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Entrevista.

Vicente Ferrer: "No hay críticos que valoren la obra de los ilustradores de libros"

"La política interesa a los niños porque también interesa a sus padres; los padres hablan y ellos escuchan y se forman también sus ideas" afirma el cofundador de la Editorial Media Vaca

Vicente Ferrer: "No hay críticos que valoren la obra de los ilustradores de libros"

Se describe a sí mismo como un editor loco. Un ejemplo escogido de su locura, ¿ podría ser la publicación de un "diccionario de palabras favoritas que puede leerse como una novela"?

La verdad es que, en mi ingenuidad, cuando empecé a hacer Mis primeras 80.000 palabras no imaginé que terminarlo me costara un esfuerzo tan grande. Este libro es muchas cosas. Además de una novela es un diccionario y un catálogo de ilustradores que me gustan. También quiere mostrar qué anodino es generalmente el panorama de la edición de libros infantiles, que se guía por criterios puramente comerciales. Pero en realidad, todo editor tiene un punto de locura, porque trabaja con un material que interesa a muy pocas personas y cuya vida es muy precaria. Este libro es un buen ejemplo de nuestra labor. Creo que un editor convencional nunca lo hubiera podido acometer. Para un equipo editorial sería implanteable, porque no es rentable. Solamente el disfrute personal permite llevar adelante un trabajo de esa envergadura. Son años de nuestra vida.

Uno de las aspiraciones de Media Vaca es contribuir a educar la mirada de los niños.

Solamente hay que entrar en una biblioteca infantil, por ejemplo, para ver la cantidad de libros ilustrados que hay. Pero yo creo que la mayor parte de esos libros ilustrados no soportarían una crítica desde el punto de vista visual, una crítica rigurosa. Porque muchas imágenes no dicen nada; dicen lo que dice el texto; o lo contradicen. Muchas imágenes se crean solo por un afán de belleza que a veces es dudoso, porque realmente no son imágenes bellas, sino estereotipadas. O imagenes copiadas; imágenes, en definitiva, sin mucho interés. Pero esto tiene que ver con la profesión del ilustrador, con el modo en que se desarrolla. Los ilustradores no están considerados como autores, cuando sí lo están las personas que escriben los textos en esos libros.

Con frecuencia, todos los estantes de las librerías están ocupados por novedades de calidad desigual. Y el librero no suele tener criterio para orientarnos.

En las librerías no existe el fondo de libros infantiles. Solo se encuentran unos cuantos clásicos que se reeditan o imprimen cada cierto tiempo. Pero esos modelos clásicos suelen ser extranjeros. Además, no siempre se encuentran fácilmente. Libros como los de Maurice Sendak o Tomi Ungerer... títulos contados. Pero a pesar de todo, las grandes referencias del mundo de la ilustración no son conocidas por el gran público. El más cotizado, el que ha llegado a entrar en los museos, el que tiene carta blanca para hacer el trabajo que le apetezca, sigue siendo un completo desconocido. Eso quiere decir que, a la hora de la verdad, los editores no se guían por el prestigio del ilustrador, sino que confiarán en cualquiera que pueda resolver la papeleta cobrando menos. Porque el hecho de ser un nombre conocido, teniendo en cuenta que nadie lo es, no garantiza un cierto número de ventas. Piense, por el contrario, en el prestigio que da el prólogo de un escritor famoso a un autor novel.

En Alfabeto sobre literatura infantil

Podría decir qu este libro representa un programa para nosotros. En cada uno de nuestros proyectos buscamos los recursos del humor, ya estén más o menos escondidos. Es bonito recordar esas palabras sobre el gag; y está muy bien hablar de humor y poesía porque, además, todos los libros para niños tienen estos ingredientes. Parece que para divertir a los niños lo más apropiado es siempre usar palabras en diminutivo y cosas como muy tontas, pero hay niños a quienes todo eso les parece muy tonto igualmente. Creo que hace falta esforzarse mucho para hacer algo realmente divertido para niños. No es fácil. Los niños son personas sociables y están deseando que te dirijas a ellos y les propongas un juego; pero ese juego tiene que tener cierta altura. Bueno, eso Lewis Carroll lo trabajó hasta el paroxismo. Sus juegos eran de una sofisticación tremenda; de hecho, solo las niñas podían seguirlo, porque los niños eran más directos, más brutos. Esto lo he constatado yo. Las mujeres, en general, hacen de la lectura un juego más interesante.

Empiezo a sospechar que tampoco deben sobrar los críticos de libros ilustrados.

Yo solo conozco dos personas que escriban de manera crítica sobre libros infantiles. Son Ana Garralón y Gustavo Puerta. Por ejemplo, casi nadie escribe mal de un libro ilustrado, o de un libro para niños, porque la mayor parte de las revistas o periódicos que admiten estos comentarios están financiados por las propias editoriales que publican esos libros. Entonces, cuando no se sabe qué decir se escribe: las ilustraciones son expresivas, el color es vivo, el ilustrador es interesante... es un trabajo arriesgado... Bueno, el diccionario de frases hechas de Flaubert estaría lleno de estas cosas que no ayudan nada a entender. Y sin embargo, ¿Por qué hay crítica de cine y no hay crítica de imágenes en los libros? El trabajo es un poco parecido. O sea, el trabajo de composición, el trabajo de puesta en escena. Te enfrentas a un texto literario igualmente. El ilustrador elige qué momento es el que retrata, sitúa su cámara en ese lugar, viste a sus personajes. Pero sobre esto nunca hay comentarios. Otros dos factores que explican la falta de críticos es que, quienes escriben sobre estos libros, apenas saben nada sobre la trayectoria de los ilustradores. Y otro es que no se hacen exposiciones de libros ilustrados.

En la colección 'Libros para mañana' encontramos un libro sobre las clases sociales. ¿Hemos dejado de llamar a las cosas por su nombre?

Los cuatro libros de esta colección fueron publicados entre el setenta y siete y el setenta y ocho. Nosotros solo hemos cambiado las ilustraciones; los textos son los mismos que entonces creó el equipo Plantel. En Hay clases sociales el ilustrador es Joan Negrescolor. Él nació el mismo año que se publicó el libro por primera vez; y su hijo ha nacido mientras él lo ilustraba de nuevo. Así que, bueno, cuando Amets sea mayor, quizá este libro siga estando vigente, porque parece que las cosas no cambian mucho. La diferencia se encuentra en que antes se hablaba de clases sociales con naturalidad y hoy parece que el tema molesta, porque la gente no se considera de ninguna clase. En su momento me preguntaron si estos libros podrían publicarse hoy. Esto es terrible, ¿no?

Puede que lo hicieran porque solemos subestimar a los niños.

Así es. Y es llamativo, porque todos hemos sido niños. Yo le dije que la política interesa a los niños porque interesa a los padres; hay padres hablando de política y los niños los escuchan; y ellos también se forman sus ideas, porque ven la televisión y la televisión está por todas partes. Esas cosas pasan. No puedes evitar que sea así.

Mis primeras 80.000 palabras es, después de todo, un libro muy útil. Nos invita a descubrir cuánto necesitamos algunas. Mis primeras 80.000 palabras

Mucha gente tomó en serio este juego y otras personas, no. Claramente, algunos ilustradores eligieron lo primero que les vino a la cabeza. Hubo de todo. Pero el grado máximo se dió en una persona que me dijo: qué bien que me hagas esta invitación porque justamente tengo una palabra que es mi favorita de siempre, y nunca he sabido qué hacer con ella. Y tener la posibilidad de ilustrarla y que esté acompañada por otras palabras favoritas me pone muy contento. El ilustrador es Calpurnio, el autor de Cuttlas y la palabra es "imbunche". Me contó que, desde que la leyó, esta palabra se convirtió en...

¿Qué palabra aportaría?

No lo sé. [Risas] En su momento sí pensé en muchas palabras. Ahora mismo diría "horizonte"; se me quedó ahí, flotando, mientras reunía las 333 palabras del libro.

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