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CONTRA LOS PUENTES LEVADIZOS

El gran Alexis Zorba

Fotograma de la película 'Zorba el griego'. LA PROVINCIA / DLP

El poeta inglés Percy B. Shelley dijo en una ocasión que "todos somos griegos". Y no le faltaba razón, porque la mayor parte de los elementos fundamentales de nuestra manera de ver y entender el mundo nacieron hace 2000 años en la antigua Grecia. No obstante, hasta la aparición del escritor Nikos Kazantzakis (1883-1957), la literatura griega, salvo algunas excepciones, se leía sólo en las aulas. Con Kazantzakis, la literatura griega salió por primera vez a la calle. La novela que obró el prodigio fue Zorba el griego, que estos días recupera el sello Acantilado, con nueva traducción de Selma Ancira, que ha trasladado a nuestra lengua, entre otros autores, a Pushkin, a Tolstói, a Seferis y a Yannis Ritsos. La de Ancira es la primera traducción de la célebre obra que sale vertida directamente del griego.

En Zorba el griego, que fue llevada al cine por Mihalis Cacoyannis en 1964, con Anthony Quinn e Irene Papas (es más popular la película que la novela, a pesar de ser esta última cien veces mejor), Kazantzakis destila las esencias hedonistas y a la vez trágicas de la civilización mediterránea construida sobre los pilares de la tolerancia. La novela narra la vida y andanzas de Alexis Zorba, un viejo operario de carácter vitalista y de costumbres paganas, que ejerce un gran poder de fascinación sobre el narrador, un joven intelectual que decide dejar de lado a Homero, Bergson y Nietzsche para explotar una antigua mina de lignito en Creta. Una vez allí, el narrador recupera su entusiasmo vital junto a Zorba.

Zorba es el anti Bartleby de Herman Melville; la historia de Bartleby le dice a los hombres que acepten su desolación, la de Zorba en cambio anuncia que todos los hombres pueden encontrar o elaborar una razón para todo lo que uno esté decidido a hacer. El carácter de Zorba está tan forjado por sí mismo como su alegría: "Él tenía", escribe el narrador, "lo que un escritorzuelo necesita para salvarse: la mirada primigenia que, de un flechazo, atrapa su presa en vuelo; el instinto creativo, cada mañana renovado, de mirarlo siempre todo como si fuese por primera vez, devolviendo la virginidad a los elementos eternos -viento, mar, fuego, mujer, pan- de nuestra vida cotidiana".

Para el autor de La última tentación de Cristo, la naturaleza es más rica que el arte; el arte no puede restituir la vida en su totalidad. Zorba, el primero de los grandes personajes literarios de Kazantzakis (el segundo es Jesús de Nazaret), resume toda su filosofía vital, que se caracteriza por disfrutar y vivir el presente: "La eternidad es cada uno de los minutos que pasan". En Zorba el griego, Kazantzakis se vale de las figuras del joven intelectual y del viejo operario, unidos por una amistad filial, para acentuar el vínculo entre dos edades que abren y cierran el ciclo de la vida. Zorba el griego es un canto a la vida, a la ingenuidad y a la ternura que espera todavía a su gran crítico, pues en modo alguno puede considerarse como tales a sus estudiosos cuya única tarea ha sido, por el momento, la de hacer exégesis y hermenéutica, la de interpretar y anotar, nada más lejos de lo que perseguía Kazantzakis con su obra.

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