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CONTRA LOS PUENTES LEVADIZOS

Amor 'ad-verbum'

Imagen de un corazón realizado con una Royal Typewriter. LA PROVINCIA / DLP

A los expertos en estas cuestiones les gusta decir que los adverbios tienen a veces una función abusiva, sobre todo los adverbios que terminan en -mente. La etiqueta es injusta y las cosas algo más complicadas. Los adverbios modifican, precisan o amplían el significado de un verbo, de un adjetivo o de otro adverbio. Son palabras invariables que no tienen un lugar fijo, pero suelen situarse generalmente junto al verbo (del latín ad-verbum), de ahí su nombre. Un adverbio de modo puede decir mucho acerca del carácter de una persona, como lo hace Ernest Hemingway en Fiesta: "Supongo que Brett simplemente quiso aquello que no podía tener... Empecé a pensar en Brett y mi mente dejó de saltar y comenzó a fluir como una especie de oleaje suave".

Viene todo esto a cuento porque ayer terminé de releer (y ya van cuatro veces) el libro de relatos Adverbios de Daniel Handler, publicado hace unos años por Tusquets. En él los títulos de cada relato están enunciados con un adverbio: Inmediatamente, Obviamente, Posiblemente, En particular, Brevemente, Profundamente, Gélidamente, Conjuntamente, Simbólicamente, Claramente, Naturalmente, Erróneamente, Realmente, A menudo, Apenas, Juiciosamente. El argumento común a todos ellos es el amor, o mejor dicho, el modo "en que el amor se manifiesta a pesar de todas las catástrofes". Ni que decir tiene que Handler sabe mucho de catástrofes. No en vano es el autor de la célebre saga literaria Una serie de catastróficas desdichas, escrita bajo el seudónimo de Lemony Snicket.

En Adverbios, Handler construye con sencillez un complejo edificio en el que los más variados matices del amor transitan por pasadizos inciertos y habitualmente accidentados: el amor heterosexual y homosexual, el amor juvenil, el platónico y otras "posibilidades amorosas" que no forman parte de las convencionales. No he conocido a nadie que, después de haberle recomendado este espléndido libro de relatos (Handler tiene dos novelas aún no traducidas al español, The Basic Eight y Watch Your Mouth), no haya sucumbido a su verdad y su belleza. Tiene la frescura de lo clásico, de lo que no se deteriora pese a muchas lecturas. De lo que permanece inalterable. "El milagro está en los adverbios, en el modo en que se hacen las cosas", como dice el autor. Tal vez por eso se puede leer sin riesgo de caducidad.

Pero sin duda donde Handler demuestra toda su maestría es en la construcción psicológica de sus personajes y, en particular, de esa fórmula adverbial que les lleva a enamorarse en los momentos y los lugares más improbables, como le ocurre al protagonista del relato que abre el libro, Inmediatamente, que se enamora del taxista que lo lleva a su casa después de romper con su novia: "El amor estaba en el aire, y los dos lo atravesamos de camino hacia la esquina. Lo inspiramos, sobre todo yo: el aire también venía cargado de olores y pájaros, pero era el amor, estoy seguro, lo que bajaba dando tumbos hasta mis pulmones, vecinos y confidentes del corazón. [...] Dicen que las cosas son de quien las encuentra, y yo deseaba que alguien me encontrara y me recogiera".

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