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arte

Morfología del deseo

En Paco Juan Déniz el surrealismo es un medio y no un fin, y por ello lo emplea como una herramienta para hablar de la realidad en la que nos encontramos

S/t 2016. Lápices sobre cartulina. Paco Juan Déniz. LP / DLP

Al tratar de evaluar la obra de Paco Juan Déniz nos encontramos con la disyuntiva de tener que elegir entre dos fechas, la de la aparición del primer Manifiesto Surrealista y aquella en la que comienza la trayectoria pictórica de este artista autodidacta. Esta dualidad es el resultado de que a partir de una visión superficial de su obra se le podría calificar, como efectivamente se ha hecho, de tardo surrealista, pero si observamos con más atención sus creaciones comprobaremos que Déniz supera cualquier encasillamiento, no solo en el citado movimiento artístico surgido en Francia en los años veinte, sino en cualquier otra corriente pictórica que contenga unos principios estéticos a los cuales sus miembros tengan que someterse.

Esta ambivalencia es posible porque en realidad para Déniz el surrealismo es un medio, no un fin, y por ello lo emplea como una herramienta para hablar de la realidad en la que nos encontramos, mostrando, por ejemplo, la debacle ecológica a la que hemos abocado al planeta o la pérdida de valores, que incluso se han transmutado en sus opuestos.

Viendo la obra de Déniz, poblada de criaturas reales en espacios imaginados o seres inexistentes habitando nuestro mundo, de enigmáticos universos oníricos y arquitecturas inverosímiles es imposible no recordar a uno de los grandes referentes del surrealismo en Canarias, Juan Ismael, con la diferencia que la pintura del pintor majorero es más poética y la de su homólogo grancanario es más despiadada e inclemente, pero además Juan Ismael respondía a aquellos que afirmaban que Déniz lo copiaba, que en realidad el que consideraban su imitador era mucho mejor pintor que él. Parecidos aparte la influencia de Yves Tanguy y Max Ernst es mayor aunque menos manifiesta. A la vez la aparición de elementos propios del realismo mágico y la pintura metafísica aportan una atmósfera que hacen que la obra de Déniz supere los límites de cualquier ismo.

De ahí el título de la exposición, Liberación del deseo, porque el surrealismo abrió un camino en las artes hacia la liberación del deseo, porque este movimiento artístico constituye una actitud vital, cuyo origen es la búsqueda de libertad, de la liberación total del hombre, y por consiguiente abandera la ambición de ensanchar la conciencia y realizar el deseo. Déniz recoge esa demanda de libertad, demostrando al espectador que sigue estando viva en esta época en la que la humanidad, al igual que en los años veinte, se ve envuelta en una crisis mundial en todos los aspectos.

De este modo, un elemento recurrente en gran parte de las treinta obras que componen esta exposición es la del hombre ante la nada, la soledad del ser humano frente un espacio en el que todo es efímero. Un ejemplo es el tríptico Niña jugando con el agua, ajena a todo lo que sucede a su alrededor, un acrílico sobre tela en el que una niña, el ser humano más inocente, se convierte en metáfora de toda la humanidad, que como la protagonista del cuadro vive inconsciente de la progresiva degradación del planeta a pesar de que sucede ante sus ojos. También la superación del hombre por las nuevas tecnologías y las redes sociales con la consecuente deshumanización es el motivo de varios cuadros de la exposición como el acrílico sobre lona La globalización de los monos o Al final estamos conectados a la red, realizado con lápices sobre cartulina.

Asimismo encontramos que una de las imágenes que se repiten en sus cuadros es la de la isla, manifestada en su aspecto más evidente, como extensión de tierra rodeada de agua, o en metáforas tan sugerentes como las de siete velas que arden en el mar y que llevan a reflexionar de que tarde o temprano terminarán por apagarse. En este aspecto el mar aparece a veces a través de una ventana como un espacio que enclaustra a los isleños, confinándolos y limitando sus expectativas, pero a la vez por arte de magia les obliga a agudizar facultades como la imaginación.

Liberación del deseo es la muestra de las creaciones de una rara avis en el panorama del arte canario, un outsider de la pintura del archipiélago que ha dedicado cuarenta años a este arte, creando a contracorriente, y cuya independencia, surgida de un deseo de pintar para sí mismo, ha acendrado su obra, limpiándola de cualquiera de las impurezas del arte comercial.

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