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cómic

Luces y sombras del genio

'Caravaggio', de Milo Manara, ofrece una visión inédita del primer exponente del Barroco en la Roma de finales del XVI

Otra viñeta de la misma obra. LP / DLP

En el verano de 1592, un joven milanés llamado Michelangelo Merisi llega a Roma para trabajar en el taller de un maestro pintor. Se trataba del primer gran exponente del Barroco, más conocido por el nombre de un pueblo de Lombardía del que provenía su familia y donde vivió una temporada para protegerse de una epidemia de peste: Caravaggio. El protagonista del cómic no es sólo este pionero de la pintura moderna, sino, por las numerosas recreaciones arquitectónicas, la Ciudad Eterna, que vive un periodo de renovación tras padecer el saqueo de 1527.

También se describe cómo el papa y los nobles romanos habían creado pequeños ejércitos que a veces no eran más que bandas armadas que mantenían una gran rivalidad entre sí, hasta el punto de llegar a batirse en las calles. Por eso, el álbum tiene el significativo título de El pincel y la espada, ya que en esa sociedad tan pendenciera Caravaggio empleó tanto la herramienta para pintar como el arma blanca. Esta proverbial capacidad del milanés de enfrascarse en riñas articula parte de la obra, con una estancia en la cárcel incluida, hasta que el 29 de mayo de 1606 mata a Ranuccio Tomassoni y se ve obligado a abandonar Roma. No sorprende a nadie que el retrato de una sociedad tan violenta fuera dibujado por Milo Manara tras el éxito de Los Borgia. En esta ocasión, el italiano también es el autor del guión, lo que le ha llevado realizar una exhaustiva labor de documentación, a pesar de lo cual se toma ciertas libertades.

Por ejemplo, la reyerta romana ocurrió de noche y no a plena luz del día como aparece en el cómic y fue originada por una deuda y una partida de tenis, pero el autor se toma la licencia de imaginar una animosidad entre la víctima y su verdugo que arranca de su llegada a Roma. Manara muestra a Roma como un gigantesco burdel ya que su población masculina era mayoritariamente eclesiástica, es decir, estaba formada por hombres solteros. Sin embargo no hace referencia a la homosexualidad, ni siquiera a la del pintor, excepto cuando pinta al castrado español Pedro Montoya en Joven tocando el laúd, algo que hace que este Caravaggio se encuentre en las antípodas del retrato filmado por Derek Jarman. Manara lo muestra más bien como un asexuado admirador de la belleza masculina y femenina. En cuanto al dibujo, el autor consigue escenas espectaculares en las que es evidente que intenta recrear el estilo del artista, empleando la técnica del claroscuro, pero también se inspira en obras posteriores a él como las Carceri d'invenzione de Piranesi. Una nueva visión del pintor, bajo el prisma del noveno arte, diferente a las que conocíamos hasta ahora.

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