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poesía

Se edita la poesía dispersa de Manuel González Sosa

Andrés Sánchez Robayna y Antonio Henríquez Jiménez recuperan treinta y ocho poemas, publicados (1934-2014) en periódicos y revistas

Se edita la poesía dispersa de Manuel González Sosa

En el número LIX, correspondiente a 2015, de la revista Estudios Canarios (Anuario del Instituto de Estudios Canarios), el profesor y crítico, además de poeta y traductor, Andrés Sánchez Robayna nos ofrece -en colaboración con Antonio Henríquez Jiménez- la Poesía dispersa de Manuel González Sosa, a cuyos versos completos, A pesar de los vientos, le dedicamos en su día una reseña en estas mismas páginas.

Cabe precisar que en esta revista, Estudios Canarios, ya publicó el catedrático Andrés Sánchez Robayna dos trabajos sobre su paisano: "Manuel González Sosa y la experiencia poética" (en el número LVI) y "Manuel González Sosa como ensayista y crítico" (en el LVII).

En vida, Manuel González Sosa dio a la imprenta apenas cinco cuadernos, los que agrupa el citado libro. Robayna y Henríquez han recuperado treinta y ocho poemas más, publicados en periódicos y revistas entre 1939 y 2014. Las notas precisan escrupulosamente la procedencia de cada uno de los originales.

El editor se explica: "El propósito principal de este trabajo es poner en manos del lector y el investigador un conjunto de poemas que permiten comprender de manera más honda la obra poética de Manuel González Sosa y completar la imagen que de esa obra ofrece A pesar de los vientos".

En el conjunto hay desde sonetos a haikus, así como una muestra variada de composiciones con distintos metros y estrofas. No se olvide que a Manuel González Sosa le cabe el adjetivo de virtuoso. Su nivel de exigencia era grande y su gusto, muy de época, clasicista (Florilegio de versos trasnochados titula un poema), retórico a ratos, donde no faltan los versos de aire popular: folías, nanas, aleluyas... Tampoco los religiosos (dedicados, por ejemplo, a vírgenes) ni otros donde la insularidad, mar y tierra (Lanzarote), aflora. "Todas las criaturas humanas somos férvidamente fieles al paisaje de nuestros años aurorales", escribió.

Encontramos en la separata, muy bien editada, poemas tan significativos como el que abre la selección, que me ha gustado especialmente: El viejo molino (otro, también destacable, se titula A una piedra de molino), Aljibe ("Ciñen los brazos de piedra / la quietud del agua vieja"), Semblanza acaso fiel (publicado en Falange en 1946, otro de mis preferidos, donde leemos: "Yo voy por dentro de mí / visible para mí solo. / ¡Qué acompañado me siento / cuando nadie me acompaña! / ¡Qué solo si no estoy solo!") o El duraznero, que iba a ser publicado en Syntaxis y al cabo del tiempo, inédito aún, apareció en el archivo de la revista.

Algunos poemas tienen dedicatario: Dulce María Loynaz, Unamuno, Gloria Fuertes, Fray Luis... Hay incluso una versión de uno de José María Blanco White.

Me felicito, en fin, de volver a encontrarme con las palabras del secreto poeta canario, lo que debemos agradecer a otro al que su indudable cosmopolitismo nunca le ha impedido (por eso) prestar atención a la rica poesía de sus amadas islas.

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