La Provincia - Diario de Las Palmas

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AMALGAMA

Hambre y milagros

Leandra Rebollo dejó el poco arroz preparándose con el agua hirviendo, y cuando volvió encontró la olla llena hasta el tope, aunque sin derramamiento del alimento

Una joven, a media mañana, en un bochinche popular, se nos acercó a un amigo escritor y a mí, para rogarnos poder utilizar las sobras de la tapa que había yo pedido y, con ello, salió contenta a devorar con fruición de hambriento un trozo de pollo que yo no había engullido. El 23 de enero de 1949, apenas saliendo España de la hambruna y la pobreza, estaba Leandra Rebollo, cocinera, en la Institución Benéfica de San José, en un pueblo extremeño, Olivenza, donde se hospedaban niñas y adonde acudían todos los días los menesterosos del lugar en busca de comida. En el mes de enero las donaciones escaseaban y sólo había menos de un kilo de arroz disponible para preparar en una gran caldera vacía. Leandra, preocupada, vertió el arroz en la olla y oró al beato Fray Juan Macías, un santo que había nacido en Ribera del Fresno. Dejó el poco arroz preparándose con el agua hirviendo y salió a hacer algo, y cuando volvió, para su sorpresa, encontró la olla llena de arroz hasta el tope, aunque sin derramamiento del alimento. Leandra salió maravillada a buscar al sacerdote, y cuando volvió había ya un revuelo en la cocina. Repartieron la olla en dos, ocurriendo que ahora las dos ollas se llenaron ante los ojos de las testigos, quedando rebosantes, y saliendo algunas a la calle gritando milagro. El fenómeno duró cuatro horas y llegaron a comer, se cuenta, más de trescientas personas. El suceso se conoció en el obispado de Badajoz, y de allí salió la noticia hasta el Vaticano, donde el papa Pío XII encargó dos comisiones de investigación, dirigida una por el obispado de Badajoz, y otra por el dominico Benito Gangoiti. Se enviaron muestras a laboratorios de Valencia, dictaminando los entendidos que con aquel arroz, 750 gramos inicialmente, no se podría haber obtenido más de 2,5 litros una vez cocido. Y la cosa no terminó ahí, sino que entraron en liza el profesor de química de Perusa, Giovanni Petrocini y ¡Pardiez! El famoso Angelo Bianchi, director del Instituto Universitario del Cultivo del Cereal en Roma, llegando a las mismas conclusiones. Veintiocho años después, el Vaticano admitió el milagro, en base a las testificaciones y testeos oportunos, siendo el único fenómeno de esa clase reconocido por la Iglesia después de los panes y los peces del mismísimo Jesucristo. San Juan Macías fue canonizado en 1975. Hay que entender que había nacido en 1585, falleciendo en Lima en 1645, y ya desde pequeñito tenía visiones con Juan El Bautista, y salvó a un cochinito que había caído en un pozo haciendo que el agua se rebosara, rezando a la Virgen María. En Lima hizo crecer una viga desencajada que amenazaba con no sostener bien una techumbre. Casos en los que se reproduce milagrosamente la materia los podemos encontrar, también, en el cojo de Calanda, a quien le creció una pierna amputada, aunque la historia es bastante larga, o el de la regeneración espontánea de la carne de la piel y de la cara destrozada por un lupus, tal y como pasó en Lourdes a Thérèse Rouchel. Cuando el hambre entra por la puerta el amor salta por la ventana. Cuando la miseria es gigantesca se produce el milagro.

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