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entrevista paisajismo

"Me fascina el trabajo de Rubió en el 'Parque de las Cucas"

"Se están fosilizando paisajes, sobre todo rurales, con procedimientos para su conservación que resultan contraproducentes", asegura Joan Nogué, director del observatorio del paisaje de cataluña

Joan Nogué, director del Observatorio del Paisaje de Cataluña, en otro tramo del 'Parque de las Cucas' MARIANO DE SANTA ANA

Su conferencia se inscribió en el lema "Museos y paisajes culturales", elegido por el ICOM para celebrar el Día Internacional de los museos. ¿Qué es un paisaje cultural?

Es aquel en el que la huella humana es muy visible. En estos paisajes hay elementos de carácter patrimonial que nos explican de dónde venimos y cómo somos. Dicho esto, cuando hablamos de paisaje, casi siempre estamos hablando de paisaje cultural, en especial en un continente como el nuestro, muy antropizado desde hace milenios. Es verdad que en otras latitudes esa acción antrópica no es tan evidente y ahí quizá sí tiene sentido hablar de paisajes, a secas, y de paisajes culturales cuando la acción antrópica es mucho más clara. En Europa, como digo, esta distinción resulta más difícil. Lo que ocurre es que la UNESCO ha asumido la categoría de paisaje cultural y hay lugares declarados patrimonio de la humanidad por la vía de reconocerlos como paisajes culturales.

El problema es que cuando se museifica un paisaje con frecuencia se lo congela etnográficamente o se lo convierte en diorama. ¿Qué opina sobre esta cuestión?

Prefiero los términos fosilización o tematización para explicar lo mismo que está comentando usted, porque el término museificación acaba siendo peyorativo y no quiero asociar ningún término peyorativo al concepto de museo. Palabras como fosilización o tematización expresan mejor esta realidad. Se están fosilizando paisajes con procedimientos para su conservación que resultan contraproducentes y los convierten en escenarios de cartón piedra, sin vida propia, con vida asistida. Esos paisajes, y esto ocurre sobre todo en los rurales, han perdido completamente las funciones que les dieron sus formas actuales.

A este respecto, en su conferencia habló de la necesidad de reinventar la ruralidad. ¿Puede abundar en este asunto?

No hablaba en términos de paisajes agrarios, productivos. Me refería al concepto de ruralidad que compartimos las sociedades urbanas y no urbanas y al hecho de que lo rural, que existe, sin duda, está cargado de tópicos que son los que, a veces, lo llevan a la fosilización, a la pesebrización. Creo que hay que abrir el concepto, hacerlo más flexible, repensarlo para dar otras funciones y otros discursos a lo rural.

¿Qué han podido hacer y qué no desde el Observatorio del Paisaje de Cataluña?

Hemos contribuido bastante a cambiar mentalidades, a concienciar a responsables políticos y a formar a colectivos profesionales, lo cual es fundamental para lograr el cambio que buscamos. Pero nos hubiese gustado poder intervenir más y más rápidamente para evitar la transformación de ciertos paisajes que está ocurriendo ante nuestros ojos a una velocidad que nos supera. Esa sensación de impotencia la tuvimos especialmente en los años previos a la crisis, entre 2005 y 2009, cuando la expansión desorbitada del espacio construido parecía irrefrenable.

El Convenio Europeo del Paisaje es un tratado que está en el ADN del Observatorio del Paisaje de Cataluña. ¿Qué supuso para las políticas paisajísticas este documento?

El Convenio Europeo del Paisaje es un tratado internacional que por primera vez pone el paisaje sobre la mesa y conmina a los países firmantes -entre ellos España, que, sin embargo, no cumple con estas obligaciones internacionales- a introducir el paisaje en las políticas públicas, tanto las de carácter territorial y urbanístico, como las más sectoriales, es decir turísticas, energéticas, agrícolas, etcétera. Es decir, les dice a los gobiernos que firman ese tratado que tienen que cumplir una serie de obligaciones: la primera es introducir el paisaje en su ordenamiento jurídico, ésta es una de sus grandes aportaciones. La otra es que considera al paisaje como un elemento fundamental de la calidad de vida de los ciudadanos, al mismo nivel, para entendernos, que beber agua o respirar aire no contaminados. El tratado indica que un paisaje armónico, bien cuidado, es fundamental para la calidad de vida de la gente. Y esto, que quizá parezca poca cosa, puede tener consecuencias jurídicas importantísimas.

Si alguna vez fueron separables naturaleza y artificio, hoy lo son menos que nunca. Vemos, por ejemplo, una oveja pastando en un campo verde y a lo mejor es un animal clonado. Esto está en el discurso del Observatorio, que no cae en el bucolismo.

Nosotros lo tenemos clarísimo, tanto que los paisajes en los que más trabajamos son precisamente aquellos en los que el artificio está a la vista. Uno de los últimos congresos internacionales que celebramos fue sobre las periferias urbanas. Más artificio que ahí no encuentras en ningún sitio.

Quisiera que nos hablara también sobre el turismo. Un geógrafo por el que usted tiene simpatía, John Brinckerhoff Jackson, cuenta en su ensayo Aprendiendo sobre paisajes

Cuando John Brinckerhoff Jackson habla del turista se refiere a la mirada observadora, inquieta, de aquella persona que por primera vez visita un lugar, o que no lo ha visitado pero le dice que abra los ojos.

Pero en su ensayo Jackson no hace distinciones entre turista y viajero

Yo tampoco creo en esa distinción, al menos tal como se hace habitualmente.Es obvio que el viajero romántico se parece poco al turista contemporáneo, pero, en el fondo, lo que importa es la voluntad de mirar algo nuevo, de observar el paisaje. Es una cuestión de actitud, lo mismo hoy que hace trescientos años. Y Jackson, que era un hombre con una enorme curiosidad por todo lo que veía, recomienda a sus estudiantes que tengan una actitud abierta, que aprendan a mirar.

Con una actitud así se puede revaluar un paisaje, operando no en su dimensión física sino sólo en la percepción que tenemos del mismo, aquello de "in situ" y "de visu".

Está clarísimo. Muchos paisajes se han convertido en objeto de atención porque la percepción sobre ellos ha cambiado, junto con la transformación de los valores éticos y estéticos de la sociedad. Muchos de los paisajes que hoy apreciamos se pusieron en valor así durante el romanticismo, hace dos siglos, y en buena medida seguimos ahí. Eso es evidente, pero también es verdad que no es suficiente con la percepción. Nosotros como Observatorio, obviamente, le damos mucho importancia a la percepción, pero se la damos también a la acción porque consideramos que determinados paisajes han perdido su equilibro, su razón de ser, su sentido del lugar y con cambiar la percepción de ese entorno no es suficiente. Hay que intervenir, remodelar, redignificar esos paisajes que han sufrido procesos de degradación.

Ha conocido usted durante esta última estancia en Las Palmas un parque del prestigioso paisajista menorquín Nicolau Maria Rubió i Tudurí, el Parque Rústico Barranquillo Viera, conocido popularmente como "Parque de las Cucas" y no muy apreciado por los ciudadanos. ¿Qué impresión le causó esta visita?

Me fascinó la idea de Rubió de convertir este barranco en un parque. De no pensarlo como vertedero, sino de intervenir en él y hacer del propio barranco un parque. Y además rodeado de espacios urbanos. Creo que esas intervenciones en espacios aparentemente banales dan a la ciudad, y en este caso a Las Palmas, un valor añadido que me gusta encontrar cuando visito una ciudad.

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