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Si te vas a reír, que sea con ganas

El actor americano Jesse Eisenberg debuta en la narrativa con 'El besugo me da hipo y otras historias' que tienen como principal protagonista la neurosis cotidiana

El actor y escritor americano Jesse Eisenberg.

Con la llegada del cine sonoro, la comedia americana ocupó el lugar dejado por los grandes directores del cine mudo (que, a excepción de Chaplin, tuvieron que abandonar las pantallas), convirtiéndose en el género favorito de un público ávido de diversión. Títulos como Un ladrón en la alcoba (1932) de Ernest Lubitsch, Sucedió una noche (1934) de Frank Capra o La fiera de mi niña (1938) de Howard Hawks son ya joyas indiscutibles de la historia del cine. En la literatura no ocurrió lo mismo, como si las novelas de humor fueran menos serias. Se pueden contar con los dedos de una mano las novelas humorísticas que han alcanzado la fama, y eso sólo hasta épocas muy reciente, como La conjura de los necios (1980) de John Kennedy Toole. Además, se da la circunstancia de que Toole, frustrado por la poca atención que recibió de los editores, se suicidó antes de ver su obra publicada.

Viene todo esto a cuento de la publicación del libro El besugo me da hipo y otras historias (Reservoir Books), con el que el actor americano Jesse Eisenberg (La red social, Zombieland y Batman vs. Superman) debuta como escritor. Y lo ha hecho con un libro compuesto por veintiocho historias divertidas y maravillosas, en especial las que tienen como protagonista a un niño de nueve años, y que dan título a la obra: El besugo me da hipo: críticas de restaurantes de un niño de nueve años privilegiado. Pronto advertimos que su verdadero privilegio no es que coma cada noche en un restaurante distinto (japonés, iraquí, ecológico), sino su manera de ser, y la inesperada distracción que le depara su madre divorciada, que le lleva a todas partes para "que papá le pagase".

El besugo me da hipo es una sátira social hilarante y feroz contada con una sencillez que esconde un complejo fondo de perplejidades humanas: "Anoche fui con mamá al Sushi Nozawa. En la entrada del Sushi Nozawa había una mujer antipática. Le pregunté a mamá por qué aquella mujer estaba tan enfadada y me dijo que era japonesa y que su cultura era así. La mujer que sirve la comida en el colegio también es antipática, pero no es japonesa. Quizá servir comida sea lo que cabrea a la gente. [...] Lo primero que nos trajeron fue un paño húmedo enrollado, que desenrollé y me puse en el regazo porque mamá siempre dice que lo primero que hay que hacer en un restaurante fino es ponerse la servilleta en el regazo. Pero la servilleta estaba caliente y húmeda, y me sentí como si me hubiera meado encima. Mamá se enfadó y me preguntó si era tonto".

Con un humor a ratos sutil, punzante o disparatado, Eisenberg se divierte trazando las peculiaridades de una madre neurótica que intenta remontar su divorcio bebiendo a espuertas y gastándose el dinero de su ex marido en restaurantes cuanto más exóticos mejor: "Anoche fui con mamá a un nuevo restaurante llamado Masgouf. [...] El primer detalle extraño en el que me fijé cuando entré en el Masgouf es que mucha gente de la que comía allí llevaba grandes máscaras negras que les tapaba toda la cara menos los ojos. Mamá me dijo algo decepcionada que esperaba que hubiera más gente 'parecida a nosotros'. Pero yo le dije que no sabíamos cómo eran porque ocultaban la cara con las máscaras. Entonces mamá me dio una colleja, que es lo que hace cuando hablo demasiado alto o demasiado bajo o cuando me río".

Otra muestra del poderoso encanto que desprende la obra de este escritor jovial, cuyas historias comparten ciertas resonancias con los relatos de Getting Even de Woody Allen (hay traducción española con el título Cómo acabar de una vez por todas con la cultura), son los monólogos que aparecen bajo el epígrafe de Autoayuda o los diálogos de Familia. Eisenberg, nacido en el barrio neoyorquino de Queens ("Es el distrito más interesante de Nueva York. ¿Por qué? ¡Porque es muy cambiante! ¡Queens! Si viviera en esta zona, en Manhattan, ella pensaría que soy un estirado y un elitista. ¡Manhattan! Como si me hubiera jubilado o algo así. Es tan obvio... Manhattan"), es la constatación de que Nueva York tiene una buena razón para no deprimirse después de los atentados del 11 de septiembre. Si te vas a reír, que sea con ganas.

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