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CONTRA LOS PUENTES LEVADIZOS

Pensar en imágenes

David Lynch. LA PROVINCIA / DLP

En Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer, hay un artículo de David Foster Wallace sobre el rodaje de Carretera perdida titulado David Lynch conserva la cabeza. En él, el autor de La broma infinita (que dicho sea de paso no conservó la cabeza, pues en 2008 se ahorcó en su casa de Claremont, California) trata de concretar la significación del término lynchiano: "Una definición académica de lynchiano podría ser algo que 'alude a un tipo particular de ironía donde lo muy macabro y lo muy rutinario se combinan de tal forma que revelan que lo uno está perpetuamente contenido en lo otro'. Para mí, la deconstrucción que llevan a cabo las películas de Lynch de esa extraña 'ironía de lo banal' ha afectado la forma en que yo veo y organizo el mundo".

Foster Wallace no fue el único para el que las películas de David Lynch no sólo afectaron su forma de ver y organizar el mundo, sino también de percibir el proceso creativo. Lynch atribuye a la meditación todos sus éxitos cinematográficos. Fruto de esa meditación es también su libro Atrapa el pez dorado, que acaba de publicar la editorial Reservoir Books, con el subtítulo Meditación, conciencia y creatividad. Tres palabras claves para entender el porqué de tanto placer en una película de Lynch. Lo que provoca ese placer, Lynch lo tiene claro, son las ideas: "Las ideas son como peces. Si quieres pescar pececitos, puedes permanecer en aguas poco profundas. Pero si quieres pescar un gran pez dorado, tienes que adentrarte en aguas más profundas. En las profundidades, los peces son más poderosos y puros. Son enormes y abstractos. Y muy bellos".

Decía Ortega y Gasset que "el pensamiento es una erección, y yo todavía tengo pensamientos". De manera similar, el cine de Lynch nos la pone dura con sólo entrar en el cine y que se apaguen las luces. Y la razón no estriba en la combinación perfecta de road movie y erotismo (Corazón salvaje); en la búsqueda mutua entre una mujer y su doble (Inland Empire); o en el trastorno de una mujer enamorada y traicionada que se venga de su amante (Mullholland Drive), etcétera. El gran golpe de genio consiste en "pensar en imágenes y sonidos que fluyen juntos en el tiempo y en una secuencia, creando algo que sólo puede hacerse mediante el cine. No son sólo palabras o música, sino toda una gama de elementos que se unen para componer eso que antes no existía. De inventar un mundo, una experiencia que la gente no tendría de no ver esa película".

En el artículo mencionado anteriormente, Foster Wallace sostenía que "las películas de Lynch no tratan sobre monstruos (es decir, gente cuya naturaleza intrínseca es el mal), sino sobre posesiones". Yo iría un poco más allá y afirmaría que las películas de Lynch no tratan sobre monstruos (a excepción de Diane Ladd chillando delante del espejo después de pintarse toda la cara con un pintalabios en Corazón salvaje), sino sobre abstracciones y lo que el cine puede hacer con ellas. Si tuviera que quedarme con una secuencia, sería con la de Dennis Hopper gritando en Terciopelo azul: "!Me voy a follar todo lo que se mueva!".

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