La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

cómic

El milagro de la Malinche

Trillo y Mandrafina muestran la corrupción, hipocresía y falta de valores de una república bananera en 'La gran patraña'

Una de las viñetas de 'La gran patraña'. LP / DLP

Conseguir que la inquietud y el desasosiego presidan una historia desde la primera hasta la última viñetas, y que la trama esté tan bien orquestada que mantenga al lector atrapado en todo momento, sólo lo consiguen los grandes maestros. Y en La gran patraña se encuentran dos de los más grandes que ha dado el noveno arte. Por un lado, el dibujante Roberto Mandrafina, que se expresa a través de uno de los ejemplos más sobresalientes de su increíble riqueza gráfica. Y, por el otro, el guionista Carlos Trillo, que da muestras, una vez más, de sus insuperables habilidades narrativas en una obra que en 1999 gano el premio al mejor guión en el Festival Internacional de Angulema.

Un tándem que ya mostró su fructífera combinación en anteriores trabajos tan bien recibidos por la crítica como Los misterios de Ulises Boedo; Historias mudas; Piñón Fijo; Peter Kampf, lo sabía. Y en posteriores obras igual de recomendables del tipo Dragger o Spaghetti Brothers. Este título en particular, que fue publicado originalmente en el año 1990, podría verse como una transición, como el inicio de los grandes trabajos de madurez de ambos artistas y su reconocimiento mundial.

La innovación es el término que mejor define este trabajo. Hay un afán de trascender en la perspectiva, la estructura, el sombreado, los colores, el guión... Los personajes aparecen retratados como actores de un gran circo de una Comedia del Arte sórdida e inquietante y vamos sabiendo lo que ocurre con ellos casi a cuentagotas. El protagonista es un detective desarrapado que ha caído en las redes del alcohol, pero que se ve envuelto en una trama que mantiene todos los códigos del mejor noir con un estilo que se mueve entre la descripción explícita del realismo mágico a lo Gabriel García Márquez, la suciedad de Jordi Bernet, y un cierto tono underground de autores como Beto Hernández, pero sin llegar a la experimentación gratuita.

Todo comienza cuando un dictatorzuelo, conocido por el apropiado nombre de El Gran Títere, quiere acabar con la alta demografía de un país ficticio de Latinoamérica que gobierna con mano dura, inventando una mentira que, en una población tan ignorante y esclava de las supersticiones como esta, pueda tener un efecto psicológico. La solución no es otra que crear un personaje, que no es otra que su sobrina, Malinche Centurión, que será conocida como la virgen intocada, ya que aparece en las situaciones más desesperadas con la habilidad de hacer milagros gracias a un don divino que ha surgido por su opción de mantenerse pura a pesar de su increíble belleza. Cuando, por otro lado, el corrupto y amoral gobernante se beneficia a diario de sus favores sexuales.

Todo cambia cuando la Malinche sufre una extorsión por parte de un ex alto cargo nazi, de nombre Reiner von Fritz, que ha sido rechazado por ella. Y es en ese momento cuando interviene el protagonista, Donaldo Reynoso, una mezcla entre el personaje de Torpedo y el investigador que Mickey Rourke interpretara en El corazón del ángel. Un perdedor que tiene que vérselas con un sicario de lo más expeditivo y siniestro conocido como La Iguana.

Con continuas dosis de sexo y violencia, algunos personajes interrumpen la historia constantemente para explicar ciertos apuntes biográficos. Así vemos cómo fue la infancia del protagonista y cómo su trayectoria profesional se va a pique cuando descubre la implicación de un senador en la mafia. Una obra que deja una huella en el lector, que desprende la misma atmósfera de grandes renovadores como Lars Von Trier o Eric Sió. Todo en el marco de un país ficticio de Sudamérica, La Gran Colonia, una república bananera que podría haber servido de inspiración a Vargas Llosa para escribir su novela La fiesta del chivo.

Compartir el artículo

stats