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CONTRA LOS PUENTES LEVADIZOS

Crecer con Cortázar

No sé si a todos les ocurre lo mismo (aunque intuyo que sí), pero es inevitable acabarle cogiendo cariño a aquellos libros que nos han visto nacer, crecer y, llegado el caso, desaparecer, aunque todavía falta mucho para eso, espero. Lo cierto es que toda mi vida me ha acompañado un ejemplar bastante estropeado de Rayuela de Julio Cortázar, la mítica edición de color negro con una rayuela pintada en la portada publicada por la editorial Sudamericana. Más tarde vendrían otras ediciones, ya en España, publicadas por Edhasa, Cátedra, Alianza, Alfaguara, Galaxia Gutenberg y, más recientemente, Penguin Random House, en el sello Debolsillo, con una hermosa ilustración del diseñador gráfico y artista plástico argentino Juan Pablo Cambariere que representa a una pareja ataviada con ropas victorianas besándose dentro de una jaula para pájaros.

Cortázar siempre me ha parecido un maestro en el escurridizo juego de la evocación. Con los mínimos elementos, sus novelas y relatos saben cómo despertar memorias adormecidas y quitarle el polvo de los años a los eternos temas del amor, la muerte y el sexo. Ayer volví a releer el capítulo 68 de Rayuela: "Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia".

Pocos libros han creado tanta adicción lectora como Rayuela, aunque con el tiempo he llegado a apreciar más 62/Modelo para amar, reeditado también en Debolsillo junto con El libro de Manuel, Bestiario, Todos los fuegos el fuego, Final del juego, Historias de cronopios y de famas y Cuentos completos, y que es el corolario del capítulo 62 de Rayuela (de ahí su título), en el que Morelli piensa escribir "una novela absolutamente antinovelesca, con el escándalo y el choque consiguiente". Para lograr llegar a la verdadera realidad tenemos que aprender a romper con los hábitos mentales (es lo que Morelli/Cortázar pretende con Rayuela y sobre todo 62/Modelo para amar), con los moldes en que se petrifica este género y practicar la descritura, la desobediencia literaria.

No obstante, considerar que 62/Modelo para amar es sólo un texto notable en el que diversas transgresiones a la convención literaria fundan lo fantástico sería un gran desprecio, ya que este libro es una verdadera novela, una gran novela, una novela extraordinaria. Cavando más hondo el surco que ya había labrado en Rayuela, escrita cinco años antes, Cortázar abre su escritura a una amplitud nueva: "Escribir es dibujar mi mandala y a la vez recorrerlo, inventar la purificación purificándose". 62/Modelo para amar es un fascinante laberinto que es difícil no dejar de recorrer, aun cuando lo más probable es que no encontremos la salida y nos perdamos en la rotundidad de su escritura bellísima, indómita, compleja hasta decir basta. Una escritura que se mueve, nos mueve.

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