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El tribuno y la plebe

Melquíades Álvarez fue un joven republicano que quiso regenerar España, pero que acabó con concesiones en exceso a Alfonso XIII

Si la grandeza de un hombre se mide por sus contradicciones, no cabe duda de que Melquíades Álvarez (1864-1936) fue un gran hombre, seguramente uno de los más grandes; pero, si por el contrario, la grandeza de un hombre se mide por su coherencia, la historia puede cambiar.

Pico de oro, estaba dotado con el don de la retórica y supo manejar como nadie el arte de la dialéctica. Fue un joven republicano que intentó regenerar España y cuando tropezó con la realidad se hizo accidentalista -dejó de importarle la forma de Gobierno- para acabar concediendo demasiadas oportunidades a un rey, Alfonso XIII, que lo ninguneó muchas veces. Melquíades Álvarez fue una pieza clave y muy activa de la vida pública española desde el amanecer del siglo XX hasta su trágico final al inicio de la Guerra Civil. Tan buen abogado como político, no había tribunal que se le resistiera y como Decano del Colegio de Abogados de Madrid se encargó de la defensa de José Antonio Primo de Rivera cuando éste fue encarcelado en 1936, lo que probablemente influyó mucho en que en el mes de agosto, una vez iniciada la Guerra Civil, fuera asesinado en la Cárcel Modelo por aquel populacho descontrolado y poco educado al que siempre había temido. Fundó el Partido Reformista en 1912 y al calor de su locuacidad se formaron buena parte de los políticos que más tarde se encargarían de intentar gobernar la Segunda República (Manuel Azaña entre ellos). Lo admiró todo el mundo. Y muchos, en uno u otro momento, tuvieron también serias discrepancias con él. Miguel de Unamuno le dedicó alguna impertinencia después de mostrarle apoyo y admiración, pero no fue el único. Antonio Oliveros, director que fue del periódico El Noroeste, se ocupó de él en una biografía que es más bien un descargo de conciencia por las diferencias mantenidas.

Entre dos fuegos: Melquíades Álvarez y su familia es en realidad la reedición de Melquíades Álvarez, mi padre (En el canto de la moneda), una novela que la nieta del tribuno, Sarah Álvarez de Miranda (1932), publicó en la editorial Nobel en 2003. Este libro nos acerca las peripecias personales y vitales de Melquíades Álvarez y su familia narradas en primera persona por la madre de la autora -Matilde Álvarez Quintana, hija de don Melquíades-. En este sentido es una novela -difícil de clasificar, en cualquier caso-, pero como nos advierte la autora, también es mucho más que una novela, por cuanto todos los personajes son reales y los acontecimientos también: "No pretendo otra cosa que hablar de nuestra particular verdad. No me invento nada de lo que aquí expongo, todo ello lo he escuchado de sus labios [se refiere a su madre] o de los de otros miembros de mi familia y nunca fueron comentados con intención de exponerlos a los demás".

Sarah Álvarez Miranda tenía cuatro años cuando asesinaron a su abuelo. Siempre tuvo interés por la literatura y durante los años cincuenta vivió en La Habana, de donde salió tras el triunfo de la revolución cubana. Es una escritora solvente, como demostró con el libro El vecino de Eaton Square y otros cuentos, que le prologó José García Nieto, pero en esta reconstrucción novelada de la peripecia de su familia la concisión de su prosa impresionista cobra especial fuerza: "¿De qué materia estarán hechas la alas de las malas noticias? Amanecía el día 23 de agosto y ya teníamos conocimiento de lo acaecido en la Cárcel Modelo. Nuestro padre había sido asesinado".

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