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El pop recupera la frescura

La canaria Yanara Espinoza lidera a Papaya, el grupo revelación del pop español, cuyo primer trabajo, 'No me quiero enamorar' se sitúa entre lo mejor del año

El pop recupera la frescura

Fresca como una papaya. Así es la música de este fenomenal trío que lleva el apropiado nombre de esta jugosa y dulce fruta tropical y que está liderado por la canaria de ascendencia chilena, Yanara Espinoza. Un proyecto musical que ha dado lugar, por lo pronto, al fenomenal trabajo No me quiero enamorar (Jabalina), uno de los mejores discos del año sin ninguna duda.

En un momento en el que el mainstream sigue su lógico discurrir por sonidos vacíos y prefabricados, y cuando en el indie imperan los ejercicios de estilo y los experimentos previsibles y sin demasiada imaginación, escuchar a Papaya es volver a confiar en el pop como el mejor medio para crear música optimista, vital, saludable, que ayude a ver la vida de forma más agradable, divertida y juvenil.

Y es que Papaya ha logrado lo que la mayoría de los grupos musicales de este país llevan intentando los últimos años de forma infructuosa: regenerar el pop clásico de los sesenta y la new wave de los ochenta con una personalidad propia, con un talento espontáneo que convierte a cada tema de este álbum en una pequeña joya en la que aparecen de forma sutil influencias de todo tipo, siempre bien asimiladas, con el acento isleño de Yanara en primer plano, con un toque, por tanto, personal y exótico de cara al oyente.

Desmenuzar las canciones del disco es tarea complicada, porque si bien las referencias aparecen de forma clara, el grupo consigue convertirlas en un discurso propio, único, con una capacidad asombrosa para juntar géneros en principio antitéticos. Sin embargo, se puede afirmar que la mejor época de la movida madrileña, con ciertas reminiscencias de Alaska, aparece reflejada en la irresistible y melodramática Ahumar. El aroma mediterráneo, adornado con un manto de saturación guitarrera indie, se refleja en la envolvente, sensual y sinuosa No se dormirán. La reivindicación de la generación mod en plan Los Flechazos, aunque con un insólito y sugerente aire medio oscuro, es la esencia de Cosas fascinantes y sencillas donde se cita la frase que titula el disco. Joyas en las trompas tiene todo el encanto de las mejores bandas arty al servicio de un texto sexual y desacomplejado. El rey de las camas es otro sutil ritmo swing repleto de vitalidad por los cuatro costados.

Caballo de sal es una sinuosa y agradable letanía que hipnotiza y se incrusta en la mente del oyente durante un largo tiempo. El alimento del alma representa una inesperada y sorprendente incursión por los terrenos de la neopsicodelia y el after-punk más inquietante. Todo lo contrario que Obsesiones que recuerda la fijación matemática y el sentido del humor de los primeros Ciudad Jardín.

A Espinoza le siguen Sebastián Litmanovich de Cineplexx y Miguel Aguas, con quien formó Violeta Vil. Todo con la colaboración de Soledad, de Le Parody, a los teclados. En fin, un disco que roza la perfección, el comienzo de una carrera que va a dar que hablar.

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