La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

cine

El Viaje toca el cielo de Locarno

El documental ´Dead Slow Ahead´, producido por el canario José Ángel Alayón, concursa en uno de los más prestigiosos festivales de cine de autor del mundo

Cartel de 'Slimane'.

El largometraje documental Dead Slow Ahead (Mauro Herce, 2015), coproducción entre España y Francia hablada en tagalo y producida, entre otros, por la canaria El Viaje Films, compite en el que se ha convertido en los últimos años en uno de los más prestigiosos festivales de cine de autor del mundo, el Festival del film Locarno, que celebra su 68 edición desde el pasado miércoles hasta el sábado, 15 de agosto. El film, también producido por Bocalupo Films y Nanouk Films, dura 74 minutos y ha sido incluido en la sección Cineastas del Presente, para directores con un máximo de dos películas. La opera prima de Mauro Herce (Barcelona, 1976) tendrá su premier mundial el próximo martes, día 11, a las 19 horas. Locarno es una pequeña localidad al sur de los Alpes suizos a orillas del lago Mayor en una naturaleza exuberante que todos los veranos recibe una avalancha de turistas. Durante el festival son afamadas sus proyecciones al aire libre en la Piazza Grande, con capacidad para 8.000 personas (más de la mitad de la población de Locarno) y películas para todos los gustos. Si en lo competitivo el festival apuesta por el cine de autor en los márgenes, en otras secciones y ciclos la cita se abre, inteligentemente, a una programación dirigida a públicos más amplios. Entre los homenajeados y retrospectivas de este año figuran los actores de Hollywood Edward Norton y Andy Garcia, la productora nipona Office Kitano y el cine de Sam Peckinpah.

Con tres películas en tres años, El Viaje Films, productora de José Ángel Alayón (Santa Cruz de Tenerife, 1980) con sede en el barrio de La Camella (Arona), se sitúa ya, con La Mirada Producciones, entre las de mayores méritos en la historia del cine de las Islas. Con la empresa liderada por Ana Sánchez-Gijón y sede en Tegueste le unen los estrechos lazos con Cuba y la vocación de combinar producción y formación. Alayón ha conformado un talentoso equipo de profesionales multinacionales que, como él, se formaron en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV, Cuba), la más prestigiosa en español del mundo. El cineasta no solo produce y dirige, además es impulsor del Centro de Estudios de Cine de Canarias (Cecan), que imparte en Canarias cursos y talleres con el aval de la escuela fundada por Gabriel García Márquez en 1987.

El primero de los tres largometrajes de El Viaje Films fue Slimane (2013), dirigido por el propio José Ángel Alayón. En 2013 lograba ser seleccionado en el festival de Dubái (Emiratos Árabes Unidos), uno de los más codiciados del mundo con más de veinte millones de euros de presupuesto. La trágica historia de unos ilegales marroquíes en el sur de Tenerife se contaba encima del hombro de los protagonistas, como si el espectador fuera uno más de la pandilla. Después llegó Hotel Nueva Isla (Irene Gutiérrez, 2014), que compitió en sección oficial del que para muchos es el sanctasantórum de los festivales de cine radical del mundo, Rotterdam. Se desarrolla en el interior de un hotel derruido de La Habana con un tipo delgaducho acompañado de un perro entretenido en desguazar el inmueble para ver si puede obtener algún provecho de sus ruinas. El tercer largometraje es Dead Slow Ahead, dirigido por Mauro Herce, que compite en una sección ganada por un cineasta español en 2013, el gallego Lois Patiño, con Costa da Morte.

Coincidí con Patiño el pasado noviembre en el Festival Internacional de Cine de El Cairo. Para cineastas de películas de vocación minoritaria una selección en una cita como Locarno -no digamos un premio- es una gran inversión, dada la proliferación de festivales de cine en el mundo. Con aquel modestísimo documental sobre la conocida costa gallega, su director había rulado por al menos sesenta certámenes en los cinco continentes. Patiño vuelve a estar este año en Locarno, ahora con dos cortometrajes en sección no competitiva, Estratos de la imagen y Noite sem distancia. Además de con Herce y Patiño, España está presente en la 68 edición de Locarno con los largometrajes O Futebol, de Sergio Oksman (Competición Internacional); La academia de las musas, de José Luis Guerin (sección Signs of Life); y el corto Eco, de Xacio Baño.

