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Literatura contra la homofobia

Cinco títulos recientes de narrativa LGTB llegan a las librerías españolas para combatir los prejuicios y buscar sensibilidades renovadas

Literatura contra la homofobia

Las señales son inequívocas: la homofobia vuelve a estar de moda. El tiroteo homófobo en un club gay de Orlando, Florida, no es más que la punta del iceberg de los recientes ataques a personas del colectivo LGTB en todo el mundo. ¿Sería el mundo más habitable si en vez de estar poblado por lesbianas, gays, transexuales, bisexuales y heterosexuales lo poblasen sólo heterosexuales? ¿Resultaría sin ellos la historia diferente? Una respuesta bien previsible: la historia resultaría la misma. Pero también menos vivible, restrictiva, limitada, coartada en todas sus formas. No hay que olvidar que, como escribió Fernando Vallejo, "la homosexualidad, como concepto teórico, sea sociológico o cultural, surgió en el siglo XIX por aquella necesidad de poner nombre a todo. Sin embargo, ese comportamiento aparece a lo largo de toda la historia como una expresión natural. No hay nada que reivindicar cuando estamos hablando de la misma naturaleza humana. Simplemente es así".

Para Sócrates la ciencia humana consistía más en destruir errores que en descubrir verdades, de ahí que una de las principales características de la literatura gay que se publica en la actualidad tenga como objetivo destruir errores y, sobre todo, combatir prejuicios, al tiempo que nos recuerda que existe una visión literaria de lo gay que trasciende el tópico, como es el caso de los libros que nos ocupa de reciente aparición: Esplendor (Seix Barral) de Margaret Mazzantini, El sonido de los cuerpos (Dos bigotes) de Fernando J. López, No ficción (Literatura Random House) de Alberto Fuguet, El chico que nunca existió (Nórdica) de Sjón, y El arte de ser normal (Cross Books) de Lisa Willamson, una de las pocas novelas que abordan el tema de la identidad de género en la infancia.

Apenas un año después de su última obra Nadie se salva solo, la escritora italiana Margaret Mazzantini alcanza su mejor voz en Esplendor, una novela sobre los filos, los abismos y las íntimas dudas de dos hombres, Constantino y Guido, que se conocieron de niños en la Roma de los años setenta, y que en la actualidad llevan una vida sin propósito alguno por no haberse atrevido a declararse su amor: "Ocurre a veces que las palabras a las que tantas veces hemos dado vueltas en la cabeza, en las vísceras, toman forma de repente. -Yo no soy marica. Ea, ya lo había dicho. Él encajó el golpe. Vi sus ojos vaciarse de todo aquello que yo conocía y estallar vítreos por dentro como los de los locos. Él no podía imaginar cuánto se me parecía esa mirada ni cuánto nos unía. ¿Acaso no había temido volverme loco todos estos meses?". En Esplendor Mazzantini hace que el disfrute de pasar páginas se combine con la tristeza creciente por la llegada del final.

Los descensos a los infiernos gozan de un prestigio mucho mayor que la narración de los ascensos del infierno a la superficie. Consciente de esto, en El sonido de los cuerpos el escritor español Fernando J. López no tiene empacho en describirnos cada uno de los peldaños de la escalera que Jorge, un director de cine en su mejor momento artístico, va bajando hasta desembocar en el suicidio, algo que Mario, su pareja, es incapaz de entender e intenta encontrar una respuesta. El sonido de los cuerpos es una extraña, pero hermosa novela que nos hace detenernos y volver atrás, siguiendo las huellas de ese indagador protagonista con el corazón roto, al que se suma Alma, una periodista obsesionada por desvelar la identidad de un asesino, perplejos como ellos ante el giro de los acontecimientos. El sonido de los cuerpos esconde un thriller inusual, que hará que todo lo que leamos a continuación te parezca insulso, plano, pueril.

La novela del escritor chileno Alberto Fuguet No ficción trata del amor y de la amistad. Todas las novelas tratan de ello, inevitablemente, pero ésta lo hace de un modo, digamos, deliberado. Y trata de la verosimilitud. De la no ficción. Es por ello una novela muy valiente. Los protagonistas son dos amigos, Aléx y Renzo, que se citan en el apartamento del segundo para conversar acerca de la ambigua relación gay que mantienen desde hace diez años. La crisis de la relación amorosa de los dos amigos, o, mejor, la crisis de la relación, pues nunca ha sido una situación estable, es verbal y física, con maniobras de subordinación y de dominio. El propósito de Álex, el más intelectual de los dos (trasunto del propio Fuguet), no es otro que invitar a Renzo a cierto tipo de intimidad o a una agresión física, algo más fácilmente comprensible, pero igualmente erótica. En cada uno de los diálogos de esta novela antiliteraria, Fuguet arrastra al lector a lo hondo de una ficción descarnada en la que casi nadie hace pie.

Son ya cinco los títulos que el escritor islandés Sigurjón Birgir Sigurðsson, más conocido como Sjón, ha publicado en España, desde 2005, fecha de la aparición de Tus ojos me vieron, hasta ahora en que ve la luz El chico que nunca existió, la novela en la que homenajea a su tío paterno Bosi, rebelde, alcohólico, socialista y gay, muerto de sida en 1993. Máni Steinn es el rebelde de esta historia: la rebeldía prorrogará su adolescencia en Reikiavik a principios del siglo XX mucho más allá de los límites naturales de ésta. Máni tiene dieciséis años, es homosexual y vive para ver películas en los dos cines que hay en la ciudad: Cine Antiguo y Cine Nuevo. Sin más familia que una tía abuela que lo recogió de niño, se gana la vida prestando servicios sexuales a hombres maduros. Lo mejor de El chico que nunca existió es su descarnada autenticidad: Sjón convierte los afectos en uno de esos parajes nórdicos donde la lava hirviente y hielo glacial se hermanan.

Decía Jean-Paul Sartre, en A puerta cerrada, que "el infierno es el Otro". Pero también el dolor de no ser ese Otro. Así cabría resumir la novela de la escritora inglesa Lisa Williamson El arte de ser normal, en la que su protagonista, David Piper, quiere ser una chica: "una tarde en clase, cuando tenía ocho años, nos pidieron que escribiéramos sobre lo que queríamos ser cuando fuésemos mayores. Zachary Olsen quería jugar en la Primera División de fútbol. Lexi Taylor quería ser actriz. Harry Beaumont tenía planes de ser primer ministro. [...] Pero yo no quería ser ninguna de esas cosas. Esto es lo que escribí: Yo quiero ser una niña". La determinación de David de asumir su verdadera identidad de género da pie a una narración conmovedora, que renueva la fe en la literatura juvenil para remover conciencias y buscar sensibilidades renovadas.

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