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La espiral se desenvuelve en Ítaca

El escultor de la generación de El Paso se instala en la capital grancanaria con la mirada puesta en su Fundación

El escultor Martín Chirino, en el salón de su domicilio. JOSÉ CARLOS GUERRA

Para Martín Chirino, "la espiral nunca se cierra. La espiral se desenvuelve". Así es como el escultor de la generación de El Paso describe su reencuentro con la capital grancanaria. Con Joyce como emblema, su regreso es como una nueva rotación de una espiral, metáfora de su vida y de su obra, que siempre ha girado en dirección a Ítaca, pero a cuyo regreso, ni la perspectiva de Ítaca, ni el propio Ulises, son los mismos. "Me siento como Ulises cuando, después de dar la vuelta a la tierra, regresa y se encuentra con que las cosas están igual o peor, pero tiene que seguir luchando", revela el Premio Nacional de Artes Plásticas y Medalla de oro al Mérito en las Bellas Artes.

Su nuevo domicilio se erige en lo alto del edificio racionalista del Hotel Parque, obra del arquitecto grancanario Miguel Martín-Fernández de la Torre, que mira a un tiempo al mar y al Parque San Telmo, en pleno corazón de la ciudad. "Es un espacio sencillo, como yo, sin grandes preocupaciones, pero que deja fluir las ideas; eso es lo que más me importa", señala Chirino, desde su salón blanco bañado por la luz y armonizado, en todos sus rincones, con su máxima del Less is more. "Además, me permite ver el mar y la gran controversia que me crea siempre, con ese horizonte que siempre quise mover y nunca pude desde niño".

Aunque sus raíces se inscriben en la reflexión esencial de su pensamiento y de su escultura, Chirino confiesa que "instalarme aquí ha sido, al final, mucho más dramático de lo que yo creía". "No es que tuviera idealizada a mi tierra pero, en cierta manera, regresar es como volver otra vez a empezar". Ya lo manifestó, con sus palabras, el poeta y humanista Fray Luis de León cuando, después de cinco años en prisión, regresó a la Universidad de Salamanca y retomó la lección por donde la había dejado: "Como decíamos ayer...".

"Tengo esa sensación de que he vuelto otra vez al principio de las cosas, pero no de la misma manera, porque el que ha cambiado soy yo", observa. "Ya soy un hombre de 90 años y eso significa no sólo mucho tiempo vivido, sino mucha reflexión; mi carácter está, evidentemente, muy moldeado, los años me vuelven más poroso, me facultan para entender y desentender pero, por fin, las preguntas y las respuestas están en el mismo nivel". "Y aunque nunca en mi vida he tenido planes porque, para mí, cada día es empezar de nuevo, y es reflexionar sobre lo que he hecho; mientras tenga posibilidad y mi cabeza siga rigiendo, seguiré creando, porque pienso que hay que morir con las botas puestas".

En Chirino, escultura y reflexión son la misma cosa. Su obra se forja en la polémica, en la contradicción de los orígenes y, desde este lugar, la espiral se envuelve y se desenvuelve, como la propia vida. Ahora que el rumor del viento sopla desde el Atlántico, el artista, que sabe que la Isla provoca tanta necesidad de huir como deseos de volver, incide en que "mi día a día aquí son pequeñas controversias diarias". "Mi bandera es Joyce, es lo que me va a salvar siempre en el centro de la misma polémica. Por eso digo que a Joyce hay que leerlo como pensamiento, no sólo como literatura", apunta el artista, tal vez uno de los pocos lectores que supo descifrar las claves oníricas de Finnegans Wake. "Desandar, deshablar, desentender, desoír, eso es Finnegans Wake. Y eso es lo que hago yo con mucha frecuencia para poder sobrevivir".

