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ideas 40 años de la muerte de franco

El pensamiento democrático (1975-2015)

La tensión represiva valió de gimnasia a los ciudadanos para construir un pensamiento disciplinado a la vez que pobre y escolástico. Y en el exilio los pensadores e intelectuales se batían con éxito

Aranguren vuelve en 1975 a su cátedra tras once años de suspensión LA PROVINCIA / DLP

España fue, con la victoria de los militares en 1939, un país que defendió un fascismo débil, pasivo, propio, no expansivo como el alemán o el italiano, de forma que no tuvo que ser vencida, y caminó poco a poco levantándose de sus cenizas en un entorno menos hostil. El acierto del Dictador estuvo en que no intentó acabar con la religión cristiana, como sí lo intentaron Hitler y Mussolini, sino que la respetó e intentó presentarse como su defensor. Pero es que lo propio hacían los opositores en la clandestinidad, pues buena parte de éstos surgían de la entonces emergente teología de la liberación o, simplemente, de la defensa de los nacionalismos con la connivencia de la iglesia. La tensión represiva valió de gimnasia a los ciudadanos para construir un pensamiento disciplinado a la vez que pobre y escolástico. Y en el exilio, los pensadores e intelectuales se batían con éxito porque el sobrevivir fuera les obligaba a ser buenos en lo suyo y, a la vez, mantener la tensión con su lugar de origen. De esta forma en el interior había pensadores que podían parecer castrados en cuanto a la vanguardia, pero buenos en su armazón racional (Ortega y Gasset, Eugenio d'Ors, Vicente Risco, Xavier Zubiri, Julián Marías) y en el exterior los pensadores expresaban con riqueza sus argumentos porque tenían el añadido de la defensa de la libertad que se negaba (José Ferrater Mora, María Zambrano, Américo Castro, Claudio Sánchez-Albornoz). Visto con perspectiva, fueron igual de brillantes unos que otros.

En 1939 se fundó el CSIC, en Madrid, y frente a su edificio había un friso que establecía: "Hay que imponer, en suma, al orden de la cultura, las ideas esenciales que han inspirado nuestro Glorioso Movimiento, en la que se conjugan las lecciones más puras de la tradición universal y católica con las exigencias de modernidad. El emblema será, siguiendo y adaptando la tradición luliana, un arbor scientiae, que represente un granado". La inscripción, en loa al Dictador, se suprimió en agosto de 2010, setenta y un años después. Retengamos esta fecha.

Las tensión del "Nihil obstat" y el "Imprimatur" hacía que los títulos de las obras de los artistas fueran indicadores de una cierta represión: Carmen Laforet, Dámaso Alonso, Alfonso Sastre (luego filo-etarra), Luis Martín Santos o Carlos Barral, titulaban: Nada, Hijos de la ira, La mordaza, Tiempo de Silencio, Años de penitencia. A dos exiliados fuera de España se les concedió dos Nobel, Juan Ramón Jiménez, de Literatura en 1956, y a Severo Ochoa, de Medicina en 1959, y ya muerto el Dictador, a Vicente Aleixandre en 1977, en un claro gesto político.

Diez años antes de morir el Dictador, en febrero de 1965, se formó el escándalo de quitar sus cátedras a Enrique Tierno Galván, José Luis López Aranguren y Agustín García Calvo, y la tensión siguió subiendo en correlato a la situación europea que, a la vez, cabalgaba hacia el Mayo de 1968. Apenas faltaba el último estertor del Dictador y estaban preparados los novísimos, los jóvenes. Se llamaba novísimos en literatura a Félix de Azúa, Pere Gimferrer, Vicente Molina Foix, Ana María Moix, Leopoldo María Panero, Manuel Vázquez Montalbán? y en filosofía se les llamaba "jóvenes filósofos".

Gabriel Albiac, en junio 1978 (Revista de ciencias sociales "El Cárabo"), sobre el congreso de los Jóvenes Filósofos, decía: "La edad, en este caso, era lo de menos; todo lector atento de Wilde sabe perfectamente que para conservar perpetuamente la eterna juventud no se precisa más arte que la de repetir incansablemente las mismas tonterías. Por eso no creo que nadie entre nosotros concediera jamás valor alguno al dichoso calificativo jóvenes. Todos estábamos allí, una vez al año, por algo muy distinto a la edad."

