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cómic

El retorno del apátrida

El nuevo álbum de Corto Maltés, publicado tras la muerte de Hugo Pratt, retoma las atmósferas aventureras de sus inicios

Una de las viñetas de 'Bajo el sol de medianoche' . LP / DLP

Hace poco más de un año, cuando todos estábamos resignados a que tras la muerte de Hugo Pratt no volveríamos a disfrutar de una nueva aventura de su personaje más fascinante, Corto Maltés, recibimos la noticia de que Juan Díaz Canales, guionista de la serie negra Blacksad, y el ilustrador Rubén Pellejero, conocido por haber sido el dibujante del genial Dieter Lumpen, estaban creando otra nueva aventura del mítico marinero.

Las expectativas que todos teníamos en este proyecto eran muy altas. Así que era fácil que nuestras esperanzas quedasen defraudadas. Afortunadamente, en Bajo el sol de medianoche reaparece un Corto Maltés que parece salido de la mente de Pratt. Nuevamente este apátrida por definición, pero con nacionalidad británica por nacimiento, se ve envuelto en una aventura en la que sus principios vencerán a su cinismo, erigiéndose en justiciero en un mundo en el que rige la ley del más fuerte.

En esta ocasión Corto Maltés se traslada de San Francisco a los territorios del Yukón y Alaska, tres años después de que en 1912, esta última fuera declarada territorio de los Estados Unidos, con lo que se trataba de una tierra tan salvaje como el lejano oeste un siglo antes. Por eso el cómic toma elementos del western, incluso la escena en la que las prostitutas participan en un tiroteo recuerda al filme de Clint Eastwood Sin perdón.

Como siempre, Corto Maltés se encuentra con todo tipo de personajes históricos. Uno de ellos es el explorador Matthew Henson, posiblemente el primer hombre en llegar al Polo Norte, pero que constituye todo un desconocido debido a que era afroamericano, por lo cual la sociedad le dio todo el mérito al jefe de la expedición Robert Peary. También aparece la reformista y pionera del feminismo nipón Yamada Waka. Curiosamente, y aunque el caudillo inuit Ulkurib no parezca un personaje histórico, este recuerda un poco al barón loco Roman Von Ungern Sternberg de Corto Maltés en Siberia, y su decapitación tras ser herido en la mandíbula es la misma que su admirado Robespierre. Tampoco es histórico que en el siglo XX la Hermandad Feniana, grupo independentista irlandés, siguiese intentando invadir partes de Canadá, por entonces dominio británico, para obligar al Reino Unido a conceder a Irlanda la independencia.

La única ruptura con el Corto Maltés que dejó Pratt está en que esta historieta es pura aventurera, lejos de la atmósfera esotérica de los últimos álbumes, con lo que vuelve a su primera etapa. Quizás la explicación está en que todo sucede un año después de lo ocurrido en La balada del mar salado, la primera entrega de la saga. Por eso la historia comienza como finaliza aquella, con Corto Maltés y Rasputín juntos. Entre las referencias a elementos de otras aventuras están una armadura de kendo de Jack London sacada del álbum La juventud de Corto Maltés. Sin embargo, se comete el fallo de asegurar que el novelista norteamericano era masón cuando en realidad era miembro de la misteriosa fraternidad Club bohemio.

Ciñéndonos al dibujo, Rubén Pellejero respeta el legado de Pratt pero muy sutilmente añade pequeñas pinceladas de su estilo personal. Es todo un placer que la resurrección de Corto Maltés haya sido obra de dos españoles, porque así hay más posibilidades de que la próxima entrega de la serie esté ambientada en nuestro país.

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