La Provincia - Diario de Las Palmas

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Inmensidad

"Fue un seis de diciembre de 2015, en pleno verano amazónico", dice con el brillo del recuerdo todavía en los ojos. "La primera entrada a la selva fue en lancha y me impresionó desde el principio. Llevaba cuarenta minutos en aquel río y empezaba a entender que la exuberancia era imparable. Asumí la magnitud imposible del lugar: es infinitamente más grande de lo que uno pueda imaginar". Le pregunto por momentos de especial impresión. "En avioneta entre Quito y Coca, una vez nos tocó sobrevolar la llamada avenida de los volcanes. Son setenta volcanes alineados, aunque yo desde mi ventana vi solo cuatro, más grandes que el Teide cada uno, un cuadro de una belleza absoluta. De repente aquel pequeño aparato donde solamente íbamos nosotros y el piloto dio un giro para aterrizar. Pasamos tan cerca de la montaña que pensé que no lo contaba. La llegada en carretera cuando entras desde el oriente de Ecuador sobrecoge, cruzas una inmensidad verde. Mi socia me ha recordado varias veces el momento cuando mis ojos miraban la selva por primera vez, como quien estaba ante un gran descubrimiento".

"La noche en la selva es espectacular", continúa. "Si de día le tienes que tener respeto, imagina de noche. Caminas con una luz frontal asida a la frente, tienes que mantenerte muy alerta, apenas ves. Te das cuenta de lo dormido que tienes los sentidos. Allí se te multiplican, sobre todo el oído, que te alerta de las cosas que te rodean. Identificas qué escuchas y a qué distancia se encuentra, se convierte en una herramienta muy importante".

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