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pensamiento

La 'resopó' catalanista

Jordi Canal critica el "victimismo ensimismado" y la idealización del pasado por parte de los catalanes en su libro 'Historia mínima de Cataluña'

Mas encabeza la ofrenda floral al monumento de Rafael Casanova con motivo de la Diada. LA PROVINCIA / DLP

Iba a escribir que con su pan con tumaca se lo coman; que vayan digiriendo a su antojo todo este enrarecido y abyecto proceso hacia la secesión, pero el problema es que también es nuestro problema. ¿Se imagina alguien una España sin el contrapeso de Cataluña, la única región capaz de poner nervioso al centralismo casticista y omnímodo de Madrid, la única con la que este se mide (C. Ronaldo vs. L. Messi, en cada uno de los ámbitos e instituciones), y, por ende, un espejo ineludible para el resto? Jaime Gil de Biedma, que tenía una raíz castellana y la otra barcelonesa, cifraba en el seny catalá y en la gauche divina, de oposición al tardofranquismo, el más idóneo pastoreo frente a aquel "intratable pueblo de cabreros?".

-Ah, pero es que si gana el independentismo, también servirán de modelo a las demás Comunidades Autónomas, subrayan los portavoces de la CUP, quienes, en este esquizofrénico guiñol del secesionismo camuflado de elecciones autonómicas, y en las antípodas del Junts pel sí de Artur Mas, han llegado a defender sin ambages la salida de Europa. Estamos ante la flagrante paradoja de que la sociedad española más 'naturalmente' europea y europeísta, pudiera abandonar la UE. Entre los efectos colaterales más nimios se podrían dar escenas tan patéticas, para el conjunto de los ciudadanos de este país, de vernos abocados a presentarles a los mossos d'Esquadra con tricornio de Tarragona el pasaporte que ya no precisamos en Helsinki, y a cambiar nuestros euros, en un restaurado paisaje sepia de casas de cambio, por pelas catalanas con el cuño del careto de Mas...

Si por algo me ha parecido siempre peculiarmente carismática y atractiva la sociedad del país catalá (antes de esa hipotética Catalonia, previsiblemente autoexcluida hasta de la Eurocopa y de Eurovisión) es porque, a años luz de cualquier otra, posee la mejor burguesía ilustrada de nuestro entorno, lo que resulta, a todas luces, sine qua non para el desarrollo de cualquier pueblo. Por eso, dudando incluso que sirva de modelo para sí misma, no creo que la posible secesión de una Comunidad integrada por más de dos millones de inmigrantes españoles (sobre todo, del sur peninsular, los célebres 'charnegos', a la zaga, por ejemplo, de los responsables del imperio de la editorial Planeta), y un millón más de inmigrantes extranjeros, pueda servir de referente para ninguna otra Comunidad del país.

Tan culta y tan hábil es esa burguesía ilustrada, en su perfecta articulación de fondo y forma, de pragmatismo y reflexión, que hasta un perverso sector de la misma ha sabido pertrecharse de una mitología histórica completamente ficticia, a su imagen y conveniencia. Como subraya el historiador catalán Jordi Canal en su imprescindible breviario Historia mínima de Cataluña (Turner), "es imposible fijar una fecha del nacimiento de Cataluña como idea, y su origen más cabal es muy reciente, a finales del siglo XX, para caracterizarse, a partir de entonces, como una cultura política altamente ensimismada y autorreferencial". Canal critica en su libro el hábil victimismo en el relato histórico de los catalanes, aquejado de una suerte de marginación por su escasa participación, a raíz de la unidad propiciada por los Reyes Católicos y en la empresa de la colonización de América, cuando, en realidad, Cataluña era sencillamente insignificante hasta la Revolución Industrial...

La verdadera conciencia autoidentitaria data, pues, del otro día. Pero eso es completamente irrelevante respecto al enrarecimiento y la abyección con que Artur Mas ha logrado reconvertir las próximas elecciones autonómicas del 27-S en una reválida de la consulta catalanista, semejante a una resopó trasnochadora y trasnochada. Se trata de una de esas siempre sabias costumbres de la sociedad catalana: la resopó. De imposible traducción al castellano, consiste en una especie de re-cena o pre-desayuno; un refrigerio que se da, por lo general, a altas horas de la madrugada, para aliviar los efectos etílicos y las hambres de todo tipo; de pronto, en celebraciones públicas y privadas, aparecen expositores con butifarras variopintas y toda ese envidiable espectro de exquisitez charcutera de los catalanes, sin olvidar, por supuesto, el irresistible invento del pan con tumaca, regado todo con cava de fin de fiesta. Mas sabe que se juega ahora el todo por el todo en esa resopó, que, de salirle mal el invento, significaría no sólo el fin de su carrera política, sino también la inspección a fondo de sus vínculos con las entretelas del pujolismo... En esta resopó, tras la borrachera política iniciada desde hace años y con su culmen del pasado mes de noviembre, Mas está a punto de elevar su copa de cava con la CUP, nada menos, que de no ser por la desarretada soberanía catalanista, es una formación con planteamientos, incluso, a la izquierda de Podemos. Y de no alcanzarse esa mayoría secesionista, desde Madrid se sumarán juntos a culminar la resopó Mariano Rajoy, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias...

Menudo maniqueísmo el de esta resopó para eludir los verdaderos problemas de fondo de la inanición social del conjunto de los españoles. Más espectáculo entre el Madrid y el Barça, promovido por ese superviviente mecano de la putrefacta plutocracia catalana. No lo digo yo; lo dicen al alimón voces tan autorizadas, y oriundas de la región, como Juan Marsé y Félix de Azúa. "Artur Mas es un perfecto madelman", caricaturiza el autor de El amante bilingüe, quien reconoce que lo no gusta ni una mica "la gran Cataluña que nos preparan el señor Mas y sus aplaudidores-muñidores". Mientras que Azúa, que ostenta el honor de haberse convertido en el primer refugiado del proceso secesionista, con su cambio de residencia de Barcelona a Madrid, subraya: "El nacionalismo catalán es una mafia que se ha hecho con el poder económico, y no hay manera de desbancarla, porque sabe que si la desbancan, va a la cárcel. En realidad, luchan a muerte para tener sus jueces comprados, su policía propia, etcétera". El espectro catalanista que concurre a las urnas el próximo 27-S representa, en fin, el paroxismo de la definición que dio en su día el politólogo Kenneth Minogue sobre los nacionalismos excluyentes: "Un cuento que empieza como La Bella Durmiente y acaba como Frankenstein".

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