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Rilke y el mundo de ayer

Wiesenthal penetra a través de una caudalosa biografía en el trasfondo de la vida y la obra del poeta praguense, aportando detalles hasta ahora desconocidos

Rilke y el mundo de ayer

Para los que no tenemos la fortuna de poder leer en lengua alemana, Rainer Maria Rilke es un verdadero arcano. Algunos de sus versos, como escribe Mauricio Wiesenthal, son mensajes cifrados de un ultramundo que en las traducciones llegan por lo general inevitablemente alterados o triturados. Se pueden sentir pero no manipular, no admiten filtraciones que los despojen de la espiritualidad de su auténtico significado. Las veladuras están presentes en las voces, en los adjetivos, como en ningún otro poeta. Inventa palabras nuevas que resultan imposibles de trasladar a otro idioma, como sucede con Las elegías de Duino.

Wiesenthal explica en la introducción de El vidente y lo oculto cómo no ha pretendido en su voluminosa biografía de más de mil páginas del poeta adorado por las mujeres y bendecido por los mecenas repetir el ensayo guiado por la devoción de otros autores como Donald Prater o Wolfgang Leppmann, ni abusar del análisis de su obra, sino enmarcar su colosal vida en el gran fresco de la cultura europea del siglo XX que ya había emprendido en otros trabajos suyos anteriores, Libro de réquiems y El esnobismo de las golondrinas. Pocos escritores vivos atesoran el conocimiento del mundo de ayer de Wiesenthal y no tantas son las vidas de los grandes artistas dignas de novelar, al menos en la medida de Rilke, un ser, como dice su biógrafo, distante, contradictorio, psicológicamente complejo y muy inadaptado al mundo que le tocó vivir: un antimoderno angélico hasta la afectación, y, a su vez, autoritario y severo. Odiado y venerado, al mismo tiempo, por los poetas.

El joven esteta neurasténico que a finales del otoño de 1902 recibió una carta de un cadete militar de diecinueve años llamado Franz Kappus, aspirante a escritor, adjuntando algunos de sus poemas y solicitando orientación y asesoramiento sobre la vida literaria que estaba emprendiendo, era el mismo recién llegado a París para componer una monografía sobre el escultor Auguste Rodin que iba suponer un punto de inflexión en sus métodos de trabajo, en la modelación de la palabra mediante la forma, hasta comprender que el alma está en el sonido. Escribe a Lou Salomé, una de las mujeres importantes de su vida. "Era el tiempo en que los árboles de la ciudad parecen marchitos sin ser el otoño, el tiempo en que las callejas se alargan bajo el calor y no tienen fin".

Pronto se encontrará con un París angustioso en el que apenas encontrará refugio en sus "monstruosos jardines", Luxemburgo, el Palais Royal, donde "el triunfo del orden se percibe sobre el caos", como escribe Wiesenthal. Por más que en Luxemburgo exista ese momento mágico del atardecer al cerrarse las puertas, cuando "se incendian las flores púrpuras". Como el mismo autor dejó constancia en sus anotaciones de la rue Toullier de Los cuadernos de Malte Laurids Brigge, bastante más que una semblanza autobiográfica: "¿De modo que aquí vienen las gentes para seguir viviendo? Más bien hubiera pensado que aquí se muere". Le contó a Lou que bajo el edificio urbano de sufrimiento en ruinas las personas vivían lentamente, como las tortugas. El mismísimo Baudelaire no podría haber descrito con mayor sensación de asco el miedo y la desesperación. A principios de 1903, los auspicios tampoco eran mejores para Rilke, no había consuelo para el hombre, aunque sí para el método.

Nacido en Praga en 1875 en lo que entonces era el Imperio austro-húngaro, Rilke se convirtió en uno de los poetas de culto del siglo XX. Su obra, compuesta originalmente en alemán, sólo se tradujo al inglés a partir de la década de los treinta. Un breve romance seguido de una amistad para toda la vida con la psicoanalista Lou Andreas-Salomé, quince años mayor que él, inspiró algunas de sus obras más famosas. Salomé resultaría ser más conocida por los genios que embridó, Nietzsche, Freud y el propio Rilke, que por la escritora y psicoanalista que fue. El primero de ellos la definiría como "la mejor y más fructífera tierra de labranza" para sus ideas, con su colega mantendría la correspondencia más larga, mientras que para el poeta era una mujer maravillosa sin la que no podría haber desarrollado su carrera.

Casado con la escultora Clara Westhoff, Rilke se trasladó sin dinero a París y se convirtió en el secretario de Rodin, del que publicó una monografía artística. Rodin influyó profundamente en su estilo. Inoculó en él la escuela del pobre, la enseñanza de la vida, el pequeño oficio. El escultor emulaba a un gigante de la sencillez. Escribiría: "Era Balzac en la fecundidad de su abundancia, el fundador de generaciones, el malgastador de destinos. Era el hombre cuyos ojos no necesitaban objetos; si el mundo hubiese estado vacío, él lo habría amueblado".

Wiesenthal no es en absoluto complaciente con la atribulada personalidad del poeta, su modo de vida errático, la inconstancia y el péndulo constante de sus emociones, que le llevaron de una "reina de la noche" a otra sin preocuparse de mantener los lazos atados de sus relaciones más íntimas. Del mismo modo que vagó por las ideas, del antisemitismo a los coqueteos revolucionarios hasta el fascismo de las primeras horas, lo hizo por los regazos femeninos o en busca de mecenazgo, convertido en una especie de gorrón siempre a cuenta de la generosidad ajena. Rilke dio muchas vueltas y casi nunca estuvo a la altura de la gran misión encomendada como artista, ofreciendo una faceta humana no siempre ejemplar. El suyo no es, sin embargo, el único caso en el gotha cultural de la Europa de principios de siglo y entreguerras que tanto cultiva el autor de El vidente y lo oculto, un libro ingente y fastuoso no sólo para comprender a Rilke, al que el biógrafo ha dedicado años de estudio, conversaciones cosmopolitas, lecturas de correspondencia, sino al mundo que le rodeó, narrado desde el potente prisma caudaloso de sabiduría, excelente prosa y finezza que aporta Wiesenthal.

El libro que publica Acantilado desborda la biografía literaria al uso para convertirse en una novela torrencial sobre la cultura que, pese a su voluminosidad, merece el placentero esfuerzo de ser leída.

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