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La artillería del pensamiento

Acantilado publica una selección de clásicos del periodismo alemán, firmados por Stefan Zweig, Karl Kraus, Rosa Luxemburgo y Herman Hesse, entre otros

La artillería del pensamiento

Me van a perdonar el chiste fácil, pero el periodismo no ha tenido nunca buena prensa. Los ejemplos abundan en todas las épocas. Para Voltaire: "Los periódicos son los archivos de las bagatelas"; para Henry Fielding: "Un periódico consta siempre del mismo número de palabras, haya noticias o no las haya"; para Balzac: "El periódico es una tienda en que se venden al público las palabras del mismo color que las quiere"; para G. K. Chesterton, con una producción de casi 4.000 artículos, el periodismo "consiste esencialmente en decir 'Lord Jones ha muerto' a gente que no sabía que Lord Jones estaba vivo". Ya en nuestro tiempo Cyril Connolly era de la opinión de que "la literatura es el arte de escribir algo que se lee dos veces; el periodismo, el de escribir algo que se lee una vez".

Para llevarle la contraria a Voltaire, Fielding, Balzac, Chesterton y, sobre todo, a Connolly, que ejerció la crítica literaria en periódicos y revistas desde los años treinta del siglo pasado hasta el final de su vida, la editorial Acantilado acaba de publicar una selección de clásicos del periodismo alemán (1823-1934), a cargo de Francisco Uzcanga Meinecke, licenciado en Filología Germánica y Románica por la Universidad de Tubinga y entendido en el articulismo literario. El título del libro, La eternidad de un día, está extraído de una nota necrológica en la que un periodista vienés afirmaba de otro colega suyo recién fallecido que "escribía para el día como si lo hiciera para la eternidad; para la prensa, como si todo un siglo pudiera perdurar en la efímera hoja de un diario".

Un repaso al índice de La eternidad de un día muestra la relación que siempre ha existido entre el periodismo y la literatura, ambas ramas de un mismo tronco, la imprenta, "artillería del pensamiento", como la llamó en una ocasión Simón Bolívar. Allí se pueden ver nombres de escritores y pensadores que forman parte de la historia de la literatura en lengua alemana: Heninrich Heine, Adalbert Stifter, Theodore Fontane, Karl Kraus, Robert Walser, Stefan Zweig, Rosa Luxemburg (la única mujer de la lista), Joseph Roth, Thomas Mann, Hermann Hesse, Robert Musil, Alfred Döblin, Walter Benjamin, Ödön von Horváth, Franz Hessel y Max Frisch, entre otros ilustres de la pluma.

Aunque es difícil destacar el artículo de un autor del de otro, a mí, personalmente, me ha cautivado el texto de Stefan Zweig Viajar o ser viajado, escrito en una fecha tan remota como 1926, en el que el escritor vienés no sólo reniega del turismo masivo e industrializado, sino que es "mejor lo incómodo, lo molesto, lo desagradable incluso: forma parte de todo verdadero viaje, porque siempre hay un contrasentido entre lo confortable, lo que se ha conseguido sin esfuerzo, y lo que se ha experimentado de verdad. Todo lo esencial en la vida, todo lo que consideramos provechoso, nace del esfuerzo y de la superación. [...] Salvemos este pequeño reducto aventurero de nuestra vida en exceso ordenada, sigamos viajando al modo de nuestros antepasados".

El periodismo, cuando no se vuelve literatura, termina por convertirse en espejo de una época. En el texto En el asilo, Rosa Luxenburg escribe sobre la intoxicación masiva en un hospicio para pobres: "El verdadero bacilo tóxico que ha causado la muerte de los asilados berlineses se llama organización social capitalista en estado puro"; en ¡Amigos, no en ese tono!, Hermann Hesse escribe en contra del clamor popular a favor de la guerra del 14: "Habrá guerras durante mucho tiempo, tal vez siempre. Y, sin embargo, la misión más noble y la consecuencia última de la civilización cristiano-occidental es triunfar sobre la guerra". Y así podría seguir enumerando artículos y autores que han contribuido a desvelar las claves de la historia Centroeuropea, así como la jugosa relación entre el periodismo y la literatura, que no siempre gozó de una salud así de buena, apresurémonos a decir. Quienes aspiren a conocer mejor el terrorífico arranque del siglo XX no deberían dejar de leer La eternidad de un día.

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