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CONTRA LOS PUENTES LEVADIZOS

Nuestro hogar es Auschwitz

Un sobreviviente visitando Auschwitz. LA PROVINCIA / DLP

La última novela del escritor y naturalista Peter Matthiessen (1927-2014) que había aparecido en España, si no contamos las numerosas ediciones de su célebre El leopardo de las nieves (Siruela), era Far Tortuga (Seix Barral), una historia marinera en la que el lector se embarca a bordo de la goleta Lilias Edén con el capitán Raib Avers y una tripulación compuesta por ocho hombres en busca de tortugas en los cayos de Honduras y Nicaragua, las Islas Galápagos y la zona de Misquitos (Cuba). Far Tortuga tiene muy poco que ver con su novela póstuma En el paraíso (Matthiessen murió tres días antes de su publicación en Estados Unidos), que ahora publica Seix Barral, pero coinciden en su antropología filosófica y moral, la cual supone uno de los rasgos más característicos de su obra, de la que la misma editorial publicará próximamente Jugando en los campos del Señor y En la laguna Estigia y otros relatos.

Pese a su idílico título, En el paraíso tiene sus cimientos en el holocausto nazi. En 250 páginas, de una elegante y clara precisión, Matthiessen nos invita a entrar en un antiguo campo de concentración junto a otros cien hombres y mujeres de distintas nacionalidades que, en el invierno de 1996, se dan cita en el Vernichtungslager [Campo de exterminio] ("El nombre en sí ya transmite una barbarie y una depravación míticas") con el objetivo de rezar y meditar, mientras duermen y comen en las mismas instalaciones donde los oficiales de las SS asesinaron a millones de judíos. Entre los visitantes del campo, se encuentra Clements Olin, un profesor de literatura eslava del siglo XX que prepara una monografía sobre uno de los sobrevivientes, el escritor polaco Tadeusz Borowski, autor de Nuestro hogar es Auschwitz.

En el paraíso se lee de un trallazo. Y se nos queda algo así como un sabor agridulce en la boca. Porque, al igual que el protagonista, el lector descubre que no hay esperanza ni resurrección para las víctimas de la barbarie nazi. "Por el camino al Paraíso hay el paraíso", dice Olin, citando a Catalina de Siena, la monja dominica del siglo XIV para quien "toda la Creación está aquí y ahora". Todo es paraíso. Todo es vida. Y Auschwitz, Dachau, Buchenwald, Lublin, Belzec, Sobibor, Treblinka, Birkenau o Chelmno, el primer campo de exterminio que abrió en diciembre de 1941, son sólo las cloacas del paraíso.

La gran paradoja es que todas las civilizaciones han tenido sus cloacas, como se encargó de recordarnos Borowski en Nuestro hogar es Auschwitz (de la que, por cierto, hay edición española en Alba Editorial): "Trabajamos bajo tierra y sobre la tierra, bajo techado y a la intemperie, usando palas, picos y palancas. Trabajamos en la plataforma del tren, cargando sacos de cemento, colocando ladrillos o raíles del ferrocarril, vallando fincas, allanando el terreno con nuestros pies... Ponemos los cimientos de una civilización nueva y terrible. Ahora sé qué elevado precio pagaron otros en la Antigüedad. ¡Qué crimen espantoso fueron las pirámides de Egipto, los templos y estatuas griegas!"

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