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Entrevista

Rodríguez: "Si gano, dedicaré el Goya a Canarias y Juliette Binoche"

"Trabajo con los actores como si los tuviera desnudos, lo bonito es el reto de darle carácter a sus personajes sin que parezca un disfraz", afirma el peluquero nominado a los Premios Goya

Paco Rodríguez el pasado miércoles en su casa de Madrid, en las inmediaciones del Rastro.

Con Canarias en la primera división de los rodajes nacionales e internacionales, al peluquero Paco Rodríguez (La Laguna, 1963) también le han ofrecido recientemente un proyecto "interesante" que se rodaría en las Islas. Está basado en una conocida película histórica española, no puede adelantar más. El tinerfeño está nominado por quinta vez a los Premios Goya, cuya ceremonia del 30 aniversario se celebrará mañana por la noche en el hotel Marriott Auditorium de Madrid. Rodríguez lo ha estado ya por Noviembre (Achero Mañas, 2004), Inconscientes (Joaquín Oristrell, 2004), También la lluvia (Icíar Bollaín, 2010), Lope (Andrucha Waddington, 2010) y, este año, por Nadie quiere la noche, el filme de Isabel Coixet producido por el canario Andrés Santana ambientado en el Polo Norte que inauguró el último festival de Berlín y nominado, en total, a nueve premios de la Academia española de Cine. En los cuatro primeros trabajos citados, Rodríguez ha trabajado con Karmele Soler como pareja en el equipo de maquillaje y peluquería. En Nadie quiere la noche, con la maquilladora Sylvie Imbert y Pablo Perona, quien se encargó de hacer las prótesis especiales que precisaba el personaje de la inuit Allaka, interpretado por Rinko Kikuchi.

Tras La novia (Paula Ortiz), con 12 nominaciones, Nadie quiere la noche ha sido la película más valorada por los académicos españoles. El domingo pasado, Paco Rodríguez ganó el Premio Gaudí del cine catalán por este trabajo. Además de en las citadas, el peluquero tinerfeño ha trabajado en series de televisión como Velvet (2015); en los filmes Azuloscurocasinegro (2006), Gordos (2009) y Primos (2010), de Daniel Sánchez Arévalo; y en Caníbal (Manuel Martín Cuenca, 2013). En Canarias, tras su marcha para hacer Hable con ella (Pedro Almodóvar, 2002), ha rodado Invasor (Daniel Calparsoro, 2012) y el filme de Coixet. "En relación a mi especialidad, mi película de referencia es Memorias de África (Sydney Pollack, 1985). Tiene mucho trabajo y que no lo note el espectador es precisamente su gran valor. Su trabajo de peluquería es técnicamente exquisito", afirma al otro lado de la línea. "Soy bastante ecléctico en gustos cinematográficos. Me gustan las historias simples y bien contadas. Pero pocas películas consiguen evadirme de la parte técnica. Cada vez me cuesta más ponerme en el rol de espectador y disfrutar con el cine".

¿Qué le parece el 'boom' de rodajes que viven las islas?

Maravilloso, aunque, francamente, ha tardado tantísimo en llegar? No sé cómo no se les ha ocurrido antes explotar las condiciones que tenemos. Eso sí, se debe aprovechar para que, poco a poco, cada vez más técnicos canarios se sumen a las producciones. En Praga y Sofía hay técnicos increíbles, formados a base de las películas extranjeras que han ido viniendo a rodar desde hace décadas. En Canarias tiene que pasar lo mismo.

¿Cuáles son sus expectativas para la gala de mañana?

Lo llevo con tranquilidad. Sinceramente, otros años me he visto favorito y no me lo han dado, así que voy muy tranquilo. Espero que el premio Gaudí del domingo pasado sea un buen presagio.

¿A quién le dedicará el Goya si lo gana?

Tengo a mucha gente que agradecer. La primera debe ser Juliette Binoche, porque hice Nadie quiere la noche por ella. También lo compartiría con el resto de nominados, estar ahí significa que nos lo merecemos todos. Por supuesto, también lo dedicaría a Canarias, Tenerife especialmente, a mis amigos de las siete islas y a mi familia. Somos diez hermanos y estamos todos muy unidos. Ellos están muy expectantes.

¿Cómo aterrizó en Nadie quiere la noche

Por Juliette Binoche. Acababa de terminar el rodaje de la película Los 33 (Patricia Riggen) en Chile con ella y me propuso. La película recrea la historia de los mineros sepultados en 2010 durante 69 días en la región de Atacama. La primera parte la filmamos en el interior de minas reales en Colombia, en localizaciones naturales, y los exteriores dos meses más tarde en el desierto de Atacama. En esa parte del rodaje estaba Binoche. La anécdota es que a mi vuelta de Chile tenía previsto casarme y el plan inicial era llegar de Chile para volar inmediatamente a Noruega a filmar Nadie quiere la noche. Dije que no. Pero la película se retrasó diez días, justo el margen para casarme y hacer la película.

¿Cómo valora Nadie quiere la noche

Había mucho más trabajo del que se montó en la copia definitiva. O el que se remontó, porque, como se sabe, de lo que se enseñó en Berlín a la copia comercial hubo cambios. Me hubiera gustado ver aquella primera versión. Como norma general, los primeros montajes suelen ser los más interesantes. A mí me parece una historia dura e intensa, no entiendo cómo pude oír que la calificaran de ñoña y blanda después de aquel primer pase en Berlín.

Y, sin embargo, los académicos españoles la han propuesto para nueve Goyas, la segunda más nominada del año.

La impresión es que la crítica española se ha cebado siempre en las películas más internacionales, Almodóvar es el ejemplo claro. Es algo con lo que tienes que contar. La película ha sido una oportunidad interesantísima de trabajar con Isabel Coixet, una directora muy particular, versátil, con un importante bagaje internacional. En lo que respecta a mi trabajo, darle el look al personaje de Josephine Peary fue un proceso complicado. Todo ese pelo, que parece casual dentro del peinado de época que había que hacer, es algo muy medido y estudiado. De las actrices que he conocido, Juliette Binoche es la actriz que más absorbe los personajes. Ella necesitaba hacer suyo ese peinado, como si realmente fuera Josephine. Además, el peinado se va degradando a medida que transcurre la película. Hacer que eso sea creíble en la dinámica de los rodajes, donde se filman escenas sin orden temporal, también es complicado. Ha sido una película especial.

En Los 33

La última internacional ha sido Emperor, una película grande con Adrian Brody y Rutger Hauer, protagonista de Blade Runner (Ridley Scott, 1982), a quien fue un gran placer conocer. Pero la más Hollywood hasta hoy ha sido efectivamente Los 33, con un reparto muy amplio y mucha figuración. ¿Diferencias? La primera es que en las extranjeras dependes de alguien que dirige el departamento. La calidad de la producción, los medios, todo eso también es diferente. Hay más ayudantes. Siempre tienes a uno que se ocupa de los papeles, de seguir la continuidad, hacer los desgloses, dejar preparado lo que tienes que hacer al día siguiente. Eso en una producción española nos supone una hora más de trabajo al día. En las americanas los horarios son estrictos por el sindicato tan potente que tienen. En el cine español estamos mucho más desprotegidos.

¿Se ha planteado la posibilidad de vivir fuera de España?

Si se me diera la opción, sí. El salto de Canarias fue también un impulso, aprovechar una oportunidad que me surgió de forma imprevista. En el trabajo me gusta conocer sitios, vivir experiencias creativas nuevas. No me asusta cambiar.

¿Cómo se inició su carrera?

Empecé como maquillador a los 17 años. Me gustaba dibujar y el disfraz, me encantaba transformar a la gente o a mí mismo en carnavales. Hice cursos, me formé. Sin embargo, en temas de peluquería he sido totalmente autodidacta. Leyendo y practicando mucho desarrollé mis técnicas. Ahora miro atrás y pienso en lo atrevido que era, pero siempre he logrado salir del paso. También creo que esa forma de aprender sin ayuda de nadie es lo que me ha dado mi personalidad. Y es verdad que a los peluqueros de cine no nos gusta mucho que nos vean trabajando. Se trabaja solo y eso hace que sea difícil poder comparar tu técnica con la de otros.

¿En qué momento de su carrera considera que se encuentra ahora?

Tengo ofertas. A medida que cumplo más años noto que te dejan de considerar para ciertas cosas, por ejemplo en películas más pequeñas o experimentales. Es un error, porque podría aceptar. En cambio, cuando hay actores que requieren una atención especial, buscan a alguien con experiencia, que sepa tratarlos. Suelen llamarme para ese tipo de cosas. Honestamente, me involucro mucho con mi trabajo, soy meticuloso, casi maniático. Y no me disperso. Mi departamento se presta mucho a que entre alguien a conversar con el actor mientras trabajo. Si no se trata de asuntos de trabajo, lo corto enseguida. El trabajo es duro, requiere mucha preparación. Los que me conocen aprecian y respetan esa actitud.

Trabaja muy cerca del actor.

Como si lo tuviera desnudo delante mía. Desprotegido, desarmado. Hay muchos actores que no se dejan ver como los he conocido. Es una profesión muy complicada. Por inseguridad, muchos desarrollan una coraza, se refugian en sus personajes las veinticuatro horas del día. Los admiro muchísimo.

¿Hay algún actor o actriz con la que siente una admiración especial?

Soy muy mitómano, pero con los que ya no están. Geraldine Chaplin me pareció un ser maravilloso. Trabajé con ella, entre otras, en Hable con ella. Es tan cercana y colaboradora -con el bagaje personal y profesional que tiene- que me parece el ideal de actriz y persona. Sigourney Weaver es otra de mis actrices favoritas, coincidí con ella hace poco en Madrid una sesión de fotos. Admiro a los profesionales que llevan su carrera con naturalidad, como ella. De los españoles, Javier Cámara es un Marcello Mastroianni del futuro, la facilidad con que entra y sale de los personajes es admirable.

¿Elige sus proyectos?

Depende de las circunstancias. En general, no puedo permitirme el lujo de trabajar por proyecto, trabajo por dinero, me guío por lo que me paguen, aunque suene fatal. Ojalá pudiera ser de otra forma. En los rodajes españoles se trabaja mucho y en condiciones que podrían mejorarse, hay desigualdades manifiestas entre los mismos miembros del equipo de rodaje. Evito arriesgarme. Eso no quita para que haya hecho películas pequeñas como Caníbal, que fue una experiencia maravillosa. En aquel rodaje fuimos una pequeña familia, todos muy bien atendidos.

Paso a paso, ¿en que consiste su trabajo?

El proceso es, primero, leerte el guión. Cuando están todos los actores cerrados, pido fotografías actuales de cada uno para tener un punto de partida. A partir de ahí hablo mucho con el director, le ofrezco mi visión de los personajes y la comparo con la suya. Él se imagina cada personaje de una forma, yo lo analizo y lo mezclo con mi percepción y la viabilidad que tenga la propuesta por el pelo que el actor o actriz tenga en ese momento. Un equipo de rodaje es un engranaje creativo muy preciso, funciona como una máquina. A los directores les gusta que les des opciones. El día clave es cuando se hacen las pruebas con los actores. Ese día entras en contacto físico con ellos, hablas y escuchas su visión, cosas que es importantísima, en algunos casos más válida que la del director para mí. A no ser que sean directores como Almodóvar, que tiene la idea definida y prácticamente cerrada de lo que quiere, valoro mucho lo que piensa el actor o actriz, cómo se sienten, cómo se imaginan a su personaje. Los toco, trabajo sobre su cabeza y cuando ellos se miran en el espejo y ya no se ven ellos, sino a su personaje, entonces es cuando sé que lo tenemos. En ese momento el noventa por ciento del trabajo está hecho. Después, el rodaje solamente es darle vida a eso, que sea creíble y buscar la forma de casar las distintas secuencias, ya que, como se sabe, se rueda desordenadamente. En los rodajes hay que estar atentos a los imprevistos, porque pueden descolocarlo todo y hay poco margen de reacción, por eso hay que tenerlo todo muy organizado y siempre con un plan B.

¿Qué es lo más importante de su trabajo?

Que el actor se sienta transformado y que mi trabajo potencie su forma de sacar afuera el personaje. La diferencia con la peluquería de salón es que el trabajo en cine supone de creación de un personaje. No se trata de peinar o poner guapo a alguien. Es darle carácter a un personaje sin que parezca un disfraz, que sea creíble y que, a la vez, resulten atractivos, que no aparezcan feos.

¿Cuál ha sido su trabajo más memorable?

También la lluvia ha sido una de los trabajos más bonitos que he hecho. La experiencia fue inolvidable. Se rodó en la selva boliviana. Nos levantábamos a las dos y media de la mañana para empezar a rodar a las siete. Habían maquillajes corporales, muchísima figuración, postizos? Fue duro, pero es tan enriquecedor y reconfortante verlo después en la pantalla que el esfuerzo vale la pena. Me gusta mucho la naturaleza y trabajar en condiciones fuertes. Y la película funcionó muy bien.

También hizo Lope

Es una visión de época muy particular, porque era un director brasileño que venía de la publicidad y su acercamiento fue iconoclasta, rompió arquetipos. También se criticó que un brasileño hiciera una película sobre Lope de Vega, pero defiendo que la visión no española lo que hizo fue precisamente enriquecerlo. En las películas de época la principal diferencia es la preparación, porque puedes tener semanas de pruebas. En Lope fue un mes. Hay que buscar el pelo adecuado, hay que adaptar los postizos al pelo real de los actores, hacer las pruebas de figuración. Este tipo de películas exige una mayor especialización y experiencia. Pero el nivel de la implicación es el mismo en todas.

Y ha rodado tres películas con Daniel Sánchez Arévalo.

Es una persona con una cabeza privilegiada que te deja trabajar y crear. Se suele rodear de actores con los que tiene una vínculo casi familiar, son amigos, y eso se traduce en los rodajes, son cálidos y divertidos. Con Raúl Arévalo siento que he crecido casi a la par. Y el actor con el que más he trabajado es Antonio de la Torre, desde Azuloscurocasinegro.

¿Recuerda alguno de sus peinados por una razón especial?

Fue con Blanca Portillo en Elsa y Fred (Marcos Carnevale, 2005), película a la que tengo mucho cariño. Ella hacía mucha televisión entonces y tenía un aspecto que todo el mundo identificaba, siempre con un pelo lacio peinado hacia delante. Quería verse de otra forma, así que el reto fue ponerle un pelo estilo Antonia Dell'Atte, darle un aspecto recio y ondulado y peinarlo hacia atrás. Le hice una cabeza armada, le cambiamos el volumen de la cabeza con la forma del pelo. Aunque no fuera un look que le favoreciera, cuando se miró en el espejo y vio por fin a Cuca, que así se llamaba su personaje, fue el momento en que constaté en qué consiste la naturaleza de mi trabajo.

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