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AMALGAMA

El Túnel de San Gotardo

Ante el estupor de los espectadores, una tropa de 600 artistas inició un espectáculo dirigido por Volker Hesse

El Túnel de San Gotardo

Las generaciones que vivieron la transición de 1978 ya no están, se están yendo, y las nuevas traen su propia opinión. Vemos a jóvenes imberbes que no vivieron la dictadura en sus últimos tiempos jalear agravios inexistentes, cuando ni los comunistas ni los tardofascistas de entonces tuvieron ganas de seguir la pelea. Pero ya está el zombi redivivo. Ya anda por las calles: "Arderéis como en el 36", gritan con la ignorancia de confundir incluso el año en el que ardieron, que fue el 31. En las denominadas redes sociales (todas norteamericanas) vemos que un edil Zapata dice: "Han tenido que cerrar el cementerio de las niñas de Alcacer para que no vaya Irene Villa a por repuestos"; otro político de su formación, Jorge Castaño, dice: "Llegó el día de empalar a Toni Cantó"; otro, Pablo Soto, dice: "No puedo aseguraros que por quemar y torturar a Gallardón se vaya a cambiar toda esta historia pero por probar no perdemos nada"; Alba López, de los mismos, dice: "Botín no debería haber muerto tranquilo en la cama sino en la calle"; y un edil local, Javier Doreste, como descubrió la compañera Cira Morote, dice: "Barcos sin honra, cachifas de lupanar, matones de discoteca, no hay forma de hablar de la marina española/repsoliana", o re-tuitea: "El único político español en el que confío es Fidel Castro", o "el 21 de enero de 1793 el pueblo francés se liberó de un Borbón" y adjunta la imagen de una guillotina. De la violencia verbal se pasa al ejercicio de la misma: un día destrozan el estand de unas chicas futboleras, otro día con un perro "socialdemócrata" destrozan la mesa de un partido liberal en Vallecas, otro día convierten a un matón como Andrés Bódalo en un héroe a indultar porque sí, y los ejemplos no acaban. Pero el panorama español que, al fin y al cabo, es un panorama local, si lo insertamos en Europa, es un panorama con el pie cambiado, pero todavía soportable. Europa sufre una avalancha poblacional que desequilibra a sus propios indígenas con poblaciones que no se integran, de culturas incompatibles entre sí, que chocan en el sentido de Samuel Huntington, y se producen fuertes entornos de violencia. Las explosiones empiezan a estallar por doquier, los dirigentes están preocupadísimos por sobrevivir a su reelección cada cuatro años, de forma que, presos de la corrección política, dejan que la decadencia sobrevenga inevitablemente. Ahí, en Europa, sí se está gestando una catástrofe. Terminamos pensando si detrás de ello hay algo más profundo. Cuando en los anteriores tiempos oscuros la élite alemana, harta de desidias, sacó su testosterona y provocó la Gran Guerra, lo hizo a la vez sustituyendo incluso la religión clásica, cristiana, por formas de adoración y magia a panteones nórdicos. Ahora estamos en una singladura semejante y fijémonos en lo siguiente. La inauguración hace unas semanas del Túnel de San Gotardo, de Suiza a Italia, el más grande del mundo, 57 kilómetros y 11 mil millones de euros, tuvo la presencia de varios mandatarios europeos (Merkel, Hollande, Renzi?) y un momento inaugural extraño, como si quisiera simbolizarse algo luciferino. Ante el estupor de los espectadores, una tropa de 600 artistas inició un espectáculo dirigido por el dramaturgo alemán Volker Hesse, cuya ceremonia fue tildada de Misa Negra en diversos medios de toda tendencia, con danzas disruptivas, oferta de corderos a degüello, presidencia continua de Baphomet, el macho cabrío representante de Satanás, con numerosas representaciones de orgías mediatizadas por un ángel desnudo con pechos de mujer y cara de niño diablo. Fue una larga hora de adoración a los cuernos de Belcebú. Todavía no está claro por qué se decidió esta deriva hacia lo oscuro en la entrada al centro de la montaña horadada por el túnel de San Gotardo y, a la vez, a tres horas de distancia del CERN, el logro tecnológico de equipo más avanzado de Europa.

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