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Exposiciones

De la fotografía a la pintura

Elena Márquez Bonny presenta en el Club LA PROVINCIA 'Tránsito', donde su pintura se inspira en su fotografía con imágenes de un colorido poco habitual

De la fotografía a la pintura

Una de las mayores revoluciones en la historia de la pintura fue la aparición de la fotografía, porque a partir de entonces, bajo la presión de esta nueva técnica, la pintura dejó de centrarse en reproducir la realidad. La fotografía liquidó la preeminencia de su predecesora en ese aspecto, porque este nuevo arte lo hacía de manera más precisa. Como resultado, el pintor tuvo que replantearse su función en una sociedad que ya no lo necesitaba para realizar retratos pictóricos o paisajes cuando la fotografía era una alternativa mucho más barata y rápida. Este competidor insuperable usurpó la tarea de reproducir realidad, desterrando al pintor de ese ámbito. Expulsado de su antiguo reino, destronado, su única forma de sobrevivir era mostrar el mundo de alguna manera que no pudiera la fotografía.

Una de las artistas que han convertido esta búsqueda de nuevas formas de pintar lo que la fotografía era incapaz de captar en el motor de su creación es la licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona, fotógrafa y pintora Elena Márquez Bonny (1974), porque en sus cuadros se aúna el arte de obtener imágenes debidas a la acción de la luz y el de la representación gráfica utilizando pigmentos. La obra contenida en esta exposición ha sido realizada en el último semestre, pero a partir de fotos que ha tomado durante estos años. Como fotógrafa y pintora ha escogido aquellas en las que hay un elemento cautivador, que transmite algo interesante sobre lo que seguir experimentando e indagando más allá de la fotografía. Primeramente las fotos son trabajadas en el ordenador y el resultado es pintado de una manera libre, porque a esta artista no le interesa realizar una copia hiperrealista sino todo lo contrario. Es evidente que en sus cuadros hay más invención que reproducción, el fondo, los colores y otros elementos no son reales, pero todos estos cambios se han realizado con el propósito de crear un ambiente, transmitir una sensación que envuelva al espectador, por eso los cuadros son de gran tamaño.

El título de Tránsito es de lo más apropiado, porque nos da la idea de desplazamiento, por eso la mayoría de los personajes se mueven de un lugar a otro, pero sin algún elemento visual que permita saber al espectador de donde viene o a donde va. Desde este punto de vista, Tránsito es una metáfora de la vida, en la cual parafraseando a Rubén Darío, no sabemos a dónde vamos ni de dónde venimos. Por eso todas las pinturas tienen el ser humano como referente, mostrando a personas que están expectantes o se dirigen a algún sitio.

Elena Márquez llevaba muchos años sin exponer por lo que esta muestra supone la manifestación de su capacidad artística acumulada durante todo este tiempo, que se exterioriza como una explosión? de color y creatividad. Técnicamente los trece cuadros han sido realizados con acrílicos y óleo sobre lienzos, consiguiendo una gran viveza en los colores. Sorprende que su fina pincelada logre a la vez dotar de gran materialidad a su pintura, hasta el punto que en los cuadros se aprecia un goteo o una textura, porque trabaja con capas delgadas de color que se superponen. En algunas ocasiones son veladuras, de manera que se transparenta la capa inferior y el color que se aprecia es el resultado de la mezcla del inferior y el de la veladura, aunque en otros casos emplea las trasparencias, más secas o diluidas, según la técnica.

Pero lo más sorprendente es que Elena Márquez no sólo ha cambiado los colores de las fotos en las que se inspira, sino que ha intensificado la luz en ocasiones hasta descomponer la imagen y ha jugado con la figuración y la abstracción. En su deseo de liberarse del color de la realidad, ha llegado a reproducir las fotos en blanco y negro, para al pintar introducir los colores libremente.

Las imágenes capturadas por las fotos y recreadas libremente en los cuadros fueron tomadas en diversos viajes que ha realizado la artista. Siete son de paisajes y personajes de la India, dos que tratan acerca de los árboles son escenas nepalíes, también hay un cuadro con una pareja de Tailandia, y Occidente está representado por una imagen vista en Suiza y dos en California. Pero en ningún momento esos países son el tema de las pinturas, sino sus habitantes.

A pesar de que cada uno de estos cuadros tiene un título, su creadora no quiere dar una lectura cerrada de ellos, sino que prefiere que cada cual los interprete libremente. Sin embargo vemos que un tema recurrente en su pintura es como la individualidad femenina se destaca sobre la masa. En este aspecto destaca el cuadro Nómadas, en el que una caravana que parece sacada del estado indio de Rajastán está guiada por una joven. Del mismo modo, los cuadros más pequeños como El tren y Traje amarillo representan a mujeres que en su momento se han vuelto para mirar al objetivo de esta fotógrafa que capturaba su imagen para luego llevarla al lienzo, y como en el caso de muchos artistas surgidos tras la crisis de la representación, el color en su tránsito de la fotografía a la pintura ha traspasado los límites del objeto.

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