóficas que desmontan el mundo neokantiano en el que todavía vivimos, rodeados de sujetos de amoral ultrapostmoderna conviviendo junto a animales todavía con primitivísimos sentimientos religiosos, casi como postsapiens y neandarthales.

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