Un artículo de Antonio Campillo, "La transición filosófica en España" (Revista Internacional de Filosofía Daimon, 2011), basado en la obra del sociólogo Francisco Vázquez, explica que el criterio de las generaciones lo tomó Ortega y Gasset de Dilthey, y luego lo popularizaron Julián Marías y Pedro Laín Entralgo: "y desde entonces ha sido utilizado de forma polémica por los propios agentes del campo filosófico español, sobre todo para oponer una autodenominada joven filosofía a una filosofía vieja o antigua. Esta apropiación de la etiqueta de juventud ha sido una constante a lo largo del último siglo, desde la generación del 98, que fundó en 1901 un periódico llamado precisamente Juventud, hasta los Congresos de Filósofos Jóvenes".

Hagamos un recorrido por los pensadores y sus propuestas en el que era el foro de referencia desde la Dictadura hasta bien entrada la era democrática. Se trata del anteriormente citado congreso anual de "Los Nuevos Filósofos"; las propuestas de 1967 a 1975 fueron: Estado de la filosofía en España; Trascendencia y libertad; La temporalidad; El método en la filosofía; El problema de Dios en la filosofía actual; Filosofía y ciencias humanas; La comunicación; Problemas actuales de la moral; Filosofía, ciencia, ideología; La filosofía española en la actualidad; El estatuto epistemológico de las ciencias humanas; Teoría y praxis; Filosofía e historia. Un nomenclátor cuyas preocupaciones muestran tímidamente el interés por el estado de la filosofía, la libertad y el problema de Dios.

Y entró España en una nueva etapa democrática, para, a partir de 1977 y hasta 1999, filosofar sobre los siguientes temas: Filosofía y enseñanza; El Poder; Imagen, símbolo, realidad; La utopía; Ilustración, progreso y sociedad; Naturaleza, ley, transgresión; Crisis de la modernidad y crisis del sujeto; El sentido: ética y estética; Eros y filosofía; Muerte de la modernidad; Tiempo y lenguaje; Filosofía y política; Filosofía y literatura; Filosofía y Dios; Filosofía y muerte; Filosofía y deseo; El azar, la seducción del caos; Creatividad y perversión; La Risa; Oriente y Occidente; Los horizontes de la filosofía actual; Occidente y el problema del nihilismo; Lo Trágico. El interés pasó a pivotar sobre el poder, el progreso, la transgresión, la crisis y, aunque parezca prosaico, el eros, el sexo y el deseo, pues el pensamiento comenzó a convivir con un ambiente de libertad sexual, en la que surgían a la vez desenfreno y síndrome de inmunodeficiencia. Recuerdo en 1987 un congreso al que acudí en la Menéndez Pelayo, sobre Filosofía y Sexualidad, dirigido por Fernando Savater, con Agustín García Calvo como personaje epónimo, donde se trataba de estudiar por cuántos orificios del cuerpo se podía generar placer, acompañados del Marqués de Sade. En un sentido menos lúdico, el caos como objeto científico de la filosofía, y Oriente y Occidente como objeto historicista y psicologista, terminaron por erradicar la filosofía escolástica del pensamiento. De hecho, Fernando Savater, el 20 de agosto 1976, y con motivo del congreso de Jóvenes Filósofos, decía, en "Los filósofos y sus complejos": "El de inferioridad, por ejemplo, es el que hay que ponerse si se va uno de científico, es un preservativo de modestia que desarma la triunfal exhibición de habilidades prácticas y positivas del brujo técnico: ¡Cuando llegaremos nosotros a su riguroso método admirado colega, si es que me autoriza a llamarle así! ¡Cómo formaliza usted criatura! No crea, yo puedo echarle a usted una manita en cuestiones muy generales, cosas de límites, de metodología, lo que haga falta... Con tan astuta exhibición de humildad, el filósofo sencillamente busca mantenerse. Convencido de que, antes o después, sólo lo científico, es decir, lo que se ha revelado útil a la producción, será subvencionado o incluso tolerado por el Estado, se proclama modesto colaborador del técnico teórico a fin de que éste le conceda su privanza cuando llegue la quema de haraganes conceptuales. La cosa tiene su lógica, aunque diversos acontecimientos parecen indicar que los tecnócratas cientifistas no consideran a los filósofos ni siquiera como tontos útiles, sino más bien como tontos perfectamente inútiles".

Ya en la actualidad, el problema se palpa con harta claridad en el espacio de la investigación y la docencia universitaria, con la creación de agencias de evaluación en las que, como dice Campillo, se "ha permitido al área de Lógica y Filosofía de la Ciencia, convertirse en la evaluadora de sus colegas en las otras áreas, y hacerse así con la hegemonía del poder institucional en el campo filosófico español".