Avante a toda muerte

El que propugna Alayón, lo mismo como director que como productor, es un cine de narrativa densa y aliento poético que concede poco al espectador. Antes bien, lo pone a trabajar. Apela a su inteligencia y le empuja a vivir la experiencia de un visionado que en muy poco se parece a los de las salas comerciales. Mauro Herce coincide y recuerda la experiencia de su paso por la EICTV, cuando con otros compañeros creó un videoclub que consiguieron llenar con el paso del tiempo. Al otro lado de la línea telefónica, desde el barrio barcelonés de Poble Sec, se lamenta de las pocas oportunidades que hay para difundir este cine de mirada diferente en España. Está convencido de que, si se sabe difundir, su éxito está asegurado.

Reza la sinopsis del filme de Herce: "Un carguero atraviesa el océano. Nuestra mirada se adentra en la cadencia hipnótica de los engranajes, que revelan el movimiento continuo de una maquinaria devorando a sus obreros: los últimos gestos del viejo oficio de los marineros, desapareciendo bajo el ritmo autómata del de siglo XXI. Quizá se trate de una nave a la deriva, o del último ejemplar de una especie en extinción. No lo sabemos, pero los motores siguen girando, imparables". El viaje del Fair Lady, carguero de siete bodegas bajo bandera maltesa construido en Imabari (Japón) en 2005, de 225 por 32 metros y 14 metros de calado, capaz de transportar un peso de hasta 76.000 toneladas y 91.000 metros cúbicos de grano, se desarrolla en claroscuro, a golpe de sonido metálico. La combinación de esos espacios de acero en los que la escala humana es irrelevante y su potente banda de sonido (Daniel Fernández, Alejandro Castillo, Manuel Muñoz Rivas) hace que recordemos la delirante deriva final del astronauta Bowman (Keir Dullea) en 2001. Una odisea en el espacio (Stanley Kubrick, 1968), cuando es transportado por el ordenador HAL 9000 de forma irremediable hacia su muerte. Aunque Herce se identifica más con Solaris (Andrei Tarkowsky, 1972), película con la que se reconcilió visionándola en el barco durante los dos meses de travesía que le llevó hacer el filme. El sonido, para el que se usaron unos micrófonos especiales que captaban el muy característico vibrato de los ruidos contra el metal y reforzado intencionadamente en el montaje, es uno de los puntos fuertes de un filme que parece estar hecho lo mismo para ser visto que oído. La relevancia del sonido, como la sinfonía que pudiera oírse en una colosal fragua dantesca, es una de sus grandes virtudes.

Señales acústicas, marineros cerrando puertas, una mesa vacía preparada no se sabe si para desayuno, cena o almuerzo, una ducha de litros de agua yuxtapuesta con otra de toneladas carbón, filipinos desafinados con karaoke durante una de las pocas pausas en la jornada laboral, uno en cuclillas sobre vastos campos de granos de trigo en la descomunal barriga del barco, otro que hace jogging en un trazado circular sobre plataformas metálicas sorteando pesadísimas válvulas y tuberías que parecen los tendones del enorme artefacto... El otro punto fuerte de este filme que busca el fulgor elevándose sobre la mera observación es su hipnótica fotografía, a cargo del propio Mauro Herce, que ya fuera responsable de la imagen de filmes como Arraianos (Eloy Enciso, 2012) o Slimane.

Dead Slow Ahead es la mayor travesía física emprendida hasta hoy por El Viaje Films. Odesa, Nicolaev, Estambul, Port Said, Ismailia, Suez, Aqaba, Ceuta, Nueva Orleans. Pero también es un ambicioso viaje interior de Herce, para quien la travesía del barco y sus marineros es una excusa donde encontrar respuestas íntimas y dejar al espectador un mensaje sobre la insignificancia de lo humano y lo inexorable de su existencia. Por eso al final el émbolo que rota haciendo girar a su vez la hélice del mamotreto. Por eso, como subraya al teléfono el propio director, que el filme arranque desde la máquina (el barco) y termine en el hombre (los marineros). Por eso ese título, que se refiere a un tipo de velocidad en los barcos, algo así como "la velocidad mínima posible a que puede ir el buque estando la navegación bajo control": Dead Slow Ahead. Traducidas literalmente del inglés una a una las palabras parece expresar la paradoja entre avanzar y morir a la vez, avante a toda muerte.

Finalmente, si la fotografía y el sonido son elementos esenciales para la inmersión del espectador, el pausado tempo que imprime el montaje de Manuel Muñoz Rivas le aporta solemnidad a la experiencia. La impresión que se tiene cuando la sala se ha vuelto a iluminar es, por un lado, que será todo lo contrario a desperdiciar el tiempo si se le dedican al filme nuevos visionados. Por otro, que el mundo que retrata este documental sin narrador ni apenas voces es, a pesar de lo alucinado del tono, más cercano y real que cualquier telediario. Ni que decir tiene que también mucho más necesario.

Compartir el artículo

stats