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opinión

No es un problema de jóvenes

El debate de que los jóvenes desconocen lo que realmente significó el franquismo en la historia contemporánea de este país es siempre interesante, pero tramposo

No es un problema de jóvenes

La ocasión de postular o censurar la idea de que los jóvenes desconocemos lo que realmente significó el franquismo en la historia contemporánea de nuestro país es un debate interesante, pero tramposo. Recuerdo que el gran economista Vicenç Navarro criticaba en una de sus conferencias en la que fue mi facultad que los estudiantes españoles dominaban menos la historia de España que la mayoría de sus alumnos estadounidenses en la Universidad de Baltimore.

Aunque todas las generalizaciones tienen abismos -y es mejor que así sea-, el desapego actual hacia uno de los episodios más crueles de la historia de España es, con toda probabilidad, tan real como ese pasado. Sin embargo, la sombra de los 40 años de Dictadura es tan alargada que atraviesa los otros 40 años que se extienden desde noviembre de 1975 hasta hoy. Por eso, esa desmemoria que hoy aqueja a España es especialmente peligrosa, porque anula las bases y los porqués sobre los que se cimienta nuestra sociedad.

Sin ánimo de incurrir en victimismos ni de tirar piedras sobre el propio tejado, el marco educativo de la supuesta "generación más preparada" apenas concentra un siglo de nuestra historia más reciente en unas pocas horas lectivas -luego, muchos recurren a otros canales de formación, que los hay-. Esto tiene unas consecuencias, pero esa laguna sólo ahonda en el fenómeno de la desmemoria, no la origina.

A pocos escapa que aquel pronóstico de Franco de que "en España estaría todo atado y bien atado" tras su muerte no resultó tan cierto, pero eso no quiere decir que nuestros conflictos más esenciales estén hoy desanudados. El hispanista británico Paul Preston denuncia en su biografía de Franco que "para asegurar una transición hacia la democracia sin derramamiento de sangre, un amplio espectro de españoles se avino a lo que entre los políticos profesionales se conoció como el pacto del olvido". Y por esa herida, se precipitaría todo lo demás.

A diferencia de otros países que también sufrieron las peores dictaduras, como Argentina y Chile, no ha habido un proceso de revisión real en España, ni siquiera en el transcurso de estas cuatro décadas, porque el problema de España no es un problema generacional sino, en todo caso, educacional y es, sobre todo, un problema de memoria histórica.

Algo así sostuvo el escritor Gregorio Morán, quien visitó recientemente el Club LA PROVINCIA con motivo del ciclo El final de la dictadura: 40 años de libertad. Para abordar la idea de la desmemoria, apeló a esa polémica expresión alemana acerca del nazismo, que decía: "Ese pasado, que no quiere pasar". "En España, el pasado no es que no quiera pasar, es que ni ha pasado. Se ha borrado, incluso, de la historia".

Parece que, en ciertos aspectos, nuestro imaginario sigue fondeando en aquel pueblo andaluz de Villar del Río en ¡Bienvenido, Mr. Marshall!, una sociedad empeñada en negar la realidad, proyectarse hacia fuera y no mirarse dentro. Precisamente, en una de sus últimas apariciones públicas, ya aquejado de alzheimer, Luis García Berlanga exclamó: "Yo pensaba que lo más jodido de mi vida había sido la censura de Franco. ¡Pues no! Lo más jodido es la pérdida de memoria".

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