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Una lectora en la intimidad

Seix Barral publica 'Horas en una biblioteca', una recopilación de ensayos que descubren la faceta de gran lectora y ensayista de Virginia Woolf

No hay mucho espacio para dudas respecto de la importancia de Virginia Woolf para el feminismo, pero la escritora inglesa hizo más que inventar la expresión "un cuarto propio", de la que la literatura feminista se ha adueñado en los últimos años. Baste citar la novela autobiográfica de Assia Djebar Nulle part dans la maison de mon père, traducida por Susana Andrés Font como Sin habitación propia (Lumen, 2009), o el primer volumen de la tetralogía Dos amigas, titulada La amiga estupenda (2012) de Elena Ferrante, donde la escritora italiana relata la vida de Nanú y Lila, dos mujeres que están aprendiendo a gobernar su vida: "Habíamos nacido y vivido en casas diminutas, sin cuarto propio, sin un sitio donde estudiar. Yo seguía viviendo así, muy pronto ella dejaría de hacerlo".

Como decía, Virginia Woolf hizo más que inventar la expresión "un cuarto propio". En cierto modo, la autora de Las olas, Al faro y Orlando fue una de las primeras escritoras en tener un rincón en nuestro propio cuarto. Sus obras, a diferencia de la de otros autores pertenecientes al grupo Bloomsbury, se han revalorizado con los años. Si bien los valores de E.M. Forster y Katherine Mansfield pueden haber bajado unos cuantos enteros hablando en términos bursátiles, los de Woolf se han incrementado, en gran medida gracias a la decisión de su marido Leonard Woolf de vender los manuscritos de sus libros en Estados Unidos, partiendo de la consideración de que allí tendría una mejor recepción.

Aparte de su faceta de escritora modernista y precursora del feminismo por frases como ésta: "No hay barrera, cerradura, ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente", no sería inteligente olvidar aquí su faceta de gran lectora y crítica literaria que la llevó a pasarse horas en una biblioteca. Así se llama precisamente el libro donde Seix Barral ha recopilado sus ensayos y críticas literarias acerca de autores como Kipling, Conrad, Melville, Dostoievski o Jane Austen, a quien defiende de los críticos a los que sólo parece importarles "si era una dama, si decía la verdad, si sabía leer, si tenía alguna experiencia personal en la caza del zorro", y a los que recuerda que "Jane Austen escribió novelas. Tal vez a sus críticos les sentara bien dedicar un rato a leerlas".

En Horas en una biblioteca, Woolf se muestra reticente a considerar la ficción como una de las bellas artes: "Al menos en Inglaterra la novela no es una obra de arte. No hay ninguna que se pueda poner a la par de Guerra y paz, Los hermanos Karamazov o En busca del tiempo perdido. Pero si bien aceptamos esta verdad, no podemos suprimir una última conjetura. En Francia y en Rusia se toman en serio la ficción. Flaubert dedica un mes a buscar la frase idónea para describir una lechuga. Tolstói reescribe Guerra y paz nada menos que siete veces. La posición dominante de ambos tal vez se deba a lo mucho que se han desvivido, tal vez a la severidad con que se les juzga. Si el crítico inglés fuera menos doméstico, menos propenso a proteger los derechos de aquello que le complace llamar vida, el novelista seguramente sería más osado. Podría desgajarse para siempre de la mesa del té, de las muy plausibles y ridículas fórmulas que presuntamente representan la totalidad de nuestra aventura".

Para subrayar y dar énfasis a esta recopilación de críticas literarias y ensayos que nos ocupa hay que decir que Virginia Woolf es una de las pocas mujeres ensayistas de referencia, junto con Mary Wollstonecraft, Madame de Stäel y George Eliot. Entre otras cualidades, la autora de Un cuarto propio tenía una de la que carecían muchos de sus contemporáneos: conocía su mente. Sabía con toda precisión lo que le interesaba; sabía que la lectura carece de lugar, salvo la intimidad, y, sobre todo, de reglas: "Un lector ha de poner coto al deseo de aprender ya desde el comienzo; si el saber se le pega, excelente, pero ir en busca del saber, leer de acuerdo de un sistema, convertirse en un especialista, o en una autoridad, es algo que tiene todas las trazas de acabar con lo que preferimos considerar como una pasión más humana, una pasión por la lectura pura y desinteresada".

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