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cine

Eisenstein, comediante y mártir

Peter Greenaway fantasea en 'Eisenstein en Guanajuato' con la supuesta historia de amor del cineasta ruso con su guía durante el rodaje de '¡Que viva México!'

El actor holandés Elmer Bäck en 'Eisenstein en Guanajuato'. LA PROVINCIA/DLP

Nadie duda de la categoría de autor del cineasta británico Peter Greenaway. Un puñado de excelentes películas (El contrato del dibujante, El vientre del arquitecto, El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante, The Pillow Book, La ronda de noche), un estilo personal intransferible y un espíritu trasgresor lo avalan. Pero el estreno en la 65 edición del Festival de Cine de Berlín de su última película, titulada Eisenstein en Guanajuato, estuvo lleno de claroscuros. El amor de Greenaway por el riesgo, o por lo experimental, provocó que una parte de la crítica no la valorase. Lo que ha provocado que la película se haya estrenado en pocas salas en España, entre ellas la sala 1 de los Multicines Monopol de Las Palmas de Gran Canaria, especializada en la proyección de películas que merecen un empujón adicional tras su paso por los festivales.

Si algo demuestra Eisenstein en Guanajuato es que Greenaway, a sus 74 años, sigue siendo un cineasta de mirada encantada, necesario acicate para adentrarse en un periodo de la vida del director ruso de origen judío Sergei Eisenstein, el que pasó en México, donde rodó junto con sus colaboradores habituales, el guionista Grigori Alexàndrov y el director de fotografía Edouard Tisse, la película ¡Que viva México! (1932), marcada por dificultades y finalmente abandonada (el material filmado por Eisenstein ha sido rehecho por otros bajo los títulos de Thunder Over Mexico, Eisenstein in Mexico, Death Day y Time in the Sun), pero en la que se pueden apreciar dos de los temas recurrentes de su cine: la muerte y la religión, o mejor dicho, la iglesia, por la que, como buen marxista, sentía un desprecio absoluto.

Jean-Luc Godard decía que toda película de ficción puede verse también como un documental sobre el director que la realiza. Esta premisa no se cumple ni por casualidad en las películas de Greenaway, pero sí en las películas de Eisenstein, cuyo cine siempre se movió con libertad absoluta entre la ficción y el documental. Siguiendo la estela eisensteineana, Greenaway concibió primeramente Eisenstein en Guanajuato como un documental, pero finalmente ganó la ficción. Si bien basada en la supuesta historia de amor que el director ruso mantuvo durante diez días con su guía mexicano, el genealogista Jorge Palomino Cañedo, lo que implicó para Eisenstein la pérdida de una virginidad celosamente guardada durante 33 años.

El eje dramático de la película de Greenaway surgió al parecer de un breve pasaje contenido en Sergei Eisenstein: A Biography, en el que la historiadora y especialista en cine ruso Oksana Bulgakowa cita un fragmento de la carta que el director de El acorazado Potemkin envió a su secretaria y asistente en Moscú Pera Atasheva, con quien se casó en 1934, aunque se trató de un matrimonio de conveniencia. En la carta (que en la película se traducen en varias llamadas telefónicas), Eisenstein describe de forma soslayada su experiencia homosexual con Palomino, ocurrida en septiembre de 1931 en la Ciudad de México (en realidad Eisenstein nunca visitó Guanajuato) mientras filmaba diversas tomas para completar ¡Que viva México! La manera retórica y sinuosa con la que Eisenstein habla del asunto tuvo que ver con el hecho de que la homosexualidad estaba (y todavía lo está) prohibida en la Unión Soviética.

Eisenstein en Guanajuato no es, ni de lejos, un biopic al uso. Estamos ante una película grande como una vida y que es muchas películas, todas ellas excelentes: película biográfica y documental a la vez que bizarro artefacto cinematográfico (incluye una satírica bandera roja en el culo de Eisenstein tomado por su amante mexicano), tratado sobre la santidad del arte y reflexión sobre lo demoníaco de la vida, fantasmagoría de ideas y martirologio homosexual. Pero, y esto es importante no olvidarlo, sin que Greenaway pierda ni por un segundo o un fotograma el control absoluto de los materiales con que va ensamblando una narración beatíficamente endiablada. Una sucesión de prodigios en los que un alucinado y alucinante Elmer Bäck, que interpreta a un Eisenstein histriónico, comediante, e infantil, campa a sus anchas. Eisenstein en Guanajuato es una película única y, en cualquier caso, irrepetible.

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