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Comunidades imaginadas

Benedict Anderson explicaba los factores nacionalistas en un contexto metodológico de materialismo histórico, y define nación como una comunidad política imaginada

Comunidades imaginadas

Ha fallecido Benedict Anderson, politólogo e historiador irlandés, profesor en la Universidad Cornell. Anderson es uno de los estudiosos del nacionalismo postcolonial, una época ya amortizada en la que la justicia se medía por el grado emancipatorio, aunque luego mantenía su tensión con un imperialismo internacionalista, principalmente de corte comunista, puesto que el internacionalismo mal llamado capitalista, del denominado mundo libre, nunca necesitó ideologías y nadie lo inventó. Obra crucial de Anderson es Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism, de 1983. Pone como ejemplo de las comunidades imaginadas, basadas en el capitalismo de imprenta y en las lenguas vernáculas, el símbolo de las Tumbas del Soldado Desconocido, que no existe, pero todos le rinden pleitesía. Como no podía ser menos en esa época, Anderson explicaba los factores nacionalistas en un contexto metodológico de materialismo histórico, y define nación como una comunidad política imaginada. Esa comunidad imaginada se sustenta en el acceso a una lengua vernácula, a la existencia previa de derecho divino en las monarquías que anteceden a la instauración de las naciones, y al "print-capitalism" o apoyo en la imprenta para cohesionar dichos sentimientos grupales. Anderson defendió que el nacionalismo europeo es hijo de los procesos postcolonialistas del resto del mundo. En el análisis de Anderson existe una intención imitativa, de forma parecida a cómo lo analiza el filósofo René Girard cuando estimó que la forma de desarrollarse la dinámica grupal es la mímesis o imitación como expresión del deseo humano, de forma que hay un modelo que se imita, y con la apropiación del mismo se gestiona la rivalidad y el conflicto, se producen antagonistas, los rivales se disputan la meta y pasan a reordenarse. Esta sería una forma de explicar el surgimiento del nacionalismo en Europa, de manera que los modelos de estado generados entre 1778 y 1838 con la independencia de las naciones de ultramar son los que pasan a ser modelos de los nacionalismos que surgen dentro de los estados de las metrópolis. Anderson advierte unas características fantásticas atávicas en los nacionalismos que surgen desde el siglo XIX, lo cual ha seguido ocurriendo hasta la actualidad. El nacionalismo es una fuerza irracional e imaginada que despunta elevando los orígenes a mitos fundacionales increíbles, afectándose de delirio de grandeza. Sin embargo Anderson, al estudiar el fenómeno de los imperios multiétnicos, es decir, de aquellos nacionalismos que son capaces de aunar diversas etnias en una sola consigna de pertenencia, advierte que se trata de una energía en funcionamiento a la que se le puede cambiar su etiqueta de origen. Las dinastías europeas, balcánicas, de Europa Central, o de Europa Oriental se reidentificaban sobre bases nacionalistas y con ello adquirían una nueva cohesión que servía para seguir adelante. Estas contradicciones causaron problemas críticos en los imperios multiétnicos, pero es indicadora de que todo se trata de una adhesión grupal, atávica, que es intercambiable conforme a la conveniencia histórica. En fin, las comunidades se imaginan, como dice Anderson, y el delirio puede llegar, como en la actual Cataluña, a querer cambiar la historia y reidentificar a Colón, a Cervantes y a Santa Teresa como catalanes, como ha dicho el filólogo Jordi Bilbeny: que Cervantes procedía de la familia Servent, de Xixona, y escribió el Quijote en catalán, que Cristóbal Colón nació en Cataluña y partió de Gerona, y que Santa Teresa fue abadesa del monasterio de Pedralbes, en Barcelona.

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