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CONTRA LOS PUENTES LEVADIZOS

El bólido de Tunguska

Un meteorito explosionó sobre los campos de Tunguska en 1908. LP / DLP

La obra del escritor polaco Stanislaw Lem se antoja indisociable de su intensa biografía. Puede que sus libros, recuperados en los últimos años por la editorial Impedimenta (Solaris, Provocación, Vacío perfecto, Magnitud imaginaria, Golem XIV, Máscara, La investigación, El hospital de la transfiguración), no hagan prisioneros como los de Ray Bradbury, Philip K. Dick o George R.R. Martin, pero el artífice de Diarios de las estrellas y Memorias encontradas en una bañera dista mucho de ser un autor mainstream. El sentido y la sensibilidad, además del humor, son elementos dominantes en su particularísima producción narrativa, que estos días se incrementa con la publicación de su primera novela de ciencia ficción, Astronautas (1951), nunca hasta ahora publicada en castellano.

Esta obra de Lem, en la que por primera vez se utiliza la palabra "astronauta" en lugar de "cosmonauta", usada por los rusos (Polonia tenía entonces un régimen comunista tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial), no es sólo y únicamente una novela de aventuras espaciales, sino además y, sobre todo, un tratado científico, técnico y filosófico sobre la relación de los seres humanos y la tecnología. Astronautas es un tratado sobre nuestro mundo, un mundo que en los años cincuenta del siglo pasado comenzaba a dejar de ser el centro del universo, a pesar de que "la idea de los viajes interestelares es casi tan antigua como la especie humana. El hombre fue el primer animal que, echando la cabeza hacia atrás, se atrevió a mirar el infinito abismo del cielo que se extendía cada noche sobre él".

El punto de partida de la novela es un hecho histórico conocido como el "bólido de Tunguska". El 30 de junio de 1908 un meteorito constituido por hielo, polvo y rocas, de unos 80 metros de diámetro, explosionó en el aire sobre los campos de Tunguska, en Siberia, dejando árboles calcinados y derribados en un área de 2.150 km² y una serie de preguntas sin contestar, aunque para la mayoría de los astrónomos actuales el bólido de Tunguska no fue más que la colisión de un fragmento del cometa Encke, que se volatizó al tocar el suelo. Lem, en cambio, especula en su novela con la posibilidad de que el bólido fuera en realidad una nave extraterrestre procedente de Venus. El gobierno de la Tierra, con la intención de establecer contacto con el planeta hermano, llamado así por ser similar al nuestro en cuanto a tamaño, masa y composición, resuelve mandar a Venus la nave recién construida Cosmocrátor.

Astronautas es un artificio barroco, pero no un artificio vacío, sino repleto de sorpresas científicas, imaginativas y reflexivas (no sigo que si no se la estropeo), que recuerdan al mejor Kubrick, el de 2001: una odisea del espacio. Lem construye una obra grandiosa que devuelve la mirada a los pequeños misterios que fundamentan la existencia humana. La historia o historias que el escritor polaco nos cuenta tienen toda la intensidad, la belleza y poder de evocación de la mejor literatura de ciencia ficción. Uno llega a preguntarse si Lem no fue en realidad un extraterreste. No se puede ser tan bueno.

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