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Arde la vida

El sello Nórdica Libros publica 'Carta a mi mujer' del escritor finlandés Pentti Saarikoski, desconocido hasta ahora para el lector español

El escritor finlandés Pentti Saarikoski. LP

Saber atrapar al lector, agarrarle por el cuello y no permitirle tomar aliento hasta el final de la historia es un precioso don para un narrador. El poeta y escritor finlandés Pentti Saarikoski (1937-1983) demuestra que posee ese don en Carta a mi mujer, la primera novela (que yo sepa) que se publica en español de Saarikoski, gracias al buen hacer del sello Nórdica Libros y de la meritoria traducción de Luisa Gutiérrez, que recibió el apoyo de FILI-Finnish Literature Exchange. Carta a mi mujer no es una típica novela epistolar, en el sentido de que el autor no ha condicionado de ningún modo su discurso en atención a la receptora del mismo, su tercera mujer Tuula-Liina Varis, con la que estuvo casado entre 1967 y 1975, a la que se refiere en el libro como "querida Tuula" para diferenciarla de su primera mujer, Tuula Saarikoski, a la que llama simplemente Tuula, con la que estuvo casado entre 1958 y 1964.

Carta a mi mujer arranca con una declaración de intenciones: "Al empezar este libro, para el que se me ocurrió un nombre hace un par de horas en el avión [Saarikoski viaja a Dublín, donde ya había vivido, para estar a solas consigo mismo y escribir un libro], me siento como un escolar, pero, aun así, con la esperanza de una mejor nota, no pienso borrar ni una sola palabra, ni añadir nada después, cuando pase todo esto a limpio en el archipiélago Vaasa. Trataré de contarte todo lo que va a ocurrir durante estos dos largos meses. Te contaré todo lo que sucede a mi alrededor y te contaré todo lo que se mueve en mi mente. No sé si está bien. Pero no tengo otra cosa que hacer más que escribir. Solamente corregiré las faltas de ortografía. En los escritos, ante todo hay errores".

La habilidad de Saarikoski se demuestra ya en las primeras páginas del libro, que conforman un arranque sin concesiones a lo gratuito (el escritor finlandés da a ver la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad de sus merodeos por Dublín), sumergiendo al lector en la escena narrada y animándole a seguir con la lectura: "He estado viendo un striptease. Vi pechos de todos los tamaños y coños de todo tipo. Las chicas tenían buen tipo, pero todos los números eran iguales. En bragas y sujetador se restregaban entre las piernas, y pensé qué tal si trataba de hacerme una paja en el hotel, pero es inútil. Allí, en el striptease, pensé en si podría echarles un polvo a aquellas, pero no, no podría. Soy tu hombre. [...] Digas lo que digas, por lo que a mí respecta, nuestro matrimonio ha ido bien, por lo menos he estado en unas condiciones bastante buenas y tú no has perdido los nervios. Mientras miraba el striptease, pensé en lo mucho que me has liberado de mis inhibiciones".

El de Saarikoski es un libro brutal, primario, enigmático a veces, otras de una franqueza patente, que se ilumina con destellos de oscura profundidad y de excelente lucidez: "Algún día iré a ver las casas donde he vivido, pensé en explicarte en esta carta por qué mis matrimonios [Sarikoski se casó cuatro veces y tuvo cinco hijos, siendo su última mujer la filósofa y periodista Mia Berner] se descompusieron, pero ¿por qué habría de interesarte? Además, me conoces tan bien que conoces los motivos sin necesidad de explicaciones. Todos los libros, dicho sea de paso, habrían de ser cartas, pues recibir una carta es siempre más agradable que recibir un libro, y una carta puede contener trivialidades, un libro no, los profetas escribieron libros, los apóstoles, cartas".

En forma de turbadoras y punzantes imágenes, la voz de Saarikoski sacude todos y cada uno de nuestros sentidos, forzándonos a interpretar individualmente sus palabras, que no son nunca triviales porque en ellas arde la vida. Escrita en largos planos secuencia, Carta a mi mujer narra los avatares por Dublín de una suerte de Ulises (el mítico, no el de James Joyce, aunque éste también esté presente en la novela) condenado al castigo eterno de no regresar jamás. La soltura con que Saarikoski maneja su memoria personal y nos sitúa ante su propia experiencia, sin falsedad ni exageración, consigue la rara y preciosa cualidad de la veracidad que George Eliot admiraba de la sencillez doméstica de la pintura holandesa.

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