A pocos escapa que Chirino siempre ha mantenido un largo silencio en España como artista. En su lugar, dedicó sus años a la promoción de la cultura y a la creación y reflexión sobre su obra. Ese silencio aún enmarca la mirada de este artesano de la geometría y el viento, quien reivindica el pensamiento "en un país completamente dormido, que vivió durante años sometido al Prohibido pensar". "A mí me gusta relatar que, cuando Franco murió, yo empecé a sentir el alivio de la opresión y, ese mismo día, anuncié tranquilamente ante la prensa que, a partir de ese momento, iba a dejar de escuchar, iba a evitar toda represión y no querría saber nada de nada más allá de lo que yoverdaderamente pensaba", relata. "Aquello despertó pavor, risas y, claro, cierto enfado, pero era verdad lo que estaba diciendo: yo era un niño de la guerra que no quería vivir más dentro del mundo de la represión". En este sentido, el artista observa que "la generación de mis nietas tiene una suerte inmensa de vivir en libertad, con esquemas y hábitos completamente cambiados. Sus comportamientos son los de la gente de mundo, sin más prejuicios ni preocupaciones que aquello que quieran hacer o tener".

Cuando el entusiasta de Joyce sostiene que la búsqueda continúa ahora en el origen de su espiral, advierte de que "en Canarias hay muchas dudas no resueltas, que perduran en el tiempo y que a todos nos atormentan, y que tenemos que empezar a racionalizar y a resolver". Para Chirino, "el problema que tenemos en Canarias es identitario". "Saber dónde estamos es fundamental y es un fenómeno que nos tenemos que plantear. Piénsalo: ¿Quién me iba a decir a mí que con una espiral iba a llegar al mundo y girar alrededor de él? Una espiral inspirada en todo nuestro acervo, en lo nuestro, que es el leimotiv de toda mi obra." "No digo ahora que hagamos un arte mimético canario, al contrario, yo hablo de un arte universal en que el creador hable de aquello que le acontece de verdad, pero parece que en nuestra tierra eso puede ser hasta destructivo".

En este punto, el escultor se detiene, entrelaza los dedos y mira al horizonte, como si las respuestas aguardasen ahí. "Siempre ha habido una polémica mal entendida entre nosotros y creo que, a veces, nuestros artistas y personas de la cultura llegan a tener una desesperación poco frecuente ante la distancia y el aislamiento y yo creo que no es que haya que luchar contra eso sino, por el contrario, hay que soltarlo y difundirlo para que sea la vía que nos lleve hacia la posibilidad".

En este escenario, los pasos del escultor en la capital grancanaria siguen la trayectoria de su Fundación de Arte y Pensamiento Martín Chirino, inaugurada el pasado mes de marzo en el Castillo de La Luz, esa vieja fortaleza que se alza en el istmo de La Isleta y que ya funciona bajo la dirección de Jesús Castaño. "Quiero tener una implicación alta desde el punto de vista intelectual, además de creacional", afirma, toda vez que resalta: "Se llama de arte y pensamiento, eso tiene mucho calado". "Hablar de arte para mí aquí va a ser más o menos posible, pero me interesa mucho el plano del pensamiento, en el sentido de un pensamiento universal que existe, en el que me he instalado y en el que he podido trabajar, pero en el que también está contenida mi tierra. El proyecto que tenemos entre manos es conseguir que Canarias vuelva a resonar en el mundo".

Fundación

A comienzos de los 90 del pasado siglo, a mitad de camino de la espiral, Chirino se situó al frente del proyecto del Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM) y le infundió su impronta y vocación de tricontinentalidad, bajo el lema De Canarias al mundo. Un cuarto de siglo después, el artista afirma que "la Fundación es mi proyecto y el proyecto que tenía entonces para el CAAM es el que sigo teniendo para mi Fundación pero, esta vez, más ambicioso". "Me gustaría que se hablase no sólo de las artes, sino también de literatura y de pensamiento a través de un programa plural que englobe todo lo que ha significado la creación en nuestra tierra, para que empecemos a tener una personalidad definida dentro del marco en que nos tenemos que mover", anuncia.

Que el despegue de este tipo de centros museísticos suele verse envuelto en incontables polémicas no escapa a la experiencia del artista. Sin embargo, admite que, en el caso de la Fundación, "prácticamente todo ha sido un problema". "El asunto político es algo que me violentó mucho, muchísimo, me gustaría hacerlo público", declara. "Al final, todos estos partidos políticos tomaron la Fundación Martín Chirino como el centro de su propia polémica y nos pusieron en la picota sin entender lo que estábamos haciendo ni lo que queríamos hacer, porque ni siquiera sabían lo que significa la Cultura con mayúsculas, que es un problema de expertos", sentencia. "Y sin embargo, me vi debatido en muchos frentes e, incluso, me ofendieron mucho muchas declaraciones. Aquello me pareció doloroso, como poco, aunque entiendo que esta polémica, como alguna otra, va a morir conmigo, como le sucedió a Benito Pérez Galdós, sólo que él lo solucionó marchándose y nunca volvió", añade, con media sonrisa. "Siento que ya ha llegado la hora de que trabajemos en función de lo que pensamos y queremos hacer".

En este sentido, el proyecto de la Fundación Martín Chirino apuesta por propiciar un diálogo entre galerías y centros de arte, tanto públicos como privadas, en la capital grancanaria, para crear unas sinergias "que empiecen a colocarnos en esa perspectiva deseada por todos". "Además, eso es lo que presuntamente se me pedía cuando llegué a la Fundación", puntualiza. En su análisis del mapa artístico canario, Chirino se detiene en el museo de Vegueta que dirigió durante 12 años. "Antes que nada, el CAAM es indestructible". "El CAAM fue, realmente, un éxito que nadie ha podido truncar: se convirtió en un referente dentro de los museos españoles en el mundo y, por eso, sigue y seguirá existiendo. El CAAM tiene una solución y sólo hay que saber dársela para que vuelva a ser el centro que fue en su momento y que atendió a toda una proyección de Canarias en el exterior", afirma. "Cuando fue concebido en sus orígenes, el CAAM tenía unas estructuras muy claras pero, ahora, se echa de menos un consejo asesor importante integrado por gente de reconocido prestigio y, además, vinculante, de tal manera que la gestión esté entendida y sobreentendida desde aquí para saber en qué dirección se avanza".

Bajo la perspectiva de Chirino, "el centro dio un giro en un momento determinado y comenzó a comportarse como nuestros pequeños museos a la moda y realmente ocupaba un espacio que pertenecía a las galerías, actuando como un lugar de difusión local y, muchas veces, intereses particulares". "El problema ha sido no entender perfectamente la envergadura del tema que teníamos entre manos: el CAAM era Canarias para Canarias por Canarias en el mundo, esto es, desde el origen hasta el universo, pero ese origen es nuestra identidad", continúa el artista, "como he dicho antes, hay un punto identitario esencial que nosotros tenemos que tener muy claro porque uno no puede olvidar quién es, donde está, qué quiere y de dónde viene".

Una vez más, la espiral se envuelve y se desenvuelve, alrededor de su centro. "Canarias y ser; ser y estar; vivir en Canarias; encontrarse otra vez", reflexiona Chirino, en voz alta. "Uno vive desde el origen hacia el universo y este origen te demanda algo, ¿no? Ese sueño ha ido siempre conmigo y es el que he alimentado en mí y en mi obra. Una espiral". En esta nueva curva, el desafío se desenvuelve entre las murallas del Castillo de La Luz, en cuyos alrededores transcurrió la infancia del escultor en aquella España silente, donde el horizonte parecía imposible de alcanzar. "Hilvanar un discurso, hacerlo coherente, hacerlo explícito, polemizar si fuera necesario, esas son nuestras primeras metas", anuncia. A finales de este mes arranca una interesante programación de conferencias y seminarios, encabezada por el filósofo Francisco Jarauta, quien "viene a la Fundación con la misma pasión con que vino al CAAM". "Como me sucede a mí", concluye el artista.

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