En 1993, Juan Carlos Fresnadillo me habló por primera vez de Esposados y ya entonces era en blanco y negro. Su condición de thriller con final de suspense nos empujaba por la senda del cine negro americano, pero tenía también marcados elementos de nuestra comedia latina. En las sesiones preparatorias de trabajo aparecían referencias a Alfred Hitchcock, a Perdición (1944) de Billy Wilder y, desde luego, a Luis García Berlanga, lo cual era muy estimulante. Negro: "Un hombre con una linterna busca algo en la oscuridad". Esto, que así decía el guión, decidí llevarlo a cabo con toda radicalidad. No quería el artificio de una oscuridad "iluminada". De manera que usamos la linterna como luz principal y casi única. Pintamos de negro las paredes, usamos negro en las sábanas y el camisón de Anabel Alonso y llenamos de humo las estancias para marcar el haz de luz. El resto lo puse literalmente en las manos (¡y en la boca!) de Pedro Mari Sánchez. Gris: Para las siguientes secuencias pedí a la directora artística, Tatiana Hernández, que pintara las paredes del cuarto de estar de un tono gris medio y que el empapelado estuviera también en esos valores. Me interesaba la "grisura" para contar la anodina relación de la pareja. Usé humo para crear en la casa una atmósfera polvorienta, algo espesa y claustrofóbica, y para fundir físicamente a los personajes con los elementos del decorado. Blanco: Tras la vorágine del golpe de suerte, el entorno ha cambiado. Del claustrofóbico apartamento anterior pasamos a un espacio frío e impersonal. Paredes blancas vacías, cama blanca, colcha y cortina en tonos claros. La idea era mostrarlos despegados del decorado; como fuera de lugar. Hice una iluminación deliberadamente plana para apoyar visualmente un desarraigo que se verá reforzado, cuando Antonio sale al exterior, con la sucesión infinita de chalets adosados de la urbanización a la que se han mudado.
