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AMALGAMA

René Girard y André Glucksmann

Cuando las comunidades salvajes entraban en crisis se producía violentamente la expulsión del causante, que podía ser real o un chivo expiatorio

Dos relevantes filósofos franceses han muerto, señalando casi el fin de un modo de pensar. Se trata de René Girard y de André Glucksmann. Este último fue exponente de una de las transformaciones del pensamiento vital más comunes en quienes reconocieron que la utopía comunitarista había fracasado. Glucksmann, nacido para el pensamiento en medio del mayo del 68, y desde una vertiente maoísta, como reacción a las barbaridades de la represión soviética, se viró contra su propia Francia tildándola de fascista. El tópico de siempre. Pero en 1975 ya espabiló y se dio cuenta de que el nazismo y el comunismo son hermanos en muchas más cosas de las que no lo son. Este viraje ha surgido en casi todos los intelectuales que han ahondado en la naturaleza de las cosas y que, dicho con prisa, han concluido en que es tal vez mejor el panorama salvaje de una selva desarrollada con la libertad natural, que el de gigantescos campos uniformes de trigo o soja, aburridos, y donde la igualdad por abajo, y la absoluta despersonalización, son lo que priman. En nuestro caso, ahora nos interesa más René Girard. Girard fue un filósofo que comenzó su andadura en los primeros 60, pero su acierto fue el de, con esa facultad rizomática de los pensadores franceses, construir un corpus de hechos no secuencial a la manera alemana, sino puntillista, de forma que en el fondo se vislumbraba una teoría fuerte, sostenida en una proposición igual de fuerte y simple: la mímesis. Girard razonó sobre múltiples disciplinas, la literatura, la historia, la antropología y los estudios sobre la Biblia. Fue un filósofo desordenado en el sentido de que los temas eran dispersos, como hemos dicho, pero en el fondo siempre una teoría mimética que predica que el deseo humano se traduce en mímesis o imitación: hay un modelo que se imita, y con la apropiación del mismo se gestiona la rivalidad y el conflicto. La misma dinámica produce antagonistas, el objeto pasa a ser la meta, el objetivo, y los rivales se disputan el mismo y pasan a reordenarse en función de su pertenencia o enfrentamiento al mismo. Este mecanismo se presenta también en los animales. Hay, pues, un acto de apropiación y otro de antagonismo, y ello se manifiesta tanto en contextos pacíficos como la estética y la educación, como en la violencia misma. Cuando las comunidades salvajes entraban en crisis se producía violentamente la expulsión del causante, que podía ser real o un chivo expiatorio, y la violencia quedaba encausada en los ritos y los mitos. Girard disiente respecto a que sea la diferencia la que marque un "filum" en la dinámica humana, en lugar de la similitud, la competición y la rivalidad mimética, tanto entre los individuos como entre los grupos, países y culturas. Girard analiza que Osama Bin Laden era socio de la CIA americana, y fue por apropiación de la mímesis y rivalidad con los americanos por lo cual terminaron siendo violentos antagonistas. En fin, loor a formas de pensamiento ya caducadas, como las de Eugenio D'Ors o Norbert Elias en campos muy diferenciados, e incluso podemos atrevernos a decir, como en el estructuralismo de Lévi Strauss o el postmodernismo de Deleuze y Guattari. Queremos decir, unas obras farragosas, sin mucho orden, con sucesivos momentos brillantes, y detrás de las cuáles se adivina una especie de clave simple, teniendo la cual, queda aclarada toda la obra, con lo que se muestra que el pensamiento es atómico, y basta una idea correcta para interpretar el universo. Hoy en día, sin embargo, el pensamiento filosófico está dormido. Pero ya despertará.

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