Decía Thomas Carlyle que "es un error esencial considerar la violencia como una fuerza". Sin embargo, ese error he hecho retroceder a la humanidad varios miles de años. Para Giorgio Fontana, autor de Muerte de un hombre feliz, la violencia ha estado siempre ahí, por eso sitúa la acción de su novela el año en que nació, 1981. El protagonista es un fiscal que investiga la muerte violenta de un político democristiano que nos trae a la mente inmediatamente el asesinato de Aldo Moro, un caso real que permanece abierto y pleno de aspectos oscuros. Muerte de un hombre feliz es el más punzante bisturí novelístico de la opacidad, la complicidad social y el crimen organizado de la Italia apocalíptica de los años del plomo. No es sólo una novela policíaca, sino también una provocativa meditación sobre nosotros mismos.
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