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Joyce Carol Oates, mágica y prolífica

Una vigorosa colección de relatos, 'Mágico, sombrío, impenetrable', cierra el año literario de la escritora americana

Joyce Carol Oates. LP / DLP

El año que terminó nos dejó la publicación en bolsillo de una parte importante de la obra de la prolífica escritora americana Joyce Carol Oates (Un jardín de placeres terrenales, Bellefleur, Hermana mía, mi amor, Mujer de barro, Puro fuego, Infiel, Carthage, Del boxeo, Ave del paraíso, La hija del sepulturero, Mamá, Una hermosa doncella), así como una vigorosa colección de relatos (la anterior, La hembra de nuestra especie, hoy descatalogada, apareció en la editorial Edaf en 2006), bajo el título de uno de los relatos que componen el libro, Mágico, sombrío, impenetrable, publicada por Alfaguara. Eso sólo en nuestro país, porque en Estados Unidos la eterna candidata al premio Nobel de Literatura publicó en 2015 dos nuevas novelas, The Sacrificie y Jack of Spades, y un libro de memorias, The Lost Landscape.

Si, es cierto, es difícil llevar la cuenta de lo que lleva escrito Joyce Carol Oates en sus 78 años de vida. La autora de Blonde, Niágara y Qué fue de los Mulvaney escribe como si no hubiera un mañana, como ella misma reconoció en una entrevista: "Escribo hasta cuando corro. La mente entra en un estado meditativo y de liberación. [...] Tengo muchas historias que contar y me interesan muchos temas americanos, hay un gran número de asuntos en ebullición: la división racial, el aborto, liberales frente a conservadores extremistas, ateístas y religiosos". Por eso a veces también ha escrito bajo los seudónimos de Rosamond Smith (Starr Brigt Will Be with You Soon, Double Delight, Soulmate) y Lauren Kelly (Blood Mask, Take Me, Take Me with You, The Stolen Heart).

Creo que es imposible que haya alguien que no haya leído todavía alguna de las novelas de Oates, a excepción de su marido, Raymond Smith (1930-2008), según confesó la propia autora en Memorias de una viuda: "Mi marido no leyó nunca casi ninguna de mis novelas ni mis relatos cortos. Sí leía mis ensayos y mis reseñas para publicaciones como la New York Review of Books y el New Yorker; Ray era un editor excelente, sagaz y culto, como han dicho innumerables escritores que colaboraron con Ontario Review, pero no leyó casi nada de mi ficción, y, en ese sentido, podría afirmarse que Ray no me conocía por completo o, en un aspecto importante, ni siquiera en parte. ¿A qué se debió eso? Hay muchas razones. Lo lamento, creo. Quizá lo lamento. Porque escribir es un trabajo solitario, y uno de sus peligros es la soledad".

Oates se sale obstinadamente de cualquier clasificación; escritora antes que nada, eso no se discute, pero a menudo la prolijidad o la facilidad de escritura ha jugado en contra de ella para ser tomada como una escritora seria, sea eso lo que signifique, al menos en lo que respecta a sus novelas voluminosas, novelas de 600 y 900 páginas. Por el contrario, sus relatos hacen gala con frecuencia de una gran sobriedad que ha llevado a algunos críticos a compararla con Hemingway, como es el caso del relato Un libro de mártires, incluido en el volumen Mágico, sombrío, impenetrable, el cual trae a la memoria su célebre relato Colinas como elefantes blancos. Allí el Nobel de Literatura estadounidense narraba el diálogo entre el norteamericano y la muchacha que viaja con él en una estación del Valle del Ebro, mientras beben y esperan la llegada del tren hacia Madrid. La muchacha está embarazada y el norteamericano insiste para que aborte.

En los doce relatos breves y una novela corta, Parricidio, que componen Mágico, sombrío, impenetrable, hallamos historias de seres desamparados, perdidos, ilusorios, con deseos que a duras penas se hacen realidad. Nada de triunfadores sino personas corrientes que la escritora americana coloca a una distancia mínima del lector. Quizá por eso no nos parece que estemos leyendo relatos, sino siendo testigos de unos episodios condensados y llenos de elipsis, como si ya tuviéramos de ellos referencias, de lecturas anteriores, de las incertidumbres, fracasos o quimeras de sus personajes. Todos tenemos un cierto instinto de narradores, hasta para dar cuenta de las cosas más banales, y Oates conecta en Mágico, sombrío, impenetrable con ese gusto común por contar historias. No lo hace, por supuesto, de una manera ingenua, aunque la naturalidad parezca nota esencial en sus relatos.

En Mastín, otro de los relatos incluidos en el volumen que nos ocupa, Oates recupera una experiencia de su propia infancia (el ataque de un pastor alemán que ladraba con ferocidad) para dibujar la historia de una relación que probablemente no se habría producido sin una situación de violencia. Al igual que en Mastín, la ferocidad campa por sus respetos en el relato siguiente, Distancia, donde una mujer llega sola a un hotel de Las Vegas huyendo de su amante: "¿Desde cuando era necesario atarse a él? Estaba a más de tres mil kilómetros de distancia, no podía tocarla ni dejarla exhausta, nerviosa, frenética de deseo sexual ni tampoco habría podido tocarlo ella aunque hubiese querido. [...] ¿Qué necesidad tenía de él? No le gustaba. Lo aborrecía. Le había hecho daño, tenía el cuerpo magullado. Se había reído, hiriéndola. Ella le había marcado los hombros y la espalda de arañazos y él se había reído al ver sangre en las sábanas. Lo aborrecía, detestaba aquella intimidad. Una promiscuidad así era un insulto. Todo aquello -la vida de las sensaciones- le hubiera gustado sacárselo de las propias venas gota a gota".

Oates ha comentado en más de una ocasión que "mis historias son violentas porque en América todo lo que nos rodea es violento". Los relatos de Mágico, sombrío, impenetrable no podían escapar a este axioma. En Parricido, la autora va desgranando la relación de un gran escritor que ha ganado el Nobel de Literatura, Roland Marks (algunos han querido ver en él a Saul Bellow) y su poco agraciada hija con un estilo tan despojado y preciso que cabe calificar de clínico. Es la casi obra maestra que hubiera sido total si no llega a ser por la coda final que nos advierte del destino de la herencia del escritor y la relación de la hija del escritor y su jovencísima viuda. Tal vez Mágico, sombrío, impenetrable no dé siempre en la diana, pero no cabe duda de que es la obra de una gran escritora, mágica y prolífica.

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