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CONTRA LOS PUENTES LEVADIZOS

A corta distancia

La periodista y escritora Svetlana Alexiévich. LP / DLP

Combinar periodismo y literatura no es tarea fácil. Y si no, que se lo pregunten a la ganadora del premio Nobel de Literatura de 2015 Svetlana Alexiévich. La periodista y escritora bielorrusa es de las pocas que, a pesar de las trabas que ha encontrado en los gobiernos de Gorbachov, Yeltsin y Putin, ha sabido sacar adelante una obra en la que brillan con luz propia ambas disciplinas: La guerra no tiene rostro de mujer, Voces de Chernóbil: crónica del futuro o El fin del Homo sovieticus, que la editorial Acantilado ha anunciado que publicará a principios de 2016. Otros escritores han optado en cambio por quejarse como el personaje de Claudio, en Hamlet: "Soy como esos hombres que, sujetos a dos tareas, quedan paralizados, sin poder comenzarlas, desatendiéndolas a un tiempo".

Cada vez son más las editoriales españolas que apuestan por el género de la crónica o el relato periodístico, en una clara tendencia alcista, motivada por diversas causas, entre ellas el hartazgo y la falta de transparencia de los gobiernos o de cualquier otro agente político público o privado. Es lo que podríamos denominar como Hambre de realidad, por utilizar el título del libro de David Shields publicado por Círculo de Tiza, en el que el escritor americano proclama que "la novela ha muerto" y reivindica el predominio de memorias y ensayos: "Me gusta escribir cosas que estén a muy corta distancia de la vida. [...] Me gusta pensar que tienen más de novelas que muchas novelas".

Decía Simone de Beauvoir que "toda opresión crea un estado de guerra". También crea una literatura, una manera de contar y una manera de abordar las historias que están a muy corta distancia de la realidad. Bajo su apariencia periodística, Voces de Chernóbil es sobre todo gran literatura. El libro de Svetlana Alexiévich refleja las vidas de las personas que sobrevivieron al accidente nuclear: "No me dejaban abrazarlo. Pero yo... Yo lo incorporaba, lo sentaba... Le cambiaba las sábanas... Le ponía el termómetro, se lo quitaba... Le ponía y le quitaba la cuña. Lo aseaba... Me pasaba la noche a su lado... Vigilando cada uno de sus movimientos, cada suspiro. [...] Hacía entre veinticinco y treinta deposiciones al día. Con sangre y mucosidad. La piel se le empezó a resquebrajar por las manos, por los pies. Todo su cuerpo se cubrió de forúnculos. Cuando movía la cabeza sobre la almohada, se le quedaban mechones de pelo. Y todo eso lo sentía tan mío. Tan querido".

El estilo de Svetlana Alexiévich se caracteriza por una suma sencillez y agilidad y por la falta de dictadura de la autora que deja que los entrevistados hablen de forma espontánea y abierta. Tiene poco de periodismo convencional y mucho de una obra impregnada de un profundo sentido moral. D.H. Lawrence dijo en una ocasión que si intentamos fijar algo con clavos en una novela, o bien matamos la novela o ésta se levantará y se marchará con el clavo. En Voces en Chernóbil no hay nada de eso. Todo está sujeto por el maravilloso estilo de Svetlana Alexiévich, en estado de gracia, aunque su verdadera fuerza radica en las historias individuales que hay detrás de cada uno de ellos.

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