Elevado a la categoría de mejor disco nacional de 2015 por parte de numerosas publicaciones de este país, este No soy tu marido de Hazte Lapón merece de forma contundente ese trono. Porque este disco es una muestra desacomplejada de cómo se puede hacer música vitalista, emocional y versátil sin traicionar un criterio y una actitud. Se trata de construir hermosas melodías y ritmos siempre agradables con un toque de ironía que los haga irresistibles. Así, pueden recordar al Donosti Sound en Odiar, para luego pasar con un sorprendente Procrastinar que tiene todos los elementos de la canción perfecta adornada con la más potente agresividad indie. O de la melodramática Mudanzas, pasamos a una frágil balada titulada Amor bomba que sorprende con ese desenfreno guitarrero final. Y un tema tan embriagador como Tanatorios tiene todo el encanto del nuevo pop francés con un aire a lo Françoise Hardy puesta al día. Un segundo álbum maravilloso que supera el ámbito nacional para alcanzar el rango de imprescindible en cualquier escena o estilo.

A Yoko Ono se le pueden achacar muchas cosas. Pero nunca que no tenga muy buen gusto. Lo demostró en 2007 cuando publicó Yes, I'm a Witch, que contó con las participaciones de Cat Power, Le Tigre, Antony, Spiritualized, entre otros, versionando algunos de sus temas. Y lo vuelve a demostrar ahora con esta continuación de aquel trabajo que incluye una lista de colaboradores igual o incluso más ilustre. El resultado es un disco ecléctico, contundente y repleto de numerosas texturas en las que sobresalen desde una potente Walking on the ice en manos de Death Cab for Cutie o la romántica Mrs Lennon de 1971 puesta al día por Peter, Bjorn and John's. De deleitarnos con Danny Tenaglia's versionando la melodramática Walking on Thin Ice hasta disfrutar del modo en que Peguin Priuson llevan a su terreno una fiestera She gets down on her knees. Portugal, the Man, Sparks, Miike Snow, Sean Ono Lennon, tUnE-yArDs, Peter Bjorn and John, son algunos de los otros invitados a este trabajo que concluye con un Moby realizando diabluras en Hell in paradise.

El cuarto álbum de Alberto Montero incide en ese folk-rock personal y polivalente que tiene como referentes a un buen número de artistas de los años sesenta y setenta que van de Crosby, Stills, Nash & Young hasta los mismísimos Byrds, pasando por el pop británico de The Kinks, las melodías menos complacientes de Gilbert O'Sullivan, la primera etapa acústica de David Bowie o incluso la música protesta latinoamericana. Un auténtico soplo de aire fresco en el panorama nacional ya que se trata de una propuesta ágil y transparente que huye de los barroquismos tan habituales ahora en los nuevos cantautores de este país que intentan imitar sin demasiada fortuna a los tótems americanos. Canciones como Cuando el aire resuena o Madera muerta son melodías perfectas y deliciosas; el cuarteto de cuerda se luce en Ayer de la tierra y Santiago de Chile, y el cantante valenciano tiene tiempo para conjugar los aires de los primeros King Crimson con la psicodelia en Aves del amanecer y La sal. O hacer un homenaje nada oculto a Syd Barret en Tormenta circular.