La Provincia - Diario de Las Palmas

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"Los artistas tienen una gran falta de conocimiento pedagógico"

Omar Meza, fundador de la compañía Da.Te. Danza, hace unos días, en el Parque de San Telmo. LAURA CAMPOY

Da. Te Danza tiene como lema profundizar en la función social del arte. No solemos asociar esta aspiración con resultados tan artísticos.

Cuando llego a España en el noventa y nueve me doy cuenta de que hay un vacío en la oferta de espectáculos escénicos para la infancia. Quiero trabajar para los niños y las niñas pero descubro que no tengo cabida en los circuitos, ni en las ayudas a la producción. Con el paso de los años hemos ido ganado tímidamente ese espacio. Entonces la pregunta era: ¿Cómo llegamos al público?, ¿Cómo hacemos que nuestra función social, como artistas, pueda beneficiarles a ellos? Y por supuesto, ¿cómo podemos dignificar las artes escénicas para la infancia? Durante ese recorrido acabo dándome cuenta de que mi labor es trabajar para ellos. Y eso es lo que hace ahora Da.Te. Danza. Quiero trabajar para ellos pero desde una parte más consciente. Estar un poco más cerca del público y entenderlo mejor, entender a las maestras de educación primaria e infantil. Porque hay un desconocimiento enorme del artista en relación con la educación. Bueno, muchos artistas dicen que su trabajo no es hacer pedagogía, pero yo creo que es responsabilidad del artista ayudar un poco al público y no dejarlo en el vacío.

El narrador mexicano Eraclio Zepeda explicaba que los niños son, sencillamente, otra clase de personas. Por tu forma de dar los talleres de danza para bebés, creo que estarás de acuerdo.

Sí. Y son esa clase de personas las que han acabado trayendo a sus padres al teatro. Qué curioso. Generalmente pensamos que en estos espectáculos solo trabajamos para niños, pero no es verdad, también trabajamos para los adultos. El público de las artes escénicas para la infancia y la familia -vamos a llamarlo así- es diferente, pero también hay que atenderlo, cuidarlo. No hay que hacerles sentir que las artes escénicas no son para ellos, porque no tienen nivel; todo lo contrario. La danza, desgraciadamente, ha adquirido un estatus muy alto. Las creaciones que se presentan son maravillosas, no hay que quitarles valor, pero trabajan a un nivel de abstracción que el público no entiende; simplemente porque no está formado para ver danza, porque no sabe ver metáforas en el movimiento. Pero ellos quieren entender algo.

Has explicado a los padres que tanto los talleres como los espectáculos familiares permiten recuperar espacios de intimidad perdidos o abandonados.

Efectivamente. Si recuerdas al padre y a la niña, en ese taller que impartí aquí ... ¡Qué hermoso!, ¿verdad? Se creó una conexión tan íntima y delicada entre ellos. Incluso cuando hay familias que están casi rotas, en las que padres e hijos ni siquiera son capaces de mirarse a los ojos ni tocarse durante el ejercicio, puede producirse un acercamiento que hace un clic. Mi objetivo fundamental son los talleres, construir el imaginario del niño para que él descubra que gracias a la creatividad puede gestionar sus emociones.

Una de las propuestas más originales de Da. Te Danza es el taller-espectáculo. Se enmarca dentro de esa tendencia a buscar relaciones más directas y auténticas con el público, ¿verdad?

El taller espectáculo ha sido un descubrimiento maravilloso. Es una herramienta increíblemente bella. ¿Por qué? Porque desnudas al artista, te bajas de tu estatus y te pones como un simple tallerista. Y en este caso, ¿Qué pasa con el público? Se rompe el hielo. Todos se dan cuenta, de pronto, de que pueden hacer una coreografía. Porque les enseño cómo se organiza el espacio escénico, para que entiendan la fuerza que tiene el bailarín en cada sitio; porque les enseño que un coreógrafo pinta en el suelo con sus movimientos y que también pinta en ese lienzo imaginario que es el fondo, y que con todo ello va creando metáforas. Sucede como con la música. Yo les digo a algunos, a los que no entienden inglés: ¿tú entiendes la música que escuchas en inglés? No, pero me encanta. Pues así tienes que ver la danza, sentirla, vivirla. Y les doy herramientas, les cuento qué formas tienen los elementos y sustancias en mi imaginario: el agua, la miel, la espuma, un elefante... les voy dando ideas, sensaciones, para que ellos entiendan qué es el movimiento y cuáles son su cualidades. Y de pronto, curiosamente, empiezan a construir su coreografía.

Quien eche un vistazo a la página web de la compañía podrá sorprenderse al encontrar vídeos de espectáculos para niños que son pura danza contemporánea. Por ejemplo, 'Sueño'.

Sí. Y además, ése espectáculo es para bebés. Francisco Mora, un neurocientífico, explica que el arte construye el espacio social de los bebés. O sea, que un bebé es capaz de entender la abstracción del arte. ¿Por qué? Porque cuando nace su mundo es abstracto y entonces lo que hace es construir y conectar todo su espacio. Recuerdo mis primeras experiencias con bebés, antes de que empezara el boom de los espectáculos para primera infancia. Las maestras los ponían ahí en su capazos, y yo pensaba que ellos no se iban a enterar de nada. Pero se quedaban mirando el espectáculo y notabas que estaban concentrados porque empezaban a mover el chupete cada vez más rápido. Qué hermoso. Están pensando, analizando, ordenando todo lo que está a su alrededor.

Estudiaste en la escuela de Pina Bausch. Cuando hablabas de la necesidad de renovar la relación con el público me acordé de esa obra suya, 'Kontakthoff', en la que participan bailarines no profesionales: adolescentes, jubilados... ¿Podrías ayudarnos a valorar su legado?

Estar allí, trabajando también con sus bailarines, me ha ayudado a entender el movimiento como algo más que una rutina de ejercicios con diferentes cualidades; me ha ayudado a entender qué es el arte de la danza. O sea, a entender realmente cuál es mi función cómo artista. Y mi función -mi función social, como siempre digo- es tocar el corazón del público y pincharlo, hacerle sentirse sensible, humano. Porque, claro, cuando ves el trabajo de Pina y entiendes su filosofía de la danza comprendes que el artista no es alguien que enseña su cuerpo ante un público y lo seduce mostrando su belleza, su técnica. Para poder contar por medio de la danza, el artista muestra algo que está más adentro. Y entonces la danza se convierte en una herramienta de comunicación con el público, como si fuera un texto. O sea, que la obra que vas creando secuencia a secuencia, te lleva a un espacio que está mucho más allá y que es el de la poesía. Un espectáculo de danza no es sólo una construcción estética, porque ya lleva implícita una parte, digamos, emocional, que requiere que tú como artista te impliques y re rasgues de verdad.

Parte del encanto de '¿Cuál es mi nombre...?' se encuentra en esa combinación de ingredientes dramáticos y coreográficos. En esto también sintonizas con el camino escogido por Pina Bausch.

Es algo que me gusta mucho. Me gusta jugar y darle al público una pincelada de emoción, sensaciones, y luego darle un espacio coreográfico que obviamente tiene que ver con esa pincelada. Deseo que mis propuestas puedan sentirse más que entenderse.

Basta a veces con una trama mínima para que se produzca ese vínculo emocional.

Siempre hay detrás una dramaturgia. No quiero que el público simplemente se quede con movimiento, sino que le llegue algo más. Que se divierta un rato pero que, al menos, le toque algo, una pincelada, ¿no?

A la vista de los resultados, el tándem formado por un dramaturgo y un coreógrafo puede dar mucho de sí.

Yo casi siempre trabajo en equipo, desde la fundación de Da.Te Danza, y eso viene también de Pina Bausch. Ver como ella trabajaba, poniendo todo un equipo artístico al servicio de la obra: el dramaturgo, el compositor, el diseñador de vestuario... yo también integro a los bailarines, para que participen como artistas desde el comienzo de cada proyecto. Me encanta ver cómo se va consiguiendo esa coherencia dramática, coreográfica, escenográfica, con todo el equipo trabajando in situ. Sé que a veces es complicado ponerse de acuerdo, pero para mí es muy enriquecedor.

Las palabras "poesía", "poético" han aparecido en más de una ocasión. Creo que lo que acaba por convertir a '¿Cuál es mi nombre...?' en un poema es el uso tan medido, tan evocador de las palabras.

A esta obra le tengo un especial cariño. Yo conocí a un chico transexual, alguien que nunca me lo hubiese parecido; y conocerle me cambió todos los esquemas. ¿Cómo podía ser que yo, homosexual, no entendiera a un transexual? ¿Por qué no era capaz de hacerlo? Por ignorancia. Por ignorancia desprecias o maltratas, o no das importancia a aquello que la tiene. Entonces empecé a investigar sobre ese mundo; conocí a Kim Pérez, una de las transexuales más importantes de Andalucía.

¿Te refieres a la activista que inició su tránsito después de cumplir los cincuenta?

Sí, me refiero a ella. Entonces se abrió en mi mundo un panorama increíble. Esto incluye también al mundo queer. Entender que una relación se puede ampliar, y no solamente ser de dos; entender que puede haber muchos géneros, no sólo hombre y mujer. Descubro un mundo maravilloso, rico de verdad, y una pobreza sexual alucinante, porque nuestra educación es muy básica. Para saber más, también me fui a Hombre Transexual, una asociación con sede en Madrid. Y el resultado de todo este esfuerzo es ¿Cuál es mi nombre...?, una obra que habla realmente de la transexualidad. Ese niño que no se quiere ver en el espejo, que se quiere convertir en sofá, que juega con su amiga para decirle que él no es quien quiere ser. Ese niño, al final, si lo recuerdas, dice un nombre de mujer, ¡Berta!, y se queda con el pañuelo rojo y comienza a verse como Berta.

No se percibe fácilmente.

Claro, no se percibe porque intentamos trabajar desde la abstracción y el surrealismo. Si lo hiciéramos evidente, la obra se podría censurar muy fácilmente, ¿no? Estamos acostumbrados a que los espectáculos para niños tengan que tratar sobre Caperucita Roja, La Cenicienta o Alicia en el País de las Maravillas....

Pero al crear de esta manera '¿Cuál es mi nombre...?' se logra que pueda ser significativa para muchos tipos de personas.

Es que eso es lo bellísimo. Intentar contar algo al público desde el arte, desde la poesía. Y en la construcción del espacio escénico pasa lo mismo. Tú al principio ves una montañita que puede estar dentro de un parque, con sus flores rojas, y de pronto todo va convirtiéndose en un salón, un salón que representa la identidad. El proceso por el que pasa un transexual para crear su identidad es tan complicado; es un proceso de negación, casi de autolesión, ¿no? El verse en el espejo y no querer ser quien se es en ese momento, porque su cuerpo y su cabeza y su emoción y su sensación y su todo, le dice que es un niño y no una niña, o al revés. Entonces, imagínate la deconstrucción que hay del ser humano.

Esta temporada te retiras de los escenarios con 'Pies de bailarín', una obra con la que miras a tu infancia. Es todo un cierre del círculo.

Y es que es así; porque lo que hago es una reconciliación con mi niño. Después de separarme de mi marido, de pronto viene una reconciliación con mi yo: quererme, respetarme, y decir: pues este soy yo. Me veo abrazando a mi niño y diciéndole: venga, ya no sufres más, ya eres tú; o sea, mi niño eres tú. Ya no eres un niño olvidado, ni maltratado... sino que ahora eres Omar, ya estás conmigo; ya podemos tranquilizarnos y seguir viendo la vida desde otra perspectiva. Y seguir aprendiendo y luchando, obviamente, porque esto no termina. Pero sí, en la danza yo creo que se cierra ese círculo con el bebé.

¿En Da.Te Danza confluyen entonces la vocación social y la necesidad personal?

Yo creo que va implícito. Mi reflexión es que querer ser artista viene por algo, y viene por esa frustración de infancia. Ver este mundo tan castigado y perverso a veces duele. Entonces, si quiero ser artista me toca hablar de esto. Puedo hacer divertimento o entretenimiento, pero no me interesa, ya lo he hecho. Me interesa hablar del alma.

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