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Félix Hormiga, contador de emociones

Una lectura de 'Assa', libro más reciente del lanzaroteño que gira en torno a una figura femenina imaginada

Félix Hormiga. LP/DLP

De vez en cuando apetece a quien esto escribe dejar a un lado la tarea curricular diaria -en la que quema intensamente sus últimos años de pertinaz escribiente- en favor de una causa en la que vale la pena cambiar de onda, rompiendo una lanza por una novedad literaria y por un autor que no deben quedar invisibles, como quedan tantas otras y otros, si lo que se busca ansiosamente es la normalización pendiente en la realidad sociocultural canaria. En especial la de los libros importantes que van a rotar semanalmente en los escaparates de las librerías sin pena ni gloria, y con escasos lectores si nadie se ocupa de escribir sobre ellos, si no "sale en los papeles"?

¿Qué conocemos, por ejemplo, de la literatura que produce Lanzarote? Los más conspicuos empezarán siempre por el Lancelot 28º-7º de Agustín Espinosa, mítico libro de culto en la vanguardia surrealista del siglo pasado, la Mararía de R. Arozarena por su localización en dicha isla y su obligada lectura estudiantil, algunos libros de Agustín de la Hoz, de Leandro Perdomo, alguna copla del Salinero o de Juan Brito, y pare usted de contar? Perdón, porque para contar existe vivito y coleando Félix Hormiga, pero como se dedica mayormente al cuento infantil, algo que parece tener poco peso específico en el escalafón de los géneros literarios, pues parece como si no contara, algo ya paradójico en el juego de palabras. Tampoco persigue labrarse una imagen en las islas mayores para contar como debe en la amplia balanza de la creatividad archipelágica, donde tanto abundan las vacas sagradas (sean nativos, residentes o con vida peninsular), a las que siguen decenas de segundones, algún emergente de consolidada valía, seguidos por los espontáneos autoeditados o impresos en pequeñas tiradas de mínima difusión, más una miríada de escritores invisibles e inéditos en tinta impresa. Se trata de un confuso, vastísimo y variopinto escalafón donde cada lector situará sus preferencias en autores,-as, géneros y generaciones, tendencias, subgéneros, colores. Todo ello ampliado por la producción literaria digital, cabalgante como modo de expresión que corresponde a esta sincronía tecnológica que parece invasiva. Se edita o emite digitalmente en nuestras Islas mucha más poesía de la que se lee. Pero ¿se lee?

En este escenario intergeneracional en modo impreso y en modo virtual, ¿qué lugar ocupa Félix Hormiga? Intentemos aquí normalizar su estatus leyéndolo, que es el punto más fiable (el fiel de la balanza) de la operación que pueda arrojarnos el peso específico que ocupa este conejero sesentón en la literatura canaria actual. Sin ir más lejos, entremos en su libro más reciente, Assa , que gira en torno a una figura femenina imaginada, aunque por lo leído deducimos que sea sublimación de vivencias muy terrenales y cercanas. Porque la vivencia, la carnalidad, la cercanía sensitiva, y el modo de frasearlas en una contaminatio de prosa poética, narración lineal y confesionalidad abierta es la ola sintáctica en la que cabalga Hormiga, y lleva bastantes años en ello, bastará a los lectores localizarlo en la Wikipedia.

El libro se presenta como una madeja de textualidad de apariencia fragmentaria, discontinua: falsa percepción, porque lo que domina en él es una contigüidad de especie imaginante, que se disfruta hilo a hilo, cada uno de diverso color, compás, textura o situación. Todo parece conducirnos a una mujer perteneciente a los canarii de la Antigüedad, "(?) su pueblo, el río de su sangre" (pg. 27), a una sirena que ronda el Islote de las Aves, o a cualquier conejera de pelo oscuro y largo que se pasea ahora mismo por las calles de Arrecife. Bajo esta bandera de conveniencia, acaso bajo su mirada silenciosa, se despliega la sensitividad motriz de una prosa que se insinúa como intercambiadora entre el cuerpo humano, las taxias de aproximación y reacción del autor con aquel ser y esta otra, la parte anímica de quien relata en primera persona, que parece depender de la receptividad o la adecuación del deseo a la trascendencia emocional.

Assa, ser visible en el presente, es también el nombre "escrito en una piedra del Atlas" (pg.23) y su evocación servirá de cinta transportadora de imágenes, de sensaciones y mitos amzighen, que circulan entre Los Ajaches y los solapones pintados de Tassili n'Ajjer. Pero no es la intención de Hormiga circunscribirse al estrecho límite de su Isla, pues sus alusiones a Sísifo, Polifemo, Odiseo y al Gilgamesh prueban una extensión mental mediterránea. Y universal, por supuesto, que no es su escritura islotera y ombliguista, sino que tiene como solar y meta la Belleza, patria querida de cualquier humano. La cordialidad, suerte de comunión que se establece entre una mitología remota mesturada de autobiografía reflexiva y una poética fundada en la percepción ultrasensible del paisaje, de los meteoros climáticos, de la geografía de la piel, produce a la postre una de las prosas más bellas que puedan leerse.

No se busque en este texto la mitología conductiva que propuso A. Espinosa, sino una mitología sensitiva que conduce al imaginario diversificado, que debe ser reconstruida por el lector, si es que éste busca un hilo conductor. Pues ese hilo es el diario de a bordo del marinero que lleva el remo al hombro hasta su propia casa, y duerme a su lado,"(?) el sentimiento puro de la vida; con las claves y esencias de lo humano" donde están "los dioses de verdad, los que sustentan el mundo de los hombres."- tal como dice en la introducción del volumen A. Fernández Benéitez, profesor y poeta de recordada vivencia transeúnte lanzaroteña.

Y ello viene de un hombretón sólido y barbado que es hoy Hormiga, activista cultural donde los haya, transparente en sus textos como un patriarca maho que revive, estragado por el amor, viendo a Assa por tierra, mar y aire; que se pone la camisa negra para leer en público. De un insular aislado en la minoridad patronímica de su Isla, reconcentrado en su quehacer, exigente en su estilización, si bien resignado a seguir en la ultraperiferia de donde se parte el bacalao, como solía decirse.

Bien podría el profesorado de Lengua y Literatura de nuestros institutos de Secundaria darle un chance a Assa como alternativa de lectura al alumnado a la consabida obra de Rafa Arozarena, darle dignidad lectiva a la prolífica andadura de Hormiga en el cuento y la narración (su espléndido El rabo del ciclón, hace poco reeditado). Porque Félix Hormiga, un nombre cualitativa y cuantitativamente importante en las Letras de Canarias, contador de sensaciones -sensuales o de desasosiego interior- nos regala en este su libro más reciente algunas de las mejores páginas que pueden escribirse hoy en las Islas, y proyectarse desde ellas a Tierra Firme, donde nuestras Bellas Letras son invisibles.

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