En los años 2000 la democracia española ya está tan vieja como la dictadura. En 2014 la democracia cumplió los mismos 36 años que el Dictador estuvo en el poder. Si el impulso militar duró 36 años y, aún así, estaba ya caduco, no otra cosa va a pasar con el cuarentón régimen constitucional, y ello se nota en las tensiones políticas actuales. En junio de 1978, Gabriel Albiac, en "El Cárabo, Revista de Ciencias Sociales" y en torno al Congreso de Filósofos Jóvenes, decía: "En todo caso, en medio de la crisis profunda que nos sacude, tal vez vaya siendo hora de que los filósofos marxistas españoles comencemos a tratar de plantear, desde el principio, cuáles son nuestros proyectos, nuestros medios, las formas actuales de nuestra lucha por el marxismo, de nuestra lucha por la filosofía". Se llevaba el marxismo; hoy en día, Albiac se ha curado, y es un filósofo liberal, lo que significa un filósofo interesado por la libertad.

Y llegamos al comienzo de la deriva decadente de la filosofía democrática. A falta de contenido, la filosofía se emplea en debatir sobre lo obvio: género, deseo, y los conceptos vacíos de intersubjetividad u otredad, recargando el lenguaje filosófico de conceptos débiles y huidizos de las emociones fuertes de las que la vida está hecha. Siguiendo con el termómetro del Congreso de los Filósofos Jóvenes, en 1982, Encarnación Pesquero y María Isabel Doñate, en la revista "Aporía", describían que bajo el título "Naturaleza, ley y transgresión" se desarrolló el XIX Congreso de Filósofos jóvenes, que presidía Amelia Valcárcel. Participaron Victoria Camps proponiendo una nueva moral; Celia Amorós, con una conferencia sobre "Ley humana y ley divina", y la discriminación de la mujer reflejada en la aplicación de la dicotomía naturaleza-cultura. Antonio Campillo escribe: "Yo recuerdo haber escuchado a Gustavo Bueno hablar en tono despectivo de las chicas de Aranguren, precisamente para referirse a las cuatro filósofas citadas. Además, tres de ellas (Amorós, Camps y Valcárcel) han hecho una denuncia sistemática de la hegemonía masculina en el campo filosófico español y han luchado muy activamente no sólo para incrementar la presencia femenina sino también para introducir las cuestiones de género en el núcleo del debate filosófico".

La filosofía se ha convertido en una colegiata de filósofos salidos de la academia, con absoluta falta de experiencia vital, de un lado con una tendencia a la fragmentación, donde subcampos especializados y desconectados entre sí (Filosofía del lenguaje, de la mente, tecnología, teoría democrática, bioética?) marcan administrativamente las tareas, inutilizándolos para una visión amplia y con perspectiva, razón casi única por la que la filosofía existe. Y de otro lado a la filosofía, sigue Campillo, le ha afectado la mundanización, el surgimiento del filósofo asesor de la administración, o el filósofo periodista para la divulgación. En 2006 estuve con Luis Cencillo, en su Fundación en Madrid, en el transcurso de unos seminarios relacionados con el asesoramiento filosófico, que es ya la deriva de la filosofía en su grado postmortem. La filosofía se muda a constituir un sistema cuasi terapéutico, porque sus propuestas ya no merecen ser tenidas en cuenta en la sociedad sino en el individuo. En la Universidad de La Laguna, en 1999, estudiaban 294 alumnos, y en 2009 estudiaban 140, menos de la mitad de finales del pasado siglo. Y el interés sigue bajando.

En su estudio de la filosofía desde 1963 a 1990, el sociólogo de la filosofía Francisco Vázquez establece una cuarta y última etapa que comienza en los años ochenta y que viví tal cual: "Supone una derrota institucional de la filosofía oficial, el debilitamiento de sus nódulos renovadores (Rábade, Montero, Garrido y Bueno) y la conquista de la hegemonía institucional por parte del extenso nódulo Aranguren-Muguerza (en el que Aranguren fue un líder carismático y en el que Muguerza ejerció como líder organizativo)". La filosofía moral y política se aglutinó en torno a Muguerza y la revista Isegoría, y la lógica y la filosofía de la ciencia en torno a Echeverría y Quintanilla y la revista Theoria, y la estética, con Trías, Argullol, Azúa, Morey y Jiménez, en torno al Instituto de Estética y la revista Creación.

Llegó la invasión del pragmatismo norteamericano y la filosofía del lenguaje, los Quine y los Rorty. Pero con este tipo de filosofía, analizan Campillo y Vázquez: "Como ya preveía Muguerza en los años setenta, la filosofía analítica o científica en un sentido muy amplio, va camino de convertirse en la nueva escolástica de la España postfranquista". Y como la filosofía pervive entre los funcionarios, se ha vinculado a la evaluación, y ocurre que priman "los indicadores de calidad, la competitividad, la internacionalización, la transferencia de resultados, etc. Todos estos conceptos, pretendidamente neutros e indiscutibles, están sirviendo de pretexto para encumbrar a los nuevos burócratas y censores de la filosofía española, que han reemplazado el nacionalcatolicismo franquista y el rechazo carpetovetónico de todo lo foráneo, por una papanata bendición de todo cuanto proceda del mundo anglosajón, y un pedante menosprecio de la floreciente creación filosófica en lengua castellana".

Y así llegamos al páramo. Pablo Iglesias, sociólogo de la Complutense metido a político gregario, llega a decir hace unos días: "El acontecimiento fundacional de la democracia moderna es la Revolución Francesa, que inauguró las bases ideológicas de la modernidad que todos los demócratas compartimos? ¿Y saben cuál es el acto que simboliza la proclamación histórica de la democracia? Cuando a un rey, Luis XVI, le cortan la cabeza con una guillotina? ¡Cuántos horrores nos habríamos evitado los españoles de haber contado a tiempo con los instrumentos de la justicia democrática!". Ese es el pensamiento actual: buscar bronca. La placa fundacional del CSIC de 1939 se quita en 2010, y el pensamiento que surge en una sociedad débil, abstraída de toda creatividad, desprovista de autoestima y, por tanto, buscadora de lo foráneo en lo anglosajón, o resucitadora del marxismo por mera ignorancia de todo lo demás, también produce su contrario, argumentos nuevos, descarados y prestos también a la bronca, a la voluntad de poder, cunde la testosterona, y se reconstruye una antítesis de la tesis para salir inesperadamente de la contradicción de lo débil y decadente. Veamos el recientísimo ejemplo de Bernard Henry-Lévy, el 17 de noviembre pasado, en "La guerra, manual de instrucciones". Empieza: "Pues bien, aquí está la guerra? Primera ley: llamar a las cosas por su nombre. Al pan, pan, y al vino, vino". Señala: "la ingenuidad de Léon Blum, que en un famoso debate con Elie Halévy dijo que no lograba concebir ni la idea misma de una democracia en guerra". Indica: "Segundo principio: el enemigo. Quien dice guerra, dice enemigo. Y a ese enemigo no solo hay que tratarlo como tal, es decir (las enseñanzas de Carl Schmitt), verlo como una figura a la que, según la táctica escogida, se puede engañar, hacer dialogar, golpear sin hablar, en ningún caso tolerar, pero sobre todo (enseñanzas de san Agustín, santo Tomás y todos los teóricos de la guerra justa), darle, también a él, su nombre auténtico y preciso? merecen el nombre de fascistas. Mejor dicho: fascislamistas. Mejor dicho: el fruto del cruce que vio venir otro escritor, Paul Claudel, cuando en su Diario, el 21 de mayo de 1935, en uno de esos destellos cuyo secreto solo poseen los grandes, anota: "¿Discurso de Hitler? Se crea en el centro de Europa una especie de islamismo...". Y sigue: "¿Qué ventaja tiene dar un nombre? Poner las cosas en su sitio. Recordar que, con este tipo de adversario, la guerra debe ser sin tregua y sin piedad". Pide la neutralización de esa fracción enemiga que actúa en el territorio nacional: "Es lo que hizo Churchill cuando encarceló, en el momento de la entrada de Gran Bretaña en guerra, a más de 2.000 personas, a los que consideraba enemigos interiores? Y es, salvando las distancias, lo que debemos decidirnos a hacer hoy, por ejemplo prohibiendo a quienes predican el odio; vigilando más de cerca a los miles de individuos fichados y marcados con una "S", es decir, sospechosos de yihadismo". Blum, Halévy, Schmitt, San Agustín, Santo Tomás, Claudel? este es el tipo de vigor que traen estos tiempos al pensamiento que pronto podremos denominar? postdemocrático. Parece que la época de "thanatos" produce creatividad: "Pólemos pan pater esti".

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