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Alberto García Saleh

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Sam Bean se ha convertido en el modelo a imitar dentro de la nueva generación de cantautores americanos que realizan un folk alternativo y personal. Y sus seis discos hasta el momento se han colocado como referencias indispensables para muchos artistas de la última década. Por otro lado, las recopilaciones con sus grabaciones caseras se han ido repitiendo con frecuencia en su carrera. Aquí se recogen una serie de archivos que el músico estadounidense nunca había publicado, cuatro de los cuales llegan de una grabación casera en cassette, y que fueron compuestos en la misma época en la que sacaba su debut The Creek Drank the Cradle. Por este motivo, todos los temas remiten a aquel trabajo. Las cinco primeros composiciones muestran su faceta más acústica con algún título cercano al primer Bob Dylan en donde Bean susurra más que canta. Pero las sorpresas comienzan con Judgement con un tono austero medio country y arrebatador. Y, sobre todo, en Quaters in a pocket o Loretta que se sitúan entre los momentos más inspirados de su carrera.

Los estimulantes experimentos que Tim Hecker ha realizado con la electrónica en sus nueve trabajos publicados resultan tan fructíferos como los que en su día hicieron Kraftwer, Brian Eno o Tangerie Dream. Cada canción de este trabajo demuestra que la música hecha con sintetizadores es un campo impresionante del que aún se ha explorado muy poco. Y es que, en su afán de inovación, el canadiense utiliza el melodyne, una herramienta del software que convierte los archivos de audio en partituras. Como en el sensacional Virgins, Hecker sigue inspirándose en la música sacra del siglo XV y XVI interpretadas por el conjunto de voces islandés Icelandic Choir Ensemble que aparece en la portada. Esta es la primera vez que el canadiense trabaja con voces humanas y no sintéticas, y el resultado es, una vez más, hipnótico. Destacar ese fenomanel crescendo, Violet monumental, que en siete minutos le da toda una lección a nuevos músicos de cómo usar de forma original sintetizadores. O ese arrebato de luminosidad, Castrati stack, que roza el dream-pop.

Con el aroma del primer Nick Cave planeando de principio al final, Lõbison publica un segundo disco repleto de emoción que acogen elementos que van de la nueva chanson al post-punk, pasando por el aroma de crooners contemporáneos. El dúo sevillano que surge de la mutación de los extinguidos Falso Cabaret, Juamba d'Estroso y Santi García, han publicado una obra redonda. El tema Amantes mendigos tiene una sutil mezcla entre Corcobado y Nick Drake. Con El piercing de la mala soledad y Pescasueños hay algo de minimalismo sucio con unas guitarras a veces siniestras y otras neopsicodélicas. Pero el dúo llega a sus momentos cumbres en títulos como La columna de Durruti o La geometría del amor con estructuras sinuosas e inquietantes y con unos fenomenales crescendos que acaba con un momento de verdadera pasión instrumental. Algo más accesible, pero con ecos a The Cure inclusives, se desenvuelven en Pertenecerá, otra de las joyas del disco. Y la mejor despedida, la emocionante Mi querida morfina como homenaje a Johnny Cash.

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