La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Desde Caín, en la Tierra se mata

Martín Olmos relata la faceta asesina de la historia de la humanidad en 'Escrito en negro'

Desde Caín, en la Tierra se mata

Este año, el Premio Rodolfo Walsh, a la mejor obra escrita en castellano de temática criminal de no ficción, ha recaído en el trabajo Escrito en negro, del bilbaíno Martín Olmos. La obra se despliega a lo largo de la historia conocida de la humanidad, desde Caín al siglo XXI, narrando la vida de más de cuarenta homicidas reales. La fauna asesina que desfila por sus páginas no tiene desperdicio: los que les faltaba un tornillo -como Higinio Sobera, alias Pelón, allá en el México próximo al crack bursátil del 29-; los que no nacieron asesinos, pero la guerra los amamantó -léase Otto Skorzeny, el Hombre de Vitruvio de Hitler, al que "soñó Nietzsche y le puso música Wagner"-; los que tuvieron reservas ante el trabajo honrado y adquirieron por aficiones la cantina, la mercadería, las damas de moral dudosa y los dólares sin sudar -este grupo es legión-; los que pasaron de matar cinco en la realidad, a mil en la leyenda -Kid Billy-; los que nunca mataron a nadie, pero tenían mirada y puños de asesino -ay, de Ringo Bonavena-; los que mataron en masa -Bin Laden- o a calzón quitado -Margaret Thatcher-; los que lo hicieron por considerarse más inteligentes que el resto -Nathan Leopold y Richard Loeb- o porque eran tontos y no lo sabían, pues ni veían ni oían ni entendían y bailaban al son que les tocaban -Jefferson Ryolph Smith II, alias el Jabonoso-... Y así hasta superar las cuatro decenas de almas patéticas que murieron en la horca o en un callejón inmundo atravesados por una daga o una bala o, los menos, en la impunidad de una cama, la suya o la de otro u otra.

Si ese es el zoológico que nos muestra Martín Olmos en esta visita guiada por los asesinos de la historia, no es menos interesante el ritmo que sirve de envoltorio: del jazz al tango, de un candombe a la cumbia, del flamenco a los bailes tapatíos, del algún bailoteo folclórico de Jalisco a la macumba, de la danza del xaxado al boxeo, en el que "se riñe bailando". Bajo los acordes y los pasos de la música y los bailes, va diluyendo una crítica fina de los tiempos que corren, los que nos han tocado vivir, con un humor corrosivo: "un suceso con sangre y celos interesa lo mismo al bachiller que al patán, pero le suele dar vergüenza reconocerlo para aparentar elevación de espíritu e interés por la cultura clásica"; "la ley en los pueblos con campanario es maleable como un pellejo de vino"; "mandar a los protestones a reñir a una guerra [...] que les diese la ilusión de quitarse el hambre a base de comer patria" -a propósito de Galtieri y las Malvinas-; "practicó la bragueta escueta, la bayoneta en la vaina y la devoción por la mano incorrupta de Santa Teresa" -aplicable a cualquier general del franquismo, pongan ustedes el nombre-: "la literatura europea es mendigar prólogos, escribir columnas y gorronear cafés" -ay, pobre de mí-; "¿por qué para cualquier trabajo te exigen el graduado escolar y en la milicia el valor se te supone?" -pienso que este misterio requiere una reflexión más profunda-.

Después de estudiar a tanto criminal, nos faltaría cerrar con una pregunta: ¿llega el autor a alguna conclusión de las razones por las que se mata? La respuesta es rotunda: no. Ni siquiera se atreve a sintetizar en el clásico triángulo del dinero, el poder o la venganza. Es decir, no encuentra un denominador común. Simplemente nos deja la respuesta en el aire, como una especie de fenomenología del crimen. Así, desde Caín se mata por amor, por celos, por dinero, por negligencia, por un mal momento, por poca paciencia, porque se entendió mal un chiste, porque brilla (o no) la luna llena o porque la vida ajena se considera ganga, por escasa paciencia o porque van como locos [...] "se mata al marido por lo del butanero, a papá por lo de Edipo, al perro por terminar con la rabia y al vecino del pueblo de arriba por mear en el río. Se vive el sueño de matar al patrón, como se vive el sueño de la lotería. Se mata al símbolo rompiendo una estatua, que es iconoclasta". Lo único que tiene claro nuestro autor es que no sabe lo que pasa en Marte, pero en la Tierra se mata.

Nos encontramos ante uno de los mejores trabajos literarios y de investigación que circulan en el mercado y, además, muy divertido. No se lo pierdan. Me lo agradecerán.

Compartir el artículo

stats