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Seis décadas, del esplendor de las big bands al éxito del pop

Repasar la trayectoria musical de Frank Sinatra y destacar sus trabajos más emblemáticos puede ser una labor audaz se mire como se mire ya que se trata del crooner por antonomasia o el cantante más importante de la historia.

Además, el artista norteamericano atravesó por tres fases muy distintas durante su vida. Porque si bien se consolidó como cantante en su etapa Columbia, que comenzó en 1943, el periodo más celebrado de sus grabaciones es el que compartió con el sello Capitol, entre los años 1953 y 1961. Aunque fue a comienzos de los años sesenta cuando puso en marcha su propia compañía, Reprise.

Técnicamente, Sinatra se caracterizó por su cuidada precisión en el fraseo y un gran dominio del control de la respiración con un rango de voz próxima al de bajo-barítono. Su repertorio se basó en la obra de los más importantes compositores de entonces como Jimmy Van Heusen, Cole Porter, Sammy Cahn o George Gershwin, y su estilo sintetizó quince años de influencias mutuas entre la música de tono jazzística y el pop.

Tras actuar como vocalista de la orquesta de Harry James y Tommy Dorsey, entre los años 1939 y 1942, Sinatra graba con dos orquestas de la American Federation of Musicians durante el periodo de Columbia, entre 1943 y 1952, bajo la dirección musical de Stordhal. Es entonces cuando el cantante se consolida como el artista más importante del momento coincidiendo con la decadencia de las big bands, y abriendo las puertas a una nueva era de la música popular cuyo dominio correspondía a los vocalistas. El trabajo de Sinatra para Capitol se materializó en entender el potencial del disco como medio de expresión artística en sí mismo, y no como una mera recopilación de canciones, creando álbumes conceptuales a partir de la agrupación de canciones vinculadas bien por el tema o el tono relajado, swingueante o romántico, y utilizando para ello las grandes canciones populares de los años 30 y 40.

De esta época habría que destacar In the wee small hours (1955) que reúne dieciséis temas cortados por el patrón de la melancolía, en los que el cantante exhibe una depurada técnica vocal. Se trata de un disco esencial en la historia de la música ya que convierte al álbum en algo más coherente, sostenido mediante la selección de las canciones en función de una unidad temática y adelantándose diez años a los Beatles en esto. También resulta fundamenta Songs for swingin' lovers (1956) ya que contiene alguno de los temas más celebrados de la carrera del cantante, como I've got you under my skin y You make me feel so young, que brillan con los arreglos del Nelson Riddle. Come fly with me (1958) fue en discos el que Sinatra crea una obra conceptual al proponer un viaje a través de canciones que traten de lugares tan distantes entre si como la isla de Capri, Vermont, Nueva York, París, Brasil, Hawai o Chicago y donde encontramos, a partes iguales, canciones de swing, baladas y blues. En Come dance with me (1959) el cantante mostraba su lado más humorístico invitando a la audiencia a seguirle a ritmo de swing y recordando los tiempos en los que ejerció de vocalista de orquestas de baile, que fueron la escuela de su inconfundible estilo. Come swing with me (1961) fue una de las colaboraciones más felices con Bill May, cuyos arreglos orquestales alcanza aquí una de sus más espléndidas cotas y donde Sinatra luce su madurez en temas radiantes como Day by day, Lover y On the sunny side of the street.

En los años sesenta, la irrupción del rock and roll y grupos como los Beatles, provocaron que parte de la industria discográfica quisiera relegar la música de Frank Sinatra a música de adultos. Es la etapa de Reprise en la que el artista realizar muchos experimentos y fusiones que no fueron bien visto por algunos puristas. Sea como fuera, Sinatra consiguió con Strangers in the night (1966) modernizar su estilo, más acorde con la década de los sesenta, sin perder ni un ápice de su identidad. Para ello, se introdujeron baterías de gran potencia y un órgano electrónico, interpretado por Michael Melvoin omnipresente en todo el álbum, otorgando a todas las grabaciones el sonido limpio y fresco característico de la época. Poco después, el artista sorprendía a propios y extraños con Francis Albert Sinatra & Antonio Carlos Jobim (1967) grabado con el músico brasileño Antonio Carlos Jobim y que a día de hoy está considerado como uno de los más personales de su producción. Se trata de un trabajo en el que el norteamericano lleva la bossa nova a su terreno para interpretar joyas del género y adaptar a ese estilo clásicos de su país. Todo con la ayuda maestra del brasileño y los elegantes arreglos de Claus Ogerman.

Otro disco imprescindible es The Reprise years (1991) que recopila dieciocho temas que recoge los éxitos de la parte final de su carrera, incluidos la canción de la película New York, New York y la emblemática My Way, una versión de Comme d'habitude de Claude François que a la postre quizás sea su canción más conocida

Duets (1993) es un disco en el que intérpretes de varios géneros, que van de Bono a Julio Iglesias, pasando por Aretha Franklin y Barbra Streisand, unen sus voces a los clásicos de Sinatra, a quien ni siquiera llegaron a ver físicamente. Una astuta operación comercial que, afortunadamente, supuso un gran éxito de ventas, y que sirvió para presentar las canciones de Sinatra a una nueva generación.

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