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poesía 'Obra completa' de un modernista

Saulo Torón y los años del asombro

Su primer libro, ´Las monedas de cobre´, nace en el contexto de una ciudad que se acelera por el Puerto de la Luz

Saulo Torón retratado por Alejandro Reino. LA PROVINCIA / DLP

El 11 de marzo de 1920 tuvo lugar en el Hotel Metropole de Las Palmas de Gran Canaria un agasajo a Tomás Morales, al que muchos de sus más cercanos amigos no pudieron acudir por no poder presentarse al convite con la vestimenta de gala requerida. Más allá de este detalle, que aunque lo parezca no es menor para entender la curiosa relación con el arte de aquella incipiente sociedad de consumo, la anécdota generó una carta firmada a cinco manos por otros tantos ausentes que querían disculparse ante el homenajeado: Eladio Moreno, Alonso Quesada, Manuel González, Rafael Cabrera y Saulo Torón. El texto, que publicó el periódico La Jornada al día siguiente, contiene una frase que, seguramente sin pretenderlo, ilustra el punto de partida de muchas de las mejores páginas de nuestros modernistas: "La ciudad distinguida tala los árboles y aparecemos nosotros llenos de desorientación como indígenas asombrados". He ahí la clave. El asombro. El asombro que causa una ciudad acelerada por obra y gracia del Puerto de la Luz, que cambió para siempre su fisonomía y sus horizontes, que se volvió proporcional síntesis del mundo y que propició que los creadores modernistas pudieran confrontar su mirada isleña y atlántica con las de otras latitudes, longitudes, climas y lenguas. Es esa ciudad la que se asoma al primer libro de poemas de Saulo Torón, Las monedas de cobre, como también se asoma, en los mismos años en los que estaba gestando su primera entrega lírica, a sus menos conocidas facetas como prosista, poeta satírico y autor teatral.

A aquella dinámica ciudad de Las Palmas de Gran Canaria y en concreto a las proximidades de aquel muelle en construcción, arribó desde Telde, en las postrimerías del siglo XIX, la familia Torón Navarro. El joven Saulo, atraído quizá sin saberlo por el magnetismo de aquel brazo tendido sobre las aguas, nunca volvería a despegarse demasiado de la esquina que la Isla tiene por capital. Entre el istmo de La Isleta donde vivió, la caseta del muelle donde trabajó y el hogar familiar de Ciudad Jardín, transcurrieron la mayor parte de sus casi noventa años de vida, en los que apenas abandonó Gran Canaria y en los que no tantas veces se alejó de la capital de la Isla.

Definitivamente, Saulo prefirió la orilla, pero no cualquier orilla. Tenía que ser la de una ciudad que posibilitara una intensa experiencia modernista, una ciudad centrífuga que alentara las crónicas que, tal como Alonso Quesada, publicó en el periódico Ecos durante la I Guerra Mundial; una ciudad que viviera con intensidad, pese a la distancia del escenario bélico, aquella contienda y sus inesperados efectos en el archipiélago, tal como hizo capitaneando la sección satírica El tablado de la farsa en el mismo periódico; y una ciudad en la que convivieran distintos tiempos, costumbres y pareceres como refleja acertadamente en su teatro, al que desenfoca el habitual y precipitado adjetivo de costumbrista.

No cabe duda de que Saulo Torón debe su nombradía a su trayectoria lírica, pero resulta sumamente interesante acudir al conjunto de su obra para entender más exactamente los propósitos que animaban sus primeras páginas. Llama la atención que alternara entre los distintos géneros únicamente durante el corto periodo descrito, pero también es llamativa la intensidad con la que se entregó al proceso creativo por aquellos años que marcan sin duda un segmento especialmente significativo de las letras insulares. Dejando a un lado una breve incursión satírica en el periódico El País, en los últimos años de la década del veinte del pasado siglo, Torón no publicó desde entonces más que poesía lírica, eso sí, guardando un prolongado silencio editorial desde 1932 hasta 1963, entre Canciones de la orilla y Frente al muro.

El transcurso de la I Guerra Mundial coincidió por tanto con un periodo especialmente creativo para Torón. Los distintos géneros que trabajaba se contagiaban y alimentaban mutuamente. Cabe pensar que Torón, poeta-cronista, quería dejar constancia en cada uno de los rumbos de su obra, de algo que estaba sucediendo demasiado rápido, de constantes y frenéticos cambios que despertaban su asombro y del necesario sosiego con el que detener el tiempo: muchos poemas no son otra cosa que crónicas en verso; las prosas, no exentas de poeticidad, abordan asuntos que tampoco escapan a sus textos líricos; la poesía satírica no oculta al gran poeta que la escribe y el teatro sube a las tablas algunos motivos que también albergan sus poemas. En definitiva, en la segunda mitad de la segunda década del veinte, podemos situar un periodo de especial intensidad en la trayectoria de Torón; años de asombro, de cosmópolis atlántica y de una amistad inquebrantable que las tempranas muertes de Tomás y Alonso convirtió en admiración y lealtad.

José Yeray Rodríguez Quintana, doctor y profesor de la ULPGC, ha coordinado 'Saulo Torón, Obra completa'.

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