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CONTRA LOS PUENTES LEVADIZOS

Ver con el cerebro

El neurólogo y escritor británico Oliver Sacks. LA PROVINCIA/DLP

En su último libro, Arenas movedizas, el escritor sueco Henning Mankell, referente del boom de las letras nórdicas y creador del inspector de policía Kurt Wallander, asegura que a principios de 2014, tras noches sin dormir por lo que él creía que era una tortícolis, fue al hospital y tras unas radiografías le diagnosticaron un tumor cancerígeno en el pulmón izquierdo con metástasis en la nuca. Tras el shock inicial, le llevó "diez días con sus noches, con muy pocas horas de sueño, mantenerme en pie y no quedar paralizado por el miedo que amenazaba con destruir toda mi capacidad de resistencia". Mankell no entra en detalles sobre su enfermedad, pero es obvio que fue el detonante para que empezase a arreglar sus cuentas con el mundo. Sin adornos. Sin rodeos. Tal cual. Eso, y no otra cosa, es Arenas movedizas.

Al igual que Mankell, aunque no tuvo tanta suerte como el autor de Asesinos sin rostro, el neurólogo y escritor británico Oliver Sacks, fallecido recientemente a consecuencia de un melanoma ocular, o cáncer de ojo, con metástasis múltiple en el hígado, tuvo tiempo de arreglar sus cuentas con el mundo. Primero en un artículo publicado en The New York Times el pasado mes de febrero, titulado De mi propia vida, y segundo, en un libro autobiográfico, On the move, que Anagrama publicará en breve. En el artículo en cuestión, Sacks afirmaba que su enfermedad le había llevado en los últimos años a "ser audaz, claro y directo. [...] De pronto me siento centrado y clarividente. No tengo tiempo para nada que sea superfluo".

Sacks no guardó nunca similitud alguna con un autor de best-sellers; pero su libro Despertares (1973) logró el mismo éxito avasallador del que gozan algunos novelistas. En poco menos de un año, el libro se tradujo a varios idiomas despertando un interés creciente por sus historias clínicas, basadas en sus experiencias con pacientes y en vivencias personales (Sacks sufría agnosia visual o incapacidad de reconocer los rostros) a lo largo de su vida. Cuando parecía que su melanoma ocular iba a dejarlo ciego, descubrió que "no vemos con los ojos, sino con el cerebro; de ahí que muchas veces veamos cosas que no están delante de nosotros, cosas que a veces llamamos apariciones, fantasmas o visiones, que obedecen al término genérico de alucinaciones".

Sacks prefirió siempre moverse en el fondo de la escena como una aparición. Se describía a sí mismo como un viejo judío ateo, célibe y tímido hasta lo patológico. Algo que contrasta con el relato que de su vida hace en su libro autobiográfico On the move, donde arroja por primera vez una luz sobre su homosexualidad. En él, Sacks retrata con precisión quirúrgica y minimalismo hipnótico los sinsabores de su orientación sexual, que fue recibida por su madre con estas palabras: "Eres una abominación, ojalá no hubieras nacido". Podría parecer una simple anécdota, si no fuera porque detrás se oculta el dolor de ser "diferente", la agonía que suponía vivir dentro de un cuerpo erosionado a base de amores turbios porque el amor verdadero le estaba vedado. Hay que leerlo cuando salga. Se lo debemos.

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