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centenario rubén darío (1916-2016)

Dos genios muy distintos

Mañana se cumplen cien años de la muerte de Rubén Darío. Consideraba a Galdós un "querido maestro e ilustre amigo" y lo invitó a colaborar en 'Mundial Magazine'

Benito Pérez Galdós. LP / DLP

6 de febrero de 1916. Muere en León (Nicaragua) el gran poeta Rubén Darío. El revolucionario del ritmo y la rima; el que añadió elegancia, color, exotismo, sensibilidad exquisita a parnasianos y simbolistas. El que asombró con la brillantez de su genio al mundo de la poesía; el que la satinó de neologismos; el que la pobló de sátiros, de tigres, de cisnes y de princesas de cuento que ansiaban cortar estrellas blancas desde sus palacios de diamantes, con rebaños de elefantes, y grandes mantos de tisú. El que declaró tener querida en París ("¡en mi interior Verlaine!"), esposa en su tierra, y abuelo de barba blanca enraizado en España: con Miguel de Cervantes Saavedra, genio y manco; Lope de Vega, Garcilaso, Quintana; el noble Gracián, Teresa la Santa, el bravo Góngora y el más fuerte de todos, don Francisco de Quevedo y Villegas. El que limpió de lastre sensiblero al romanticismo redefiniéndolo: "porque Románticos somos?" ?advirtió? "¿Quién que Es, no es romántico?".

Casi por casualidad murió Rubén Darío en la ciudad nicaragüense de León. Había nacido en Metapa, hoy Ciudad Darío (¡qué gran homenaje el de sus paisanos!) en 1867; pero creció en León con sus tíos, y allí vivió hasta iniciar el periplo personal por América y por Europa que acabó convirtiéndolo en ciudadano del mundo: americano, francés (parisino), español?

Tras viajar tanto, y vivir durante tanto tiempo y con tanta intensidad en Europa, tal vez no debió haber partido para América cuando estalló la Primera Guerra mundial, ya muy desgastado físicamente. Así opinaría sin duda Francisca Sánchez, la amada española que lo despidió llorando en el puerto de Barcelona con el pequeño Güicho pegada a sus faldas. Pero la fatalidad tiene sus armas.

Hoy la ciudad de León lo considera con toda justicia como propio. El domingo 17 de enero pasado sus conciudadanos reunieron allí a directores y representantes de la Asociación de Academias de la Lengua Española. Todos en torno al gran homenaje preparado al insigne poeta: noches artísticas de danza, poesía, música, canto y declamación, pancartas en las calles, exposiciones diversas, placas públicas, cine, ediciones conmemorativas, y un muy especial XIV Simposio Internacional Rubén Darío (cinco días, entre el 17 y 21 pasados) que, sin duda, ha enriquecido el conocimiento científico y biográfico del poeta universal.

En esos fastos, en los científicos particularmente, ha desempeñado papel de honor el Presidente de nuestra Academia Española, el Dr. Darío Villanueva, que fue condecorado por la Asamblea Nacional, nombrado Doctor Honoris Causa por aquella antiquísima Universidad y a quien correspondió el honor de inaugurar aquel Simposio. Tenía que ser así: España en primera fila de los honores al "príncipe de la lengua castellana".

No podemos saber si Rubén Darío y Benito Pérez Galdós se conocieron personalmente. Tal vez coincidieran en 1900 en París, ciudad que ambos visitaron ese año (la Exposición Universal, entre abril y noviembre de ese año atrajo extraordinariamente). Lo que sí está comprobado es que ambos dejaron pruebas de su admiración mutua. Para el poeta nicaragüense, veinticuatro años más joven que Galdós, don Benito era personalidad más que reconocida cuando en 1912 dirige el Mundial Magazine e invita al "querido maestro e ilustre amigo" a colaborar en la revista parisina con algún texto original para acompañar "al retrato literario de usted que publicaré en el Mundial". La respuesta ha de ser afirmativa. Y la revista anuncia primero y publica después (septiembre) tres escenas del primer acto de Alceste, la tragicomedia galdosiana que tardaría dos años en estrenar el Teatro de la Princesa de Madrid. Si supone deferencia por parte de don Benito enviar tal primicia, no la supone menos los términos del anuncio que la revista dirigida por Darío le dedicó: "una gran noticia", "la gloria de las letras hispanas", "ese gran patriarca", "el ilustre maestro ahora enfermo sigue irradiando luz con su genio", "honra de la España intelectual", etc.

El 16 de noviembre del mismo 1912 la capital de Francia homenajeó a Rubén Darío. Y es ahora el escritor español el que se dirige al nicaragüense ("mi muy querido amigo") para disculpar su ausencia por motivos de salud y hacerle presente su "adhesión entusiasta". Aún colaborará don Benito en el Mundial Magazine en junio de 1914 con páginas de su comedia Celia en los Infiernos.

Muy distintos son los grandes genios Darío y Galdós. Son sin embargo parientes, como nietos de aquello abuelos comunes que le dieron base: los clásicos españoles del XVII con el gran Cervantes a la cabeza. Quiso el azar que murieran con sólo cuatro años de diferencia y que la actualidad de la celebración del primer centenario de Rubén Darío nos llegue cuando empieza a ilusionarnos lo que ha de ser la celebración nada lejana del centenario de Pérez Galdós, en 2020. Nuestra ciudad y nuestra isla, su patria chica, debe encabezar esa celebración; con toda Canarias. Y también con sus otras dos patrias, Madrid y Santander. Que así sea. Sigamos el "Adelante, siempre adelante" que nuestro gran optimista-realista Galdós impuso como lema a su ficticio Teodoro Golfín